“La Época del Rap de Acá”: Una entrevista con Santiago Cembrano
Buscar y rebuscar en Bogotá. Ir a Medellín, sacar entrevistas y seguir rastreando. Mantener firme su criterio y no convertirse solo en un vocero de lo que hay. Esta ha sido y seguirá siendo la hoja de ruta de Santiago Cembrano, quien hace poco lanzó un libro titulado La Época del Rap de Acá.
Este antropólogo y politólogo, a quien quizás algunos hayan visto haciendo parte de las reseñas críticas de El Enemigo, se ha convertido en una de las principales voces que hablan de rap en el país, y en este libro se resume un trabajo de años, aunque aún haya mucho por hacer. Con una carátula hecha por Iconblast, un tipo que ha creado y recreado imaginarios que han sido plasmados en varias carátulas de álbumes rap, y con un prólogo con la firma de Gambeta, Cembrano reunió diez capítulos -con dos perfiles y el resto entrevistas-, que registran un momento en el que este género muestra nuevas caras y ha ampliado sus fronteras líricas, sonoras y estéticas en general.
Zof Ziro, N. Hardem, Ali AKA Mind, Lianna, Ruzto, Alcolirykoz, Rapiphero, Luis7Lunes & Vic Deal, No Rules Clan y Granuja, son los nombres que componen esta fotografía. Nos sentamos a hablar con él sobre el contenidos del libro, las reflexiones que lo rodearon y el proceso de autogestión con el que logró sacarlo adelante. Un documento para la historia.
¿Cuál sería el aporte para usted de La Época del Rap de Acá?
En primer lugar es simplemente el hecho de hacerlo y demostrar que la memoria en el rap no puede ser solo de tradición oral. Como género siempre ha sido dado a contar historias, a aprender de los que estuvieron antes y eso es una chimba, pero también dificulta que alguien que está empezando en la vuelta y quiera aprender pueda hacerlo, porque depende de las conexiones personales que tenga. Como dice la canción “Tonto” de ToteKing, “copias to' de los Yankees menos el respeto por los OG's”, por los que estuvieron antes. Deberíamos enctonces copiarles también esa industria informativa que tienen: revistas, documentales, páginas de internet, de todo. Aportar a la memoria.
¿Que memoria busca registrar?
El libro registra una parte, aunque pequeña en proporción pero para mí muy importante, de lo que ha pasado en el rap en los últimos años. En general todos los que están ahí han sido de esta última década. Hay también algunos empezaron antes, pero que explotaron en este tiempo. Tira más hacia Medellín que hacia Bogotá, y a captar ese alcance que ha ganado el género. Siento que estoy capturando el reflejo de una generación que amplió las fronteras haciendo un muy buen material. Lograron que la gente fuera al rap sin sacrificar cosas para llegar a la gente.
¿Cómo caracterizaría ese alcance?
A partir de 2015 o 2016 yo empecé a notar que gente con la que estudiaba, que no le interesaba el rap para nada, empezó a escucharlo.
¿Por qué cree que sucedió?
Esto es especulativo. El rap ha sido una música que carga con estigmas y de pronto a medida que fue creciendo esos estigmas se fueron suavizando, y la gente empezó a escucharlo más. Pero creo que fue un proceso de doble vía entre la gente y el rap que se estaba haciendo. También quizás porque muchas veces las letras son más cuidadas estéticamente, los beats han mejorado, las portadas suelen ser más atractivas.
Es según eso, ¿es la época del rap de acá? ¿Por qué?
El título igual es provocador, pero sí creo que es una época particular que para mí empieza, o no sé si empieza, pero en la cual es clave el lanzamiento de Letras Mayúsculas de Alcolirykoz. Son como los padrinos de este parche. Ese fue un disco que yo descubrí tarde, pero viendo hacia atrás y entendiendo el contexto, me doy cuenta que logra balancear bien historias de barrio y de la gente con metáforas y mucho ingenio. Quizás antes el rap colombiano era demasiado explícito y alguna gente no se lograba conectar.
¿Cómo puede ejemplificar ese cambio?
Por ejemplo con artistas como N.Hardem, que no habla del barrio o de violencia, son letras mucho más introspectivas y eso ayuda a que otra gente se identifique más. Ahora, uno se conecta con historias que estén bien contadas, no tiene que ser que uno las haya vivido o las pueda vivir. Creo que eso no estaba tan ahí en el rap colombiano. Había historias con un potencial muy fuerte, pero en general algo faltaba: había pocos punch lines, ese cuarto golpe en una línea que lo hace a uno decir como “Whooooo”. Como dice Gambeta de Alcolirykoz: “Que no es solo buscar un sample y rapear sobre algo que pudiste leer, creen que todo es simple pero se necesita técnica hasta pa' desabrochar un brasier”.
¿Y en cuanto a los beats?
Yo sí creo que fue práctica y probablemente el acceso a equipos. Muchos de los artistas con los que hablé grabaron en un cuarto con máquinas caseras, pero el nivel de estos es bueno y puede salir algo chimba. Quizás en el 2001 eso no era tan fácil. Pero el punto es que los beats de los artistas de este libro son significativamente diferentes, mejores para mí...
¿De dónde se alimentan?
Yo creo que hay un diálogo muy claro con la escuela de Estados Unidos, aunque no se puede hablar de solo un referente. En No Rules Clan, que inició como una segunda revolución en el año 2012 con Rap Nativo, abriendo mucho el panorama en Medellín, se ve una forma de hacer las cosas y muestra ese diálogo. No es de imitar, pero sí mirarlo. Tampoco es que esta conversación no existiera antes, porque bien o mal Estados Unidos es un referente en el rap para todo el mundo, pero no sé si estaba tan explícito o existían las posibilidades para hacerlo explícito.
Mencionaba también sobre la gráfica...
Sí, se profesionalizó por ejemplo el arte de las portadas. No se puede pensar, repito, que antes no se hacía nada y estos manes se lo inventaron, no. Todo está construido sobre lo anterior y quizás, al igual que en los beats, esa profesionalización no se había dado por recursos.
La selección que hace de los textos, ¿obedecen a una planeación conceptual? O fue más lo que tenía a la mano luego de un buen tiempo haciendo entrevistas y escribiendo sobre el tema.
Ambas. Realmente sí es una compilación, dije “tengo estas entrevistas, voy a hacer un libro”, pero cuando las busqué también estaban definidas por lo que me interesaba y me causaba curiosidad, entonces creo que en general cada artista muestra una perspectiva distinta.
¿Puede ilustrar con un ejemplo de esas diferentes perspectivas que encuentra el lector?
Alcolirykoz es como ese puente entre la vieja escuela y lo que está pasando hoy. Lianna es la voz del neo soul en Colombia, no es rapera en el sentido estricto de la palabra, pero canta sobre instrumentales de rap y está muy ligada al hip hop. N. Hardem para mi es el mejor rapero de Bogotá. Ruzto hizo parte de esta ola y con Aerophon le dieron mucho a la capital, pero sobretodo haciendo rap con mensajes positivos, y eso es valioso dentro de su contexto. No Rules Clan son para mi propulsores de un estilo que marcó Medellín. Granuja es tipo muy metido en su vaina, un man solitario, que rima escéptico frente al mundo y se cansó de tantas peleas entre raperos. Rapiphero es un artista desde el campo como diciendo “Yo voy por mi lado, la ciudad está reputeada”. Y así...
¿Qué se quedó por fuera?
Me hubiera gustado trabajar más con beatmakers, como por ejemplo AvenRec, que creo que es fundamental Y si bien en el libro se habla de beats, no hay entrevistas a alguien que se dedique específicamente a este oficio como tal. Claro, en la sección de Gambeta hay pedazo dedicado a él como El Arkeólogo, pero me hubiera gustado tener más.
En Bogotá hubiera podido incluir artistas como TSH Sudaca, que es un personaje que admiro y que tiene sus puntos para aportar ahí. En Medellín la perspectiva de Fly So High, que es un veterano que sigue haciendo vueltas hoy con una propuesta muy propia. O también Crudo means Raw o Doble Porción que hicieron parte de este boom. Aquí hay que decir que la misma logística iba tomando decisiones editoriales por mi. Algunos no están porque por cuestiones logísticas la entrevista no se dio, y al final lo ceñí al número diez porque sino se iba a ser muy extenso y quería que fuera algo conciso. No es el trabajo de toda una vida, sino de sacar lo que ya había.
En cuanto al formato periodístico que usó, pues solo encontramos dos perfiles y el resto son entrevistas, esto fue una decisión consciente o fue algo fortuito.
Fue una decisión. En primer lugar por tiempo, pues no quería hacer un perfil de cada uno y que tomara demasiado tiempo. Solo con el de N. Hardem me demoré cuatro meses, hubiera sido un libro en cinco años y yo quería sacarlo ya, estaba engomado. Y por el otro lado quería inmortalizar las palabras de los artistas, no las mías. Claro, yo hablo ahí, hago introducciones y hago preguntas, pero realmente lo que pesa es la voz de los artistas. Me gusta que la gente acceda directamente a esta.
Y sobre el porqué de los perfiles, ¿hay un motivo para que sean sobre N. Hardem y Gambeta?
Eso sí fue muy fortuito. El perfil de N. Hardem me lo encargó Vice, que se publicó y me parece que quedó bien. Luego me encargaron el de Gambeta y cerraron operaciones en Colombia. Ahora, es un perfil de cuarenta páginas que probablemente en Vice no hubiera podido publicar, por lo que en el libro sí seguí mi capricho. Funcionan también para romper un poco la narrativa de las entrevistas, mostrar mi músculo como autor y darle a la gente una perspectiva de cómo se puede cubrir el asunto. A mi la crónica me gusta porque es la pausa en el periodismo, en una época donde todo es tan rápido, y es un ejercicio que abordaba desde mi faceta de antropólogo.
¿En qué radica la importancia del papel del rap desde ese punto de vista antropológico?
En su fuerza narrativa, son las voces de esta generación y eso ya es un aporte valioso. En Zof Ziro uno ve el relato de una generación que no quiere trabajar en una oficina, que no quiere hacer lo que hay que hacer sino crear música. Y hacer música significa hacer lo mío. Creo que por eso tantos tatuadores y grafiteros y gente creativa se identifica con la música de ellos. También a mí me motivó a hacer el libro, sin importar si tenía editorial o no.
Creo que hay algo político, aunque la mayoría del rap de acá no es explícitamente político. Por ejemplo una canción como Fruko y sus presos de Alcolirykoz sí me parece etnografía muy chimba de un barrio y de dinámicas muy propias que nadie más va a contar. O Granuja en Círculo vicioso hace un relato de cómo él vive Medellín. El rap ha sido de perspectiva muy de enfoque, usted no cuenta un país, cuenta su calle, su barrio, su ciudad por mucho, entonces estos manes tienen una visión muy tesa para contar lo que están viviendo.
Es de enfoque, claro…
Estaba con No Rules Clan hablando del disco Pantone. Hay una parte de una canción que se llama El Grupo en la que cuentan que llegan con dos viejas a la casa y se van para el cuarto, y en ese punto me dicen: “Si fuera una canción de reggaetón estaríamos contando lo que pasa en el cuarto, en cambio una canción de rap se cuenta todo lo anterior”. Cómo salen del barrio, qué bus cogen, dónde se encuentran con los parceros, cómo van al sitio, etc. Es una suerte de literatura de barrio.
Al libro le ha ido muy bien en ventas, ¿por qué cree que obtuvo esa respuesta?
El rap colombiano está en un gran momento y la gente responde a eso. Los artistas hablan de cómo ellos sacan camisetas, discos y se venden. Pero también siento que no hay nada así, es un libro único. Si alguien saca un disco, pues hay varios artistas sacando discos, en cambio un libro sobre este parche no ha salido. Ahora, no es que no haya más libros de rap, hablo es de este parche y de esta época, y eso también ayuda, dado que es darle a los fans del rap, que son muy nerditos, algo que se pueden devorar. Yo tenía ahorros para hacerlo, pero lanzamos la preventa y antes de hacer la impresión ya teníamos todos los gastos cubiertos.
Había hambre de esto...
Sí. Y estoy muy contento.
¿Por qué se decidió por un libro?
Todo el mundo habla de la crisis de los libros, pero al no ponerlo en internet completo y que la gente lo deba adquirir en físico también le da cierta importancia. Si solo queda en internet, compitiendo con un montón de información que distrae, se pierde. Al sacarlo se le está dando un valor diferente. Y este libro para mi demuestra que si uno tiene un nicho identificado y una propuesta novedosa que aporte algo a este, definitivamente puede hacer algo interesante.
¿Cómo logró sacarlo adelante?
Ahí es clave Juliana Velasco, que es como mi socia y parte fundamental del proyecto. Yo solo sabía que quería hacer un libro, pero ni idea cómo. Ella me habló, me empezó a ayudar con el tema de Derechos de Autor y con toda la parte operativa. La portada la hizo Iconblast, que para mí es un honor porque ha sido el artista de carátulas increíbles como el de La Bomba de Ziroshima de Zof Ziro, o el de Manzanas a la Vuelta de Doble Porción. La Corrección de estilo lo hizo una amiga, la diagramación otro amigo y así...
¿Muy difícil el proceso?
Fue más difícil que escribirlo, pero emocionante.
¿Por qué decide que el prólogo estuviera a cargo de Gambeta?
Alcolirykoz para mí es el grupo de rap más importante en la historia del país. Lo que hacen me encanta y está por todo el texto. No hay nadie en el libro que no haya tenido un vínculo con Gambeta. Y además él siempre ha resaltado la importancia de la memoria, por ejemplo en en Los sospechosos de siempre, de su último disco Servicios Ambulatorioz, dice: “¿Cuál es el precio de la historia? Difícil ser leyenda en un país sin memoria”. Siempre intenta dar las gracias y recordar a la gente que había hecho rap antes, como Rulaz Plazco que es fundamental, o La Etnnia que son los papás de la vuelta, o Rocca con Tres Coronas. Entonces, siento que él tenía una afinidad con ese trabajo de memoria. A ese man le duele el rap colombiano.
¿Qué lectura hacer del periodismo musical en Colombia?
De entrada para que haya periodistas musicales tiene que haber dónde escribir, y realmente no hay muchos lugares. Siento que la gente que sabe de el tema, entonces, se pone a hacer otras cosas. Pero también me he encontrado con un campo inexplorado y hay mucho por hacer. Todavía no hay agentes de prensa, no hay managers -que a veces joden todo-, la mayoría está a un mensaje de distancia y eso permite contar historias muy bonitas. Depende de la agencia de cada uno. Hay que ser creativo y constante, no es de dedicarse un día y ya. Per en sí el periodismo musical está muy precario, hace parte de la crisis que atraviesa el periodismo en general. También creo que tiene que ver con la velocidad y superficialidad. Este es un llamado a superar también la mediocridad, siento que lo que se escribe sobre rap ha sido muy insuficiente.
¿Qué otras investigaciones quisiera hacer?
Estoy motivado, quiero seguir escribiendo y escribiendo de rap. Llegar a más ciudades. Cubrir lo que está pasando con este género en español, pues la audiencia va creciendo. Es fundamental pensar a nivel regional para que los artistas giren entre países para fortalecer el mercado de la lengua española que es enorme. Necesitamos más gente que lo escriba.
¿En qué otros países se está moviendo el rap en español?
Venezuela, aunque siento que es menos novedad: El boom de Lil Supa, de Canserbero, de Apache fue hace varios años y está más consolidado. En Argentina están pasando cosas chéveres con Dano o T&K. En España siempre están saliendo cosas tesas, claro, ya no es la época dorada, pero hay cosas bonitas de Erick Hervé, Dheformer, N-Wise o Allah. Chile tiene una escena enorme, pero su mercado funciona muy hacia adentro. El rap en español coge más fuerte, pero creo que mencionaría esos. México también tiene mucho, obvio.
¿Qué le queda de toda esta experiencia?
El libro da cuenta de una gran lucha por creer en lo de ellos. Es muy esperanzador hablar, pues son un ejemplo e inspiración para hacer lo que uno hace. No en una vuelta de “sigue tus sueños”, sino de estudiar, trabajar y no dormir por lo que uno le apasiona. Creo que los oficios creativos no se pueden hacer a medias, porque es un campo difícil, hay que entrar entero.