Tres discos históricos hechos en Medellín que cumplen 20 años
En 2019 se publicaron cientos de discos solo hablando de rock, rap, electrónica y otros sonidos experimentales que emparentan con estas vertientes musicales. Incluso en estas condiciones de aislamiento y con el aire enrarecido por lo que ha venido sucediendo en esta primera parte del año, las publicaciones de álbumes se siguen realizando desde lo digital. Afortunadamente la música no para.
Sin embargo, hace dos décadas la historia en nuestro país era distinta. La presencia del internet se reducía a empresas e instituciones, y muy pocos hogares que podían darse ese lujo (porque así se consideraba hace más de una década algo que hoy es pan de cada día) lo tenían a velocidades en las que era imposible hablar de él como un canal para consumir música (una canción se demoraba horas en descargarse, si es que se lograba). Y si hablamos de la tecnología para crear y producir música, también era algo que, si bien ya comenzaba lentamente a hacer presencia en casas de los músicos, seguía estando muy ligada a los estudios de grabación. Todo un esfuerzo para hacer canciones y sacarlas a la luz.
2000 fue un año de pocas producciones en la música de Medellín. En ese inicio de siglo muchos proyectos estuvieron sumidos en procesos creativos que derivarían en discos importantes uno o dos años después. Pero en ese primer año del nuevo milenio se lograron publicar (y consolidar) producciones que inmortalizaron el momento de la ciudad y su sonido. Aquí un recorrido por tres de ellas, en las palabras de músicos, periodistas y productores musicales.
“La identidad desde el caos”
Frankie Ha Muerto
A casi una década de su formación (iniciaron en 1991), la banda emblema del sonido postpunk en la ciudad, entrega en el inicio del nuevo milenio un álbum visceral, fruto de la crudeza que se vivía en las calles por aquella época. Solemnes, como ha sido la impronta de su sonido y sus líricas desde su debut cinco años antes, hablan desde la poesía de la vida, la muerte, la violencia y el dolor. Un reflejo de ello es la letra de “Padre nuestro” una canción en la que un sicario pide para que le salga bien su trabajo: “madre santa, virgen pura, protégeme al matar”.
La bajista y docente Gloria Mesa, habla de este disco como un álbum fundamental en la música de la ciudad ya que “desde su estética busca exaltar la existencia de las raíces: los indígenas en Colombia, pero en realidad hay otras raíces, otros puntos de partida que se desconocen y ahí todo se vuelve caótico, por eso el título del disco”. En su opinión, los temas que esbozan sus canciones siguen siendo situaciones que, 20 años después, siguen latentes en la sociedad: “desde las letras, La identidad desde el caos, está dividido en cuatro partes con canciones fuertes que abordan temas como la religión, la escuela, la muerte, el futuro incierto”.
“X”
Tenebrarum
Nacidos una década antes, y ya consolidadas como una de los exponentes más fuertes del metal gótico, esta banda antioqueña liderada por David Rivera (quien además convierte a su violín en la marca diferenciadora de su sonido) celebra su primera década con un vinilo que recogería parte de los inicios de la banda, actualizando las versiones de clásicos como “Otoños de alcohol”, “Divine war” y “Mar de zozobra”. De ahí su nombre, "X".
Para Francisco Ortiz, del medio especializado en metal de la ciudad “El templo del rock”, este disco es un hito en la carrera del grupo porque muestra hacia dónde se dirigía su sonido con el cambio de siglo y la maduración de la banda, “es un álbum que marcó un nuevo horizonte, y que mostró lo pulido que podría ser el sonido de una banda de metal gótico en Colombia”. Para él, “‘X’ es uno de los discos más importantes de la banda pero también es fundamental en la historia del metal nacional”.
En “X” se incluyen dos canciones que luego harían parte de “Voices”, álbum que vería la luz solo unos meses después, a inicios de 2001, “Rites” y “Traveler”, que muestran hacia dónde iba la banda en este nuevo siglo.
“ Volumen 99”
Planetarica
Nacidos del caos del fin de siglo, y de la explosión de un proyecto que quedaba en pausa de forma indefinida, John Henao, Federico Goes y Alfonso Posada formaron un proyecto sonoro que combinaba inquietudes musicales experimentales y unas ganas de crear música que permitiera el movimiento, la fiesta, el goce. De este cóctel nace Planetarica (no Planeta Rica, como el municipio de Córdoba) y de ahí nace “Volumen 99”, su ópera prima.
Este disco condensa la atmósfera que se respiraba en una ciudad como Medellín, en un momento de la historia donde todo iba a cambiar porque las fechas también lo harían, y aunque nació en 1999 fue un año después que cobró vida en las calles.
Para Iraka, músico y productor de la ciudad y además vocalista del proyecto Jaibanakus, el debút de Planetarica fue un álbum adelantado a su época, que “aún suena vigente teniendo en cuenta que todavía no había explotado el boom de la fusión de diferentes ritmos anglo con música latina y electrónica, que apareció después en el disco ‘More grip’ de Sidestepper y que continuaba la onda de rock con matices tropicales que nos propuso Bajo tierra”.
Un álbum que, a su concepto, influenciaría a músicos para crear sonidos por la misma onda, al mezclar de una forma inteligente ritmos que podrían considerarse disímiles como el rock, el funk y la música tropical. Además de todo esto, el disco sonaba transgresor “en una escena muy cerrada donde predominaba el metal, rock, el ska y el reggae, con canciones muy bien construidas desde su sonoridad y sus letras, que en ese tiempo la hicieron única en Medellín y Colombia”.
Un par de años después, este proyecto se superaría a sí mismo con “De subida”, un álbum que proponía, bajo la misma línea sonora, canciones aún más introspectivas sin perder ese toque que te hace mover de forma inconsciente.