Giorgio Moroder, el hombre que humanizó las máquinas
Cada cierto tiempo en la historia de la música aparece una mente que lo cambia todo. Un oído consagrado que hace algo único que inspira a millones y revoluciona por completo la cultura. Muy pocos nombres entran a este panteón y uno de los más importantes del Siglo XX, sin duda es el de Giorgio Moroder. Considerado como uno de los arquitectos de la música electrónica como la conocemos hoy, también fue quien dio el impulso que la música disco necesitaba para explotar del todo y además sentó las bases para el dance, el techno y el EDM.
Para buena parte de la generación millenial, Daft Punk fue la introducción a la música electrónica. Pero para Guy-Manuel de Homem-Christo y Thomas Bangalter esa introducción estuvo en los sintetizadores de Moroder. Este productor italiano conocido por su grueso bigote y su buen carácter, fue el primero que cogió un sintetizador Moog y lo llevó al corazón de la pista de baile. Sin bien un poco antes bandas como Kraftwerk ya estaban experimentando con las melodías electrónicas, sus sonidos eran más fríamente robóticos. En cambio Moroder creó el cyborg sónico.
Sus composiciones desafiaban la biología básica del cuerpo. Eran una invitación a dejarse poseer por la máquina, a cambiar las venas por cables y deshacerse de las limitaciones de la carne para rendirse ante el sonido. Moroder nos enseñó que nuestros instintos pueden ir más allá de cualquier límite corporal para hundirnos en un trance de de aparatos, luces y sudor.
Giovanni Giorgio Moroder nació el 26 de abril de 1940 en un pequeño pueblo del norte de Italia llamado Ortisei, que culturalmente es más alemán que italiano. Como el propio productor cuenta en la canción “Giorgio By Moroder”, siempre soñó con ser músico y a los 15 años comenzó con la guitarra. Siguiendo ese sueño, se mudo a Alemania donde empezó siendo Dj de Scotch Club, ubicada en la ciudad de Aachen, la cual fue la primera discoteca de ese país. Poco a poco fue descubriendo no solo los secretos de la música, sino de lo que impulsa a los cuerpos a moverse desenfrenadamente bajo la bola de espejos.
A finales de los 60 se mudó a Munich y allá comenzó su ascenso a la gloria. En esa época, en la ciudad había mucha influencia de la música afro norteamericana de las décadas del 50 y el 60. El funk, el soul, un poco del swing fascinaban a los músicos alemanes. Además el disco iba cogiendo fuerza de a poco y en Europa empezó a formarse lo que se conoce como euro disco. Todo esto fue influencia para Moroder quien con canciones como “Son Of My Father” o “Looky Looky” empezó a consagrarse en la industria musical. Pero todavía no estaba satisfecho. En su interior iba creciendo la idea de crear algo que sonora al futuro, algo nuevo, nunca antes bailado.
En esos ires y venires conoció a una corista estadounidense llamada Donna Summer, quien fue la pieza faltante del rompecabezas. Con la increíble voz de Summer y con un sintetizador Moog, en 1977 lanzó “I Feel Love”, canción que cambió la música para siempre.
El hipnótico beat que te posee de inmediato y se mantiene en un solo loop durante toda la canción y la hermosa voz que va subiendo hasta que se junta con el coro y hace que tu cerebro explote mientras pierdes el control de tus extremidades crearon una oda al hedonismo, el placer y el desenfreno que marcó el final de una década llena de excesos y cambió el rumbo de la música.
En su libro La historia secreta del Disco, el experto en música Peter Shapiro dice que “I Feel Love”: “Era probablemente el primer tema en considerar seriamente las implicaciones de la máquina sobre el cuerpo humano”. Se dice que cuando David Bowie le mostró este sencillo a Brian Eno, el productor le respondió, “esta es la música del futuro”. Y los oídos de todo el mundo aplaudieron este glorioso trance que convirtió a Moroder en el productor más cotizado de la industria pop y a Donna Summer en la reina de la música disco.
En los 70 Moroder también creó Musicland Studios por donde pasaron: Led Zeppelin, Queen,The Rolling Stones, Electric Light Orchestra,Iron Maiden, Marc Bolan & T.Rex, Deep Purple, Rainbow, Elton John entre otros. Este productor era un midas de la música de los 70 y 80, pero su creatividad no podía limitarse solo a la industria musical. También llevó su oído al cine y comenzó a hacer bandas sonoras. Scarface, American Gigolo, Tron, Neverending Story, Superman III, Rambo III, Beverly Hills Cop II son algunos de los largometrajes en los que participó. Pero sus obras más icónicas fueron las canciones: “The Chase”, de Midnight Express; “Flashdance... What a Feeling”, de Flashdance; y “Take My Breath Away” de Top Gun, que fueron premiadas con el Oscar a mejor canción original en sus respectivos años.
A parte de todo eso, compuso el himno de varias Olimpiadas y “Un Estate Italiana”, probablemente la mejor canción de un Mundial de Fútbol que se ha hecho.
Después de cosechar innumerables éxitos y trabajar con los mejores artistas del mundo, en el 93 Moroder se retiró y se dedicó a su familia y al golf. Sus sintetizadores permanecieron en silencio hasta 2013 cuando Daft Punk lo llamó para colaborar en su álbum Random Access Memories. En varias entrevistas, Moroder cuenta que quien lo convenció de participar fue su hijo que era un apasionado fan del trabajo de Guy-Manuel de Homem-Christo y Thomas Bangalter. Pero lo que más le llamó la atención fue que los franceses solo le pidieron que les contara su historia. Y ese fue el génesis de “Giorgio By Moroder”.
Esta canción de nueve minutos y cinco segundos levantó al gigante dormido. Después del éxito que tuvo, de nuevo los nombres más grandes del pop querían trabajar con él. El resultado fue Déjà Vu, disco lanzado en 2015 en el que colaboran cantantes como: Sia, Britney Spears, Mikky Ekko and Charli XCX y Kylie Minogue; y en el que explora los alcances del EDM pero lo quita lo emplagoso y saturdo, para más bien crear un álbum fiestero lleno de color y energia que se condensa de forma perfecta en el corte “74 Are The New 24”.
Este disco y el impulso lo motivó a volver a sus raíces como DJ y a sus 79 hizo una gira europea en 2019 como pinchadiscos. Hoy ya casi cumple 81 años y sigue listo para seguir poniendo música en fiestas a penas la pandemia lo permita.
Pero lo más interesante de Giorgio Moroder es que él dice que en verdad no es un gran músico y que ni siquiera le gusta mucho ir a bailar. Tal vez de ahí viene su talento, de una intuición pura y de una lectura muy profunda del comportamiento humano dentro de la pista de baile y cómo a través de los juegos mecánicos podemos volvernos aún más humanos.
Entre la fiesta, el deseo y la euforia nos desprendemos de todos los prejuicios y sentimientos negativos para simplemente dejarnos llevar por la música, una música que por mucho tiempo llevará la firma de Giorgio Moroder.