El Festival Nacional de Macetas en Cali, tradiciones bellas y dulces
“No tengo canela, ni clavos, ni pimienta. Solo tengo agua. Si tan solo San Pedro y San Pablo vinieran a ayudarme, yo los nombraría segundos padrinos de mis hijos”, habría dicho Dorotea Sánchez aquel 29 de junio de finales del Siglo XIX en el que sus hijos gemelos, cumplían años.
La historia caleña recuerda a Dorotea como una mujer trabajadora, alegrona, con piel negra y suave, ojos achinados que conservaban las arrugas en las esquinas que le habían provocado tantos años de risas y desencantos, tenía el cabello color azabache y unas manos grandes y delicadas.
Se dice que Dorotea estaba tan angustiada por ver que el día se podía acabar y no le podría dar ni un solo regalo a sus dos hijos, que agarró un dulce en polvo hecho a base de panela y dulce, lo vertió en una paila enorme llena de agua y se sentó en la banca de madera que tenía en su cocina a esperar el milagro que todo el día le había estado rogando a los santos.
Esa tarde en la que los hijos de Dorotea estaban cumpliendo años y sus alacenas no tenían ni una sola migaja de pan, ella escuchó la puerta, abrió y sobre el andén de la puerta principal de su casa estaban San Pedro y Pablo, ellos le explicaron qué hacer y la mujer se acercó a la estufa, se quitó los guantes que tenía puestos, bendijo la mezcla de agua y azúcar. En la olla de barro, donde tenía los ingredientes comenzaron a brincaron palomas, caballos, flores y toda clase de figuras de todos los tamaños y colores hechos a base de agua y azúcar con pequeños molinitos de viento hechos de papel.
"Luego, como si fueran niños, San Pedro y San Pablo empezaron a hacer regalos que fueron colocados junto a unos pequeños molinitos de viento hechos en papel, en un palo de alfeñique, a los que años después les llamarían Macetas, con todas las figuritas que habían quedado regadas por toda la cocina de Dorotea."
Las mujeres y la tradición:
Más de 100 años después del nacimiento de la historia de Dorotea Sánchez y de la colaboración de San Pedro y San Pablo, los padrinos generosos que bajaron desde los cielos a darle regalos a estos niños hijos, no solo se sigue manteniendo como una narración clave dentro de las herencias orales del territorio caleño, sino que además se convirtió en una tradición que en el año 2013 fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de Colombia.
¿Cómo funciona la tradición? Este año, por ejemplo, desde el 29 de junio hasta el 2 de julio, comenzaron a salir a las calles los vendedores de las macetas hechas a base de agua, azúcar, leche y panela con diferentes colores, figuritas de los íconos de la sultana y por supuesto, muchos sabores. Los principales parques y calles de la Sucursal del Cielo se vistieron de alegría y olores de caramelo para celebrar el 18º Festival de las Macetas de Cali: una fiesta que se celebra en la capital del Valle en honor a los ahijados y a los milagros de la vida.
Las macetas son “árbolitos” llenos de dulces ondulados que parecen calcados de los crespos de Dorotea, tiene tiras de colores alrededor y en la cima tiene puesta una diminuta bandera de Cali que le insinúa a quien la compra, que este arbolito de dulces hace parte de la identidad de los caleños desde hace más de un siglo.
Para Lucía Mazuera, vendedora de macetas “Esta es una tradición que les recuerda a los padrinos cómo era la vida de ellos cuando eran niños, por eso los niños tienen que comer macetas, para que recuerden que la alegría de nuestra ciudad no es solo salsa, también son dulces y azúcar”.
En el Festival de la Maceta del 2018, la homenajeada fue Dorotea, pues en el afiche oficial del evento, Kevin Johann Correa Valenzuela, diseñador de la obra, la puso como protagonista. De esa manera, Kevin quiso destacar el papel de la mujer en la conservación de esta tradición que en la celebración del 2018 se extendió hasta Yumbo y Jamundí, para recordarle a los vallecaucanos que la Sucursal del Cielo tiene rostro de mujer con azúcar.
Hoy existe una delegación de más de 100 artesanos que trabajan con este dulce para llevarles a los ahijados caleños, todos los 29 de junio, el amor de la mujer que les rogó a San Pablo y a San Pedro un milagro de azúcar con agua y la alegría de todas las mujeres que se enamoraron de su legado, y que muchísimos ahijados disfrutan con alegría y sabor durante el mes de junio, sobre todo, pero, se extiende como regalo a otras personas durante todo el año.