El poder de la música
César López tiene una idea clara sobre por qué la música puede ser terapéutica y sanadora en un país como Colombia.
Conflicto bélico. Tema delicado. Polvorín. Mar de sinrazones. Frente a eso, la belleza de la música.
Pablo Espinosa en "El poder de la música" (UNAM).
Así parezca inconcebible, a algunas personas no las sorprende la magia de la música, no les mueve la aguja ni un poquito. Tampoco las hace tararear una letra inventada a medias, ni recordar una navidad sonora celebrada con baile.
La Universidad de Barcelona, en un estudio reciente, comprobó esto científicamente. Al parecer, el 5 por ciento de la población del mundo, es tristemente "inmune" a los efectos emocionales de la música.
Beethoven o Vivaldi no les levantaron un pelo, según esa investigación, a quienes experimentaron placer cuando la prueba comparaba su emoción al escuchar música frente a la de ganar una pequeña suma de dinero. Bueno, hay placeres para todo el mundo.
César López, reconocido músico bogotano, por ejemplo, ha trabajado en la reparación simbólica y emocional de víctimas del conflicto colombiano, tanto en organizaciones comunitarias, como en el Centro de Memoria Histórica. Él, por su labor, puede hablar con conocimiento propio sobre el poder terapéutico y sanador que puede llegar a tener la música.
Las Voces de El Salado (2010), álbum que grabó en esa población de Bolívar, así como el acompañamiento artístico a colectivos de victimas en todo el país, son algunas de sus obras en este sentido.
El Banco Nacional de Instrumentos Musicales, es también su iniciativa. Su idea es poder dotar con instrumentos a víctimas en todo el país, y que, a través de la música, puedan seguir contando y exorcizando sus tragedias.
A propósito del Día Nacional de la Memoria y la Solidaridad con las Víctimas (9 y 10 de abril), hablamos con César (quien participará en este evento), para que nos contara cuál es su labor como músico en todo esto, y cómo es que puede el arte contribuir, a su manera, a reparar en algo los corazones de algunas de las personas que han vivido muy de cerca el horror de la guerra.
¿Qué actividades musicales y culturales se harán en este evento para las víctimas?
Cada organización se ha trazado la meta de hacer una actividad o un concierto. Por ejemplo, mañana el Centro de Memoria Histórica –CMH- y la Unidad para las Víctimas lideran un evento en el que se presentan seis experiencias de victimas a través del canto y de la música.
¿Por qué un concierto en algo que tiene que ver con el conflicto?
Cualquier evento que ritualice, homenajee o conmemore procesos de reparación, no solo recordando a las víctimas, sino también haciendo visibles los esfuerzos de organizaciones y colectivos, es muy importante. El Día Nacional de la Memoria y la Solidaridad con las Víctimas es un momento en el que se puede reflexionar qué avances hay en reparación y qué retrocesos. Me parece que el arte ayuda mucho a comunicar eso.
¿Cómo podría decir que la música repara?
La música tiene la facilidad de que es un dialogo de las emociones, más que de los argumentos o los discursos. Habla desde lo que la persona siente, así muchas veces no lo sepa poner en palabras concretas. Creo que eso le hace mucha falta a nuestro caminar en este proceso de búsqueda de la paz. La música en ocasiones es el vehículo para que alguien exprese algo que está sintiendo y empezar o continuar con su proceso de sanación; para poderse reconciliar, para poder perdonar.
¿Y cómo se logra el acercamiento a esa reparación simbólica?
Se trata de construir una confianza, de ser absolutamente legítimos, leales y rectos con lo que la comunidad quiere poner como su voz; con lo que la comunidad quiere contar y decir sin imponer ningún proceso o procedimiento. Somos solo guías para que ellos puedan ir soltando, hablando, cantando, y por supuesto, ya con el resultado final de un disco o una canción, guiar el proceso para que estos productos sean conocidos en otras partes del país.
¿No importa si las personas tal vez no tienen conocimientos o gustos musicales particulares?
Eso es muy importante. Esto no es exclusivamente para intentar el acompañamiento o la reparación de los que tengan sensibilidad artística. Todos serán receptores sensibles de música, como oyentes, como cantantes o como compositores. Pensamos que debemos hacer música que desde su producción y desde su difusión le hable a los músicos y a los no músicos.
Foto: César López, tomada de Facebook.
¿Cuál es el papel de las víctimas como artistas?
Eso es muy importante porque no solo se trata de contar lo que pasó como si los artistas fueran documentalistas de la situación, sino que reconstruyan una historia.
¿Y qué géneros han trabajado juntos?
Encontramos mucha música urbana, mucho hip hop hecho por jóvenes que cuentan las experiencias de sus barrios, a los que algunos han llegado desplazados de alguna parte del país. Cómo los recibe la ciudad, cómo empiezan a reconstruir sus lazos, son sus temas. Pero en lo rural encontramos muchísimo vallenato, corridos, folclor, chirimías, o bundes, según la región del país. También destacamos que el rol del músico en los pueblos es muy importante. Ellos portan con orgullo ser el juglar de la región, ser el decimero, el que compone, el que canta; desde el que participó alguna vez en un concurso regional, hasta el que regreso a su municipio orgulloso por el reconocimiento a su trabajo artístico.
Dentro del conflicto ¿han tratado los victimarios de opacar estas iniciativas o han utilizado el arte o la música para su beneficio?
Hay muchos ejemplos interesantes, algunos muy dramáticos. Hay que decir que también los grupos armados reconocen el poder de la música como medio de comunicación. He podido escuchar grabaciones de canciones que enseñan a construir minas antipersonales. Conocí, por ejemplo, el testimonio de un joven desmovilizado que construía estudios de grabación en la selva. Con árboles y ramas insonorizaba las paredes de una pequeña choza donde grababa.
¿Ha faltado que músicos colombianos "no víctimas” muestren solidaridad con el tema?
Creo que hay un despertar, o así lo siento, en el que los compositores piensa mejor sus letras. Saben que sus palabras tienen peso, que inciden en comunidades, entonces son más respetuosos con asuntos de género, o con no vulnerar los derechos de comunidades, por ejemplo. De todas formas hay que encontrar el punto en el que el artista pueda seguir cantando, seguir contando e investigando sin perder su naturalidad o su frescura, pero sí siendo consiente del país y del momento histórico que le ha correspondido.
¿Cómo buscar que más músicos como usted se comprometan?
El ejercicio es vencer al ego. Digamos que ego y artista van de la mano, pero lo que importa es dejar el ego atrás y decir “aquí la que importa es la voz de las personas, no la mía”, y también el proceso formativo y la pedagogía. Creo que eso está pasando. Existen grupos, colectivos de música y de folclor, de distintos géneros, que están metidos en los barrios gestando, produciendo. Así vaya a paso lento, está sucediendo. Vamos cada vez siendo más concientes de que lo que se canta necesita tener un nivel y una altura ética muy alta para que sean piezas que le sirvan realmente al país.
La Escopertarra, es un símbolo en el mundo de la tragedia del conflicto en Colombia ¿También lo es para las víctimas?
A esa guitarra le vamos encontrando su lugar correcto. Es una herramienta que ayuda a comunicar, a tejer puentes, que simboliza a los muchachos que salen de la guerra y dicen: “yo era un arma y ahora soy un proyecto de vida”. Pero también les habla a los músicos diciendo que llegó el momento en el que el arte tiene que ser parte de la solución, que ya no podemos seguir cantando aisladamente buscando beneficios personales. Hay que meterse al ruedo con canciones y reflexiones. Es un objeto que interpela. A muchos les gusta, otros la odian y está bien. Eso es lo que se pretende, que genere reflexión.
¿Qué libro recoge estas iniciativas de reparación simbólica?
Todos los informes del CMH son importantísimos. Hay que leerlos todos y el ¡Basta ya! que es el último que han sacado. Están todos en su página web. Me parece que esos libros son documentos hechos por investigadores muy juiciosos, con una visión muy neutral, y suman poderosamente a lo que estamos tratando de hacer para entender el conflicto.