"Hay gente que no quiere ceder un centímetro de su confort": una entrevista con Felipe Naranjo
El pasado 26 de agosto el Señor Naranjo se presentó en Medellín, en Trilogía Bar, junto a la agrupación bogotana Oh’laVille. Qué bien se siente estar escuchando música en vivo otra vez y qué fortuna poder presenciar al Señor Naranjo interpretando su última placa: El Malestar Burgués (2020). Y aunque no faltaron algunas fallas técnicas, la banda, con toda su fuerza y una subyacente calma que solo entrega esa honestidad con la que hacen música, plasmó esa noche ese sello tan auténtico que tiene tanto en su sonido como en las letras que cantan.
Como ya lo mencionamos en una reseña sobre el citado disco, que pueden leer aquí, esa pausa frente a lo cotidiano, esa exploración frente a lo incomprensible de la existencia, a su fragilidad y ese cuestionamiento frente a la casi obsesiva búsqueda por la identidad y la necesidad de posar ante el mundo, hacen que un concierto de Señor Naranjo sea un ritual frente al vacío. De la mano de Felipe Naranjo, Juan Fernando Veléz y Adán Naranjo -hijo de Felipe-, uno piensa mientras se menea la cabeza, se hace preguntas, canta, reflexiona, baila, se olvida y se acuerda del mundo.
Decidimos, justo después del show, hablar con Felipe, personaje que vivió y encarnó en los ochenta el metal medallo y el punk medallo, ambas marcas de estilo que cambiaron el rock nacional. Un filósofo que ha usado la palabra y el sonido para narrar Medellín, para cuestionarse acerca del mundo y las tendencias de pensamiento a las que nos pegamos como miel. Un creador que ha dado vida al punk psicodélico nostálgico y del trópico underground punk, y de paso, parodiando las etiquetas con las que queremos definirlo todo. Con él hablamos sobre la identidad, sobre el vacío y ego, sobre la música y lírica. Esto fue lo que nos contó y que sirve como abrebocas a su próximo concierto en Bogotá este viernes 10 de septiembre.
En el primer sencillo de El Malestar Burgués, “Ciberneardental”, se pone sobre la mesa el tema de las etiquetas, que cargan en sí esa búsqueda de identidad que hoy está en boca de muchos. Quería profundizar un poco en la manera como usted interpreta esta búsqueda.
Si uno compara una sociedad prominentemente religiosa con nuestra sociedad actual, encontramos que, en la primera, el problema de la identidad está resuelto, porque hay un sistema de valores súper homogéneo que hace que vos tengás una identidad muy sólida. No te das cuenta porque ni siquiera la ves como una, sino que las cosas simplemente son así. En cambio, en este momento en el que toda esa conciencia religiosa explotó, al menos en la sociedad más urbana, entonces se generó de alguna manera un vacío que no se sabe muy bien cómo afrontar.
Y en vez de tratar de aceptar ese vacío y aceptar esa ambigüedad de la identidad, uno trata primero de buscar esa sensación de completud. En este tema me inspiré mucho, no sé si los has visto, en unos como Elvis Presley en Tokio, que se visten así y se reúnen en un parque. Ese es su rango de identidad, ese nivel tan específico y tan limitado a la vez. Entonces, en esta canción me imaginaba que ahora nos toca inventar unas identidades tan específicas, que lo empecé a jugar con lo del “Ciber neardental”, del “Neo-retro-man”, del “punk-patriarcal”, del “ultra-fancy-rat”. Cosas inventadas como esa de Tokio, que terminan siendo unas identidades demasiado débiles, pegadas de nada.
Ese rompimiento de la esfera religiosa a la que hace referencia, y a la que por ejemplo el sociólogo y filósofo Gilles Lipovetsky hace alusión en libros como La sociedad de la decepción: Entrevista con Bertrand Richard (2008), ¿lleva irremediablemente a reemplazarla de alguna manera? ¿Qué críticas y qué elementos positivos le ves a esa búsqueda?
Criticar una sociedad, de alguna manera, es muy poco significativo. Si se está pasando por eso es porque era inevitable. Puede ser un camino necesario para llegar a un tipo de conciencia diferente, de identidad diferente, en la cual de pronto se acepte la imperfección, la incompletud. Que lleguemos a identidades menos idealizadas, digámoslo así.
¿Crees que hacía allá vamos? ¿Y qué este afán actual de categorizar eventualmente puede aterrizar ahí?
Hay hoy en la sociedad un montón de cosas superpuestas. Hay quienes están todavía en esa conciencia religiosa, hay otros en la búsqueda de nuevas identidades que incluso son como unas subreligiones, cada una con sus especificidades súper rígidas y súper dogmáticas. Y después ya se pasa a otras, digámoslo, más laicas, pero que siguen buscando ese ideal de la identidad. Hay otros que quizá están haciendo una aproximación un poco más realista a este tema.
¿Qué papel juega el ego en todo eso? Lo pregunto porque creo que en un disco como El mundo solo sabe estar ahí (2017) hay una reflexión acerca de este tema.
El ego se derrumba ante el poder de la realidad. Creo que esa frase, decir “el mundo solo sabe estar ahí”, se refiere a ese peso o a esa fuerza tan enorme de la realidad. Uno construye mil cosas, busca por ahí, busca por allá y al final siempre el mundo solo está ahí. Y eso es lo que le duele a uno, que no está esa cosa toda imaginaria, ni está tan centrada en mis fantasías o en las mil narrativas que uno inventa, que al final son castillos de humo.
¿Se relaciona El malestar burgués, como disco, también con esa manifestación del ego?
En el disco hay varias canciones que hablan de eso. Hay piezas medio punkeras en las que la misma base de la música lo llevan a uno pensar en ciertos temas clásicos del punk. Por ejemplo, en “Cuántos quieres que te miren”, básicamente se está diciendo lo mismo que en el “Ciberneardental”, pero de otra manera. Dentro de esas idealizaciones está la idealización de ser una estrella de rock y esa ansiedad por suplir ese estándar. En general en este trabajo hay un cuestionamiento a un sin número de identidades sociales que son en el fondo muy débiles, no se sostienen y terminan generando la crisis social que vivimos actualmente en donde nadie sabe para dónde va el mundo, ni lo que estamos viviendo o donde cualquier cosa es verdad y la gente cree en cuanta teoría o conspiración.
No sabemos a qué miel pegarnos...
Exacto, qué desubique tan berraco. Un amigo artista ponía en una calcomanía, “el precio no llena el vacío de la obra”.
Hay un tema muy en fuerte hoy en día que levanta ampolla y es el de identidades en el género, ¿cómo lee este debate?
Muchas veces se le trata de dar un estatus ontológico a cosas que no lo tienen. Ontológico en filosofía es como el estatus de ser, de esencia. Yo entiendo que suceda porque de alguna manera todas estas preguntas y cuestiones que están pasando con la diversidad en el género son una forma de romper contra los esquemas tradicionales, pero creo que en esa ruptura no se trata de crear entonces 75 géneros. Al contrario, quizás es demostrar que todas las cuestiones de diversidad en el género en realidad son preferencias de las personas, sin que esto nos defina completamente porque no sé si este solo aspecto llegué a cubrir todo el estatus ontológico de alguien. Quizás pensar que yo busco para definirme es un rasgo tan específico o si este rasgo termina volviéndose también una camisa de fuerza. Hay que soltarse.
Es muy certera también la crítica que hace en “Eres un estoico”...
El estoicismo se vuelve otra etiqueta. La canción la hice pensando en un amigo que estaba muy impactado con esta filosofía, pero lo curioso es que él es una persona súper rica. Ser estoico cuando vos tenés todo en la vida, todo dado, pues es muy fácil. El estoicismo tiene un contexto diferente.
¿Cómo ha sido crear ese universo lírico?
Muchas de las letras las hago pensando qué tipo de letra punk escribiría yo en este momento de mi vida. Hace 20 años uno decía “maldita sociedad” o “Estado de mierda”, ahora lo digo más de otra manera, que en el fondo es como lo mismo pero cómo dicho de una manera que ofrezca una salida. Al final el anarquismo se agota a sí mismo. Hay momentos para romper con todo, pero después ¿uno qué hace?
¿Por qué “El malestar burgués” es su canción favorita?
Me gusta mucho, por un lado, la musicalidad que se logró en la canción. No es un rock tradicional. Estaba muy obsesionado con un disco de Tom Waits, que en realidad es una recopilación, se llama beatiful maladies (1998), un disco amarillito. La base percutiva y musical de ese disco me encanta y creo que en esa canción logramos pegarle a ese espíritu.
Por el lado de la letra, me gusta mucho, sobre todo porque me identifico mucho y casi que responde a un cuestionamiento que me he hecho sobre el origen de los conflictos sociales. Al final, después de hacer la canción, me di cuenta que esa expresión del malestar burgués me había ayudado a sintetizar la base de todos los conflictos sociales de esta parte del mundo y de cómo algunos justifican la desigualdad o cómo otros buscan una igualdad. Al final se trata de la distribución social del confort, para lo que sirve el dinero es para eso. Bueno, claro, primero para las necesidades básicas de la vida, pero de ahí para arriba sirve es para aumentar los niveles de confort.
“El malestar burgués” es básicamente eso: el malestar del que no es capaz de aceptar que ese confort también es esquivo, como los ideales. Puedes vivir la vida más confortable, pero en cierto momento deja de serlo porque ya querés algo más. Muestra esa problemática y de cómo esto puede llevar a que uno termine justificando y siendo una persona súper discriminativa hacia los demás, sacando frases como que “el pobre es pobre porque quiere” o que “yo lo que tengo lo tengo porque mi papá trabajó” o “porque yo me lo merecía” o “porque yo sí estudié”... Todo esos imaginarios que en el fondo son súper débiles y súper fáciles de refutar y que simplemente esconden el hecho de que no se quiere ceder un centímetro de confort.
Se me viene a la mente el filósofo político Michael J. Sandel y su libro La tiranía del mérito: ¿Qué ha sido del bien común? (2020), en el cual precisamente se refiere a esas justificaciones...
Sí, exacto. Lo que podría es citar el libro: lo primero que hace Sandel es demostrar que en realidad esta no es una sociedad de mérito, lo cual es muy claro. Es decir, con plata hay muchas más oportunidades y eso creo que lo sabe todo el mundo. Pero lo segundo es afirmar que, incluso si esta fuera una sociedad de mérito, también sería problemático porque se convierte en una sociedad de ganadores y perdedores, lo cual no es justo. Hay muchos trabajos que no se consideran meritorios, pero que son súper necesarios. Él mismo plantea que por los encierros a causa del COVID-19, mucha gente tuvo que seguir trabajando, como los que recogían basura. Son trabajos súper importantes que nosotros no valoramos porque en teoría no hay mérito o porque los hacen “los perdedores” del sistema. Es una contradicción enorme.
¿Cómo fue profundizar en ese experimento tropical tropical?
El proceso se puede cambiar. Yo a Pedro Ojeda (Romperayo, Los Pirañas) le mandé la canción tocada en guitarra y voz y él me dijo "yo me imagino como una base así”, me hablaba del chachachá, del surf y así. Yo siempre había querido hacer eso, pero antes no entendía muy bien cómo hacerlo. Me parece que es un nicho como una veta que está por explorarse para nosotros. A mí me parece que esto lo han hecho artistas como Marc Ribot y los Cubanos Postizos o el mismo Tom Waits, esos son algunos de mis referentes.
Entonces, ¿platónico o aristotélico?
Más aristotélico, claro, porque es que en lo platónico está esa construcción de lo ideal.