"Hay que desvivirse por la revista al igual que uno se desvive por una canción"
De 2003 a 2008 se publicó la primera Rolling Stone que se editó en Colombia. Hablamos con Astrid Harders, quien fue su directora desde 2005 hasta el fin de su publicación.
"La primera etapa de RS Colombia tuvo la valentía de reconocer en portada al enorme Álvaro José Arroyo, en un reportaje que le determinó el Premio Simón Bolívar a su autor, Mauricio Silva. El riesgo lo tomó su directora de ese momento, Marta Orrantia, y no fue un error: la vida disoluta y extrema de Joe Arroyo resultó ser más profundamente rockera que la de muchos de nuestros reblandecidos "rockeros" locales, sumidos en el vegetarianismo y en la actitud zen".
Las palabras son de Jaime Andrés Monsalve, jefe musical de Señal Radio Colombia. La primera encarnación de la Rolling Stone en Colombia causó, y todavía genera, reacciones similares; sentidas, viscerales. Fue uno de los pocos espacios impresos que se tomaron al rock y a la música en serio en el país. Por eso, sus contenidos, y su propia identidad, venida de un nombre de reputación mundial, eran los temas de un constante debate que revive hoy con el nacimiento de una nueva edición colombiana, producto de un proyecto diferente.
A propósito de esta renovación en el mundo editorial de revistas en el país, entrevistamos a Astrid Harders, quien llevó las riendas por un tiempo de la primera RS en la que escribieron periodistas colombianos, la de la portada del Pibe Valderrama (con un reportaje del novelista Ricardo Silva Romero) y la de Arroyo (Joe Arroyo: el último cimarrón del periodista Mauricio Silva); pero también la de grandes entrevistas como la de Andrés Calamaro, y la fiel y crítica acompañante de los conciertos y eventos musicales que sucedían en Colombia hasta 2008, cuando cerró luego de lanzar su edición 58.
Señal Radiónica: ¿Recuerda cuántos años duró la Rolling Stone (RS) y cuántas ediciones salieron a la venta?
Astrid Harders: Si no me falla la memoria, la primera edición de la RS Cono Norte fue en octubre de 2003 (portada Andrea Echeverri). Hubo una edición cero, pero la primera en la calle fue esa. Y si no me equivoco, fueron 5 años y 58 ediciones.
SR: ¿Cuáles fueron los cambios de editorial y por qué hubo tantos en tan poco tiempo?
AH: El cambio más drástico fue el cambio de “papás” que tuvimos. Pasamos de tener dueños locales (GPL), a tener dueños mexicanos, la editorial Mapas. Mapas tenía más interés en seguir con Gatopardo desde México y no con RS acá. El cambio final sale de ahí.
SR: ¿Qué papel cree que jugó como proyecto de periodismo musical y de entretenimiento durante los años que estuvo activa?
AH: RS aterrizó el periodismo musical escrito de calidad en Colombia. No es que no lo hubiera en otros lugares antes; en la radio, por ejemplo, hay importantes periodistas colombianos que combinaron profesionalismo con melomanía. La diferencia con RS es que la revista tenía su nombre y su legado mundial como carta de presentación. Y más allá de esa primera impresión, había exigencias y estándares editoriales para no desafinar con ese legado. No se podía poner a cualquier banda que nos sonara en portada, se consultaba tanto con la Rolling Argentina como con Casa Matriz en Nueva York, por ejemplo. Creo que RS, al ser una publicación con historia, también cambió la percepción de que el rock era algo adolescente en nuestras latitudes. Claro, lo puede ser, pero bien sabemos que también es algo adulto y capaz de cambiar el curso de la historia. Tampoco se puede olvidar que RS no se limitaba a temas musicales.
SR: ¿Qué cree que se perdió, qué vacío dejó al acabarse la RS que no se ha podido llenar hasta ahora?
AH: Una conexión y un diálogo constante con una Casa Matriz que dicta la parada en cuanto a periodismo musical, político, cultural y social a nivel global. Tal vez también un filtro más neutral, un criterio alejado de nuestra perspectiva local y la necesidad de saber empaquetar periodísticamente a nuestros artistas de manera profesional y atractiva para oídos extranjeros.
SR: ¿Cómo describiría la época que vivió la revista desde la perspectiva de la música Colombiana? ¿Tuvo influencia en en el boom de sonidos que estamos viviendo?
AH: Hay bandas que cambiaron durante los años en los que circuló la revista y fue muy emocionante poder registrar eso. El ejemplo más evidente es Aterciopelados. Se empezó con la portada de Andrea como solista, con Milagros en sus brazos, y posteriormente Héctor y Andrea retornaron a la portada al sacar Oye. La revista documentó los pasos iniciales de Bomba Estéreo, Velandia y la Tigra, todas las ediciones de Rock al Parque durante esos años (siempre apuntándole a la crítica constructiva y a nuevos ángulos, más allá de un cubrimiento predecible), el retorno de Hora Local, el rol de I.R.A., cada sencillo de Carlos Vives, Shakira y Juanes, los nacimientos o la evolución musical de Superlitio, Pornomotora, La 33, ChocQuibTown, TBCB, Koyi K Utho y 69 Nombres, por nombrar solo algunos. Mientras RS circuló, Latinoamérica en general no estaba viviendo el boom que está viviendo ahora, por eso la revista era aun más importante para los músicos. Y claro está, más de una vez se publicaron artículos, perfiles, entrevistas y notas que hicimos sobre bandas colombianas en otros países en los que RS circulaba. Sé que para muchas agrupaciones fue un importante y buen impulso.
SR: A partir de su experiencia, ¿qué le diría a los nuevos editores de RS Colombia en caso de que le pidieran un consejo?
AH: Lo más importante de editar y publicar la RS es mantener el equilibrio entre el apoyo a artistas locales y el legado global de la revista. No hay fórmula mágica y siempre es necesario tomar las decisiones alejadas de gustos personales o amigos músicos. Es una revista que apasiona fácilmente, hay que respetar al lector y el oficio periodístico, al igual que a los artistas. Hay que saberse muy bien la historia de la RS nacida en 1967 y conocer el mercado editorial local. Hay que desvivirse por esa revista de la misma manera que uno se desvive por una canción… o hasta más.