La industria musical colombiana ¿lejos de la reinvención?
Mucho se repite por estos días la palabra “reinvención”, la necesidad de quitarle el protagonismo a la congoja y otorgarle un lugar más significante al dinamismo. Y sin entrar a ahondar en lo fatigosa que puede ser esa nueva filosofía de vida a nivel personal, sí se hace necesario preguntarse si la tal reinvención ya está permeando la industria musical nacional, si esta coyuntura cambiará para siempre las estructuras o, si por el contrario, estaremos ante un estado de sigilo.
Agrupaciones y artistas se han visto obligados a entregarse de lleno a las imperfecciones de los lives, hacer malabares con las herramientas caseras para presentar productos de cierta calidad, en algunos casos violar las normas de cuarentena para hacer grabaciones clandestinas e ir incorporando nuevos métodos tecnológicos. En el caso de bares y espacios para la música en vivo, han encontrado respiros en la venta de alcohol y merch o de la creación de plataformas que sirvan para la difusión de artistas, djs y de nuevos servicios; productoras de festivales y conciertos han volcado sus esfuerzos en los mismos eventos pero virtuales, y otros, incluyendo medios de comunicación o empresas relacionadas con la música, han adoptado métodos más pedagógicos para impulsar sus contenidos y seguir poniendo sus nombres o razones sociales en el mapa digital.
Ahora bien, la pregunta es si todas estas acciones para paliar los efectos colaterales de la crisis conducen al tan citado sendero de la reinvención. Por lo pronto aún parecen ser más respuestas iniciales de choque, lo que es apenas normal para la inesperada situación. Pero sí se quiere hablar de una verdadera transformación a futuro, se hace urgente pensar en cómo se pueden volver a construir los cimientos de la industria musical en el marco del COVID-19.
Y si bien es obligatorio exigir y presionar a los entes del Estado por el cumplimiento de las acciones que favorezcan al sector, también se hace justo y necesario pensar en las labores que se deben gestar desde adentro, en “cómo organizar la casa primero”; surgen entonces muchas preguntas en medio de este contexto: ¿cómo repensar los pagos a artistas locales por parte de promotores y programadores, incluso en la virtualidad? ¿cómo lograr que la avalancha de contenidos en vivo y en línea no desemboquen en la normalización de la gratuidad de la cultura? ¿cómo repensar las herramientas tecnológicas y su buen uso para que las producciones grabadas durante el aislamiento no se desvaloricen en términos de calidad? ¿cómo administrar los contenidos digitales -como los streamings- para que no se conviertan en paisaje?, ¿cuáles son las acciones puntuales de medios de comunicación culturales, emisoras o plataformas digitales para escudar a los músicos locales durante y después de la crisis? ¿cómo lograr que las programaciones de las charlas pedágogicas y los mismos festivales virtuales no sigan promoviendo la bracha de género?, ¿cómo crear una relación más entrecha entre artistas y audiencias?, ¿cómo seguir buscando una cohesión entre agentes de la industria que presione las obligaciones del Estado con respecto a la cultura?.
No son todas las preguntas que deberían ponerse sobre la mesa, pero son algunos interrogantes iniciales que proponen razonar sobre cuál es la reinvención que queremos en el sector de la música; una reinvención profunda o mejor una renovación contundente y hasta revolucionaria, si se quiere. Preocupante sería que el estado de aislamiento solo genere un cambio en el telón de fondo y no una reflexión a fondo.
A través del especial “Música, industria y pandemia: ecos de una crisis” que podrán navegar en esta página Web, buscamos analizar a fondo el panorama actúal del sector de la música en Colombia. Acudimos a diferentes voces y actores activos de la industria para entender las afectaciones de la crisis, la acentuación de problemas que venían de tiempo atrás, las posibles soluciones y el largo camino que queda por delante.
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