Paz y metal: letras que han construido memoria histórica
Por: Lina Parra
El arte para la paz
El pasado 24 de noviembre se cumplieron 7 años de una firma que generó esperanza en el país; el Acuerdo de Paz entre el Gobierno Nacional y las extintas FARC-EP representó una transición histórica en la construcción de paz, que encuentra sus cimientos en disposiciones transformadoras como el esclarecimiento de la verdad, la reparación, la justicia y la reconciliación. Y justamente estos procesos están atravesados por la consolidación de la memoria histórica, colectiva e individual, que abraza con fuerza las voluntades de no repetición a través del arte, por ejemplo.
Las manifestaciones culturales, como la literatura, la pintura y la música, se caracterizan por su capacidad de reflejar las identidades, realidades y procesos de quienes participan en ellas, trastocando contextos sonoros que motivan el encuentro, la creación, la denuncia y la reflexión.
El impacto de la violencia en las regiones (erigida por múltiples actores), la constitución política de 1991, así como las reformas económicas y el poder de los medios de comunicación, definieron la transformación de la escena musical colombiana desde recién entrados los 70s y durante 80s y 90s.
Una paz anclada a la memoria y a la restauración
Estilos musicales como el jazz y el blues, nacieron en medio del dolor producto de la esclavitud de la comunidad afro en Norte América. Son estas expresiones las que se convirtieron en sus vías de escape al sufrimiento.
Uno de los géneros musicales más transgresores y emancipadores que ha implosionado en medio del conflicto armado colombiano es el heavy metal, cuyas raíces se encuentran en Europa durante los 60 y que años más tarde se convertiría en un movimiento social subversivo. De hecho, su desarrollo dentro del país dio lugar a lo que hoy conocemos como ultrametal, un subgénero extremo que nace en los 80s, dentro de la movida musical underground en Medellín, cargado de sonidos ácidos, caóticos, crudos y agresivos que respondían a un país consumido por la guerra y permeado por la violencia, cuya influencia llegó a impactar al circulo del black metal noruego.
Apuestas musicales que emprendieron su camino en medio del conflicto armado colombiano
Muchos de sus proyectos acompañados por una propuesta gráfica en sus portadas que, desde la ilustración, denunciaron la combustión social de un país como Colombia.
Masacre: Nace en Medellín durante 1988. Su música es una descarga contra la injusticia y la clase política. Con canciones como “Violentada”, “Éxodo” y “País en sangre” han narrado la violencia del narcotráfico, el desplazamiento forzado y la corrupción. Desafortunadamente, sus letras no pierden vigencia.
1280 almas: Nace en Bogotá, a mediados de los 90s, en el contexto de la violencia urbana. Los ritmos y letras que contienen piezas como “Soledad criminal”, “El platanal”, “Surfiando en sangre” o “Pasajero” reflejan una ciudad hija del desplazamiento forzado y el desarraigo rural.
I.R.A: Fue fundada en Medellín, hace más de 30 años, por Mónica Moreno y David Viola, quienes le hablan a una sociedad herida por la violencia y la pobreza, con temas como “Sepultado”, “Sucio plan” y “Nueva esclavitud”. Su proyecto musical es una protesta ante la vida.
Aterciopelados: Esta emblemática banda del rock alternativo nace en 1993 y a través de canciones como “Siervos sin tierra”, “Mamitas”, “Hijos de tigre”, “Errante diamante”, reivindican temas como la paz y el medio ambiente, también víctima del conflicto armado.
Polikarpa y sus viciosas: Conformada por Sandra Rojas, Paola Loaiza, y Andrea Restrepo, y fundada en Bogotá en 1994, denuncian la historia de violencia y desigualdad que han sufrido las mujeres en Colombia
Parabellum: Nace en 1983, en Medellín, una ciudad sumergida en una ola violencia, inseguridad, terrorismo, represión y abusos. Se caracterizan por su sonido rústico y arcaico, y por supuesto, por ser la banda precursora del ultrametal.
Tears of misery: Nace en el 2000, en Bogotá, denunciando los horrores de la guerra, la corrupción, y los conflictos sociales que ha padecido Colombia por cuenta de actores estatales y armados ilegales. Con temas como “Tragedias del tercer mundo”, “Inconformity manifesto”, y “Fosas comunes”, su sonoridad distorsionada y pesada presenta un sentimiento de rabia ante la injustificada violencia.
Perpetual Warfare: Nace en 2005, en Bogotá, y con canciones como “El inicio de la guerra”, “Justicia, libertad y decadencia”, “The age of war” y “Otro cadáver más” dan una crítica a la violencia sistemática que ha poblado el territorio colombiano.
Dissention: Nace en Cali, en 2007, y aunque el trato de la realidad social colombiana es explícita y agresiva, con temas como “Necro sociedad”, “Libre de cadenas”, “Episodios de inmortalidad” e “Infancia extraviada” exponen situaciones que no tendrían porqué repetirse o perpetuarse en el tiempo.
Resistencia la Olvido: Nace en Valle del Cauca, en 2007. Con canciones como “Sangre del Cauca”, “Acribillar”, e “Impuesto de guerra”, hablan de sucesos reales consecuencia del conflicto armado.
Kilcrops: Nace en 1991, en Bogotá, y con temas como “Falsos Positivos”, dan un mensaje contundente sobre estos asesinatos y desapariciones forzadas presentadas como bajas en combate.
Agony: Es una banda de thrash metal que nace en Bogotá, en 1992, y con temas como “Guerrillas” y “Cultivos de cinismo”, relatan la cruda realidad de un país como Colombia.
El arte, los guturales y los silencios para la paz, la memoria y la sanación
Las letras de las bandas anteriormente mencionadas son un documento que rescata y conserva la memoria histórica que se configuran como testimonios críticos, subversivos, transgresores y contestatarios . El arte sana y nos ayuda a resistir: expande las posibilidades de catarsis, tramita procesos internos y externos, luchas personales y colectivas que se alzan como bandera en medio del valle de las sombras.