Málaga y García Rovira, con la mirada fija en la defensa del cóndor andino
En el Páramo de Almorzadero está la prueba de que humanos y animales podemos vivir en paz. Esta es la historia de cómo entidades gubernamentales, fundaciones, ambientalistas y campesinos, se unieron para proteger al ‘mensajero del sol’: el cóndor andino.
De la vida dedicada a la producción de ovejas, los campesinos del Páramo de Almorzadero, ubicado a 50 minutos de Málaga (Santander), han pasado gradualmente a convertirse en los guías turísticos de su territorio. Allí, poco a poco se han acostumbrado a la aparición de cámaras fotográficas, rostros curiosos y principalmente, miradas atónitas ante la presencia de sus vecinos regulares, los casi 20 ejemplares que sobrevuelan diariamente estas montañosas y heladas tierras.
Aunque ahora los campesinos no ven al cóndor como una amenaza, en días pasados su relación era mucho más tensa. Los pobladores temían, y con razón, que estas enormes aves los dejaran sin su principal sustento, las ovejas. Ellos cazaban para sobrevivir, pues su naturaleza realmente es carroñera. Pero con la misma intención, los habitantes del páramo les ponían trampas de comida con veneno para que no afectaran su única fuente de ingresos.
Esta pelea por el territorio comenzó a resolverse hace unos años, cuando de la mano de capacitaciones y nuevas fuentes de sustento económico, los habitantes del Páramo de Almorzadero y de la provincia de García Rovira, pasaron de considerarlos una amenaza, a ser sus principales protectores.
Comenzó en 2014, cuando diferentes entidades públicas y privadas decidieron tomar acción para velar por la protección de esta especie en esta zona, en la que se estima vive el 30% de toda su población en Colombia. Así, comenzaron a articularse las iniciativas de la Fundación Neotropical, la Corporación Autónoma Regional de Santander, el parque Jaime Duque y el Servicio Nacional de Aprendizaje (sede Málaga) en el área de capacitación, y la promoción de actividades turísticas en torno al avistamiento de cóndores, de la mano de la empresa malagueña El Andinista.
Desde entonces, David Ramírez, ambientalista y miembro del equipo de El Andinista ha visto cómo esta situación ha dado un cambio drástico. “La comunidad se ha involucrado muy bien, han sido receptivos ante la educación que han traído las diferentes entidades y es una alegría ver que ya muchos voltearon a mirar esta problemática y nos han apoyado para que salga adelante este proceso y protejamos no solo al cóndor sino al páramo en general”, cuenta.
Con el apoyo de estas organizaciones, los campesinos del sector han logrado aprender más sobre este animal, lo que les ha permitido construir identidad sobre su historia y tomar acciones por su defensa. En simultáneo, se han capacitado en alternativas diferentes a la producción ovina, lo cual no solo les brinda una nueva fuente de recursos, también les permite preservar el páramo; y de la mano de la fundación Neotropical, han construido plataformas especiales para colocar allí aquellos animales que mueren, con el fin de que estos sirvan como alimento para el cóndor.
Y, en medio de tanto cambio, han visto también cómo aumenta el número de turistas deseosos de conocer a nuestra ave insignia. “Tenemos el 30% del cóndor andino viviendo en Colombia en el Páramo de Almorzadero y estamos orgullosos de eso. Estamos acercando el turismo a este sector para que los campesinos se vean beneficiados de esta actividad económica y lo hagan a la vez que protegen este espacio. Esperamos que mucha gente tenga viva esta experiencia y que podamos ayudar a aumentar su población”, agrega Ramírez.
Así, lo que antes era una historia de rivalidad, ahora es una nueva alternativa económica y una esperanza para que, tal vez en algunos años, el cóndor deje de ser una especie en vía de extinción. Si quieren tener el privilegio de conocer a este emblemático animal, el más imponente de nuestro país, el Páramo de Almorzadero, Málaga y García Rovira los esperan con los brazos abiertos.