Viaje al interior de Feralucia
Radiónica explora los sonidos y las historias de Feralucia, un nuevo proyecto musical que nace en Medellín
“Yo soy Feralucia”, fue la primera afirmación de Paula Soto, ilustradora antioqueña de 27 años, que siempre quiso hacer música, pero sólo fue hace un par de años, cuando escuchó esa voz interna que quería salir transformada en canciones: “Feralucia es un personaje que ha estado conmigo desde siempre. Un personaje que revela y refleja estados por medio del sonido”. Y si seguimos en las esencias, podríamos descomponer el nombre de este alter-ego sonoro: “El nombre nació hace un par de años, y viene de fera, una fiera salvaje no domesticada, y lucia de lucidez, de luz, de Lucía, una mujer importante en mi vida”.
Es difícil esconder la luz, callar aquellas voces que gritan enmudecidas, porque tarde o temprano destellarán y se harán eco. Y algo así le sucedió a Paula con Feralucia: “Siempre ha estado porque representa la música en mí. Se muestra, me habla, incluso se ha ocultado. Estuvo ahí como una sombra, como un peso en unos años en los que incluso dejé de cantar y me dediqué a dibujar, al arte. Pero siempre ahí latente, hasta que en el 2012 sentí la necesidad de habitarla”. Es así como a partir de las sensaciones que su yo dibujante recoge en cada trazo, se va pintando su sonido: “En artes, antes de salirme de la academia, planteaba el sonido como dibujo espacial. Incluso en el proceso de la producción de este álbum, que fue producido en conjunto con Otto Díaz, recuerdo que el lenguaje que usaba para explicarle algún sonido que tenía en mis oídos, era desde los colores que sentía, los gestos y texturas que quería”. Y de esa forma, se concibe un sonido, que para ella “Suena a naturaleza, a llanto, a gritos, a emociones. A encuevamiento y a soledad. Suena a suspiros, y a máquina también”.
Desde 2012 que Feralucia tomó voz para hacer música, comenzó a componer, a grabarse en su casa, y ayudándose de guitarra y máquinas jugó con las sensaciones para plasmarlas en un sonido atmosférico, rico en matices, digno de la paleta de colores de un artista que delicadamente, pero con riesgo, va pintando con notas hasta formar una canción. Así inició el proceso al que le bautizaría El umbral, disco debut de Feralucia, que no es más que un canto de sí misma, sin ser egocentrista, pero sí partiendo de ella para ese proceso de identificación con las sensaciones de los demás: “Siento que es un disco instrospectivo y se convirtió en un arullo. Podría decir que le canto a esas emociones humanas, o que canto esas emociones, más bien”.
Aunque en vivo Feralucia conserva esa onda intimista, no está sola. La acompaña Otto Díaz, quien además ha sido el productor del disco y que ha sido partícipe de todo el proceso de mutación de las ideas sonoras de Paula a las canciones de Feralucia hoy, “fue muy bonito porque él estuvo dispuesto a atravesar ese umbral conmigo. Él es supremamente talentoso como productor y músico y siempre respetó todo el concepto que tenía en mente, pudimos hablar en el mismo lenguaje”. Sin embargo, un recital de Feralucia no se compone únicamente del sonido. Es un juego de los sentidos, donde las visuales, el vestuario y hasta la fotografía se unen con la música para ir más allá del show y acercarse a una experiencia estética.
El 2016 para Feralucia será el año en el que “El umbral” vea la luz como obra completa, ya que hasta ahora sólo se han publicado 3 sencillos: Polly, A Islas, y Roar of the mountain. También será el momento para plasmar en vídeo las sensaciones y emociones que evocan sus canciones. Pero más allá de los tangibles, ella quiere seguir explorándose y deconstruyéndose a partir del sonido: “Quiero cantar, quiero esa conexión. Es de las cosas que más disfruto, donde desaparece Paula y habita Feralucia. Quiero que se destruya por ahí derecho también, que me sorprenda”.