Colombia al Parque: un baile que llama a la unión y la esperanza
Seis regiones, 32 departamentos y 50 millones de almas son capaces de crear una infinidad de mundos hermosos que vibran desde cada centímetro de este fracturado territorio llamado Colombia. Y de una forma alquímica, esas vibraciones recogen el salitre de los mares, se unen con el rocío de los páramos y las piedras de los ríos, viajan con el viento desde el calor de la llanura hasta la cima de las montañas y recorren cada trocha, sendero y camino desde la profundidad de la selva hasta hasta el pavimento de las ciudades, para transmutarse en música, en hechizos de sonido que poseen nuestras caderas, acarician nuestros oídos y conjugan en unos acordes y golpes de tambor la verdadera riqueza de esta tierra.
Colombia al Parque 2022 fue una oda a esa riqueza. 22 mil personas no solo celebraron los 20 años del festival y el esperado regreso de los Festivales al Parque, sino esa infinita diversidad del país que permitió que durante 12 días, los sonidos de todos los puntos cardinales del país retumbaran en la capital, que desde el 16 hasta el 27 de febrero se convirtió en un punto de convergencia de la cultura colombiana.
Pocos espacios miran tan adentro, tan a la raíz, como Colombia al Parque. Este festival explora la música colombiana, los puentes que crea y la constante evolución de sus composiciones. Porque si bien sobre este escenario se puede escuchar un joropo, un vallenato o un currulao en su versión más tradicional y clásica, como fue el caso de Agrupación Guarura, Aluvión o el Grupo Carranguero Los Parientes; también se puede disfrutar de las adaptaciones contemporáneas de las músicas colombianas, donde las máquinas o las guitarras eléctricas generan un diálogo entre las regiones, como lo hicieron Indus, La Sonora Mazuren, Los Pangurbes, Phonoclórica o Rizomagic.
En ese diálogo está la riqueza de este país pluriétnico y multicultural. Esas ondas de sonido logran tejer una gran manta en la que realmente cabemos todos y todas, esa hamaca grande donde se mece este territorio compuesto por miles de otros territorios, los cuales hoy, en tiempos de post pandemia y cambio, necesitan más que nunca empezar a verse y reconocerse. Necesitan empezar abrazarse, apoyarse y acompañarse.
En un mundo de divisiones, incertidumbres, caos y dolor, juntar decenas de cuerpos en un parque bajo la lluvia para bailar al unísono es algo supremamente necesario. Algunos pensarán que esto es algo mundano, pero poder conjugar a toda una ciudad en un solo lugar, sin importar nada más que las ganas de sentir la música, es un acto político muy poderoso.
Sobre todo cuando artistas como Dawer X Damper desde la tarima dan gracias a lo divino por la diáspora negra, cuestionan el machismo y sobre su colorida ropa ponen la frase “Quién los mató”. o cuando Mabiland gritó con toda fuerza “Viva el Chocó” o cuando Velandia y la Tigra juntó a los músicos de la Segunda Línea para dar un show conmovedor.
Colombia al Parque, buscó por unos pocos días hacer un mapa musical de esta tierra, y a través del baile y el sonido decirnos que es hora de sacar la cabeza de la capital y empezar a mirar, escuchar y caminar todo el país. La música nos ayuda a encontrarnos en la diferencia y a romper cualquier barrera que bloquee nuestra mente. Cuando se baila al ritmo del acordeón de Yeison Landero y su herencia cumbiera o se contempla la voz de Marta Rodríguez cuando nos dice “Para la guerra nada”; o se cae en la hipnosis de Mitú el mundo se vuelve más pequeño. El caos se oye más lejos y la esperanza resuena en cada fibra del cuerpo.
Pero esta música también nos invita a movernos, a construir esa Colombia que deseamos, a no olvidar nuestros muertos, ni nuestros dolores y realmente comprometernos a que estos no se repitan. En esta unión de sonido y movimiento está la esencia del país, una esencia de unidad, de respeto, de inclusión y de tolerancia, muy alejada de los caducos discursos patriotas y sus fronteras. Cuando bailamos, hablamos el mismo idioma, como se sintió al ver a Los Mirlos del Perú, a Mula de República Dominicana o a la Orquesta Pérez Prado con Rubén Albarrán de México.
Este año Colombia al Parque demostró que las fuerzas que nos unen van más allá de los discursos y las imposiciones. Que el pasado, el presente y el futuro se entrelazan y complementan, para lograr una comunión con nuestros ancestros y nuestros vecinos, que la paz es posible y que para construir un mundo distinto es cuestión de dejarse llevar y compartir la libertad.