Miguel Ángel: la vida detrás de la raqueta de ping pong
Esta es la historia de Miguel Ángel Aguirre Madrid, un tenimesista de 12 años que a su corta edad es campeón latinoamericano de tenis de mesa.
Una pequeña pelota de plástico, un par de raquetas y una mesa de casi 3 metros de largo por uno y medio de ancho son lo que se necesita para jugar al ping pong. O por lo menos para hacerlo como una actividad recreativa donde se pongan a prueba los reflejos y la velocidad. Para practicar el tenis de mesa, un deporte que funciona bajo estas mismas lógicas, se requiere aún más.
Este deporte, que es considerado el más practicado en el mundo con alrededor de 400 millones de competidores participando en torneos, clubes y ligas, cuenta con un colombiano como el campeón latinoamericano en la categoría Sub 11.
De ese título, obtenido en Lima en 2016, a la primera vez que Miguel Ángel Aguirre decidió tomar una raqueta para jugar ya van cuatro años: “en el barrio donde vivo abrieron un semillero de tenis de mesa, un día fui y me gustó, y empecé a practicarlo, me pareció muy chévere, y desde ahí”.
Así cuenta este chico de 12 años el momento que marcó un antes y un después en su vida, ya que a través de estos últimos cuatro años, la carrera deportiva de Miguel ha ido en ascendente, en parte por su constancia día tras día: “empecé a tomar nivel y al salir a torneos. Cuando me iba bien cada vez me iba convenciendo más de que podría ser un deportista de alto rendimiento y no verlo como un hobbie”.
Que la edad no nos engañe. A sus 12 años él tiene claro lo que se necesita para practicar un deporte: concentración, disciplina, trabajo arduo y constante. Pero también está seguro que si no disfrutase cada partido que disputa, no podría darlo todo para enfrentarse a la presión competitiva: “cuando estoy jugando me siento libre, me divierto. Cuando uno juega con rabia las cosas no salen como uno quiere, por eso es importante controlar las emociones en el juego”.
Y es que la diversión se ha convertido en un factor crucial en cada torneo que disputa, más allá de las presiones y del rigor competitivo, él tiene claro que disfrutar de lo que hace está por encima. Empuñar una raqueta de madera lo ha llevado a recorrer Colombia y a varios países del mundo, de donde más que medallas y trofeos, se ha traído experiencias y amigos.
Contrario a lo que se creyera, a estos viajes debe ir acompañado únicamente de su entrenador, y para alguien de esta edad, acostumbrado a estar siempre en familia, es una experiencia que puede dar susto enfrentar, por lo menos al inicio: “la primera vez da mucho miedo, pero vas cogiendo cancha y vas más seguro cada vez. Además conoces y haces amigos en cada viaje”.
Ya ha recorrido gran parte del país como deportista y ha volado a Paraguay, Panamá y Perú, pero no quiere que sus periplos terminen ahí, a Miguel le encantaría seguir viajando con la raqueta en su maleta por gran parte del globo, hasta que su disciplina y juego lo lleven a unos Juegos Olímpicos. Ese es su sueño.
Óscar Zuluaga, uno de los entrenadores de Miguel en la Liga antioqueña de Tenis de mesa, habla de él como un deportista con cualidades que sobresalen a muchos chicos que practican este deporte en el país, y de sus capacidades para estar constantemente mejorando en esta disciplina: “él a nivel competitivo se desempeña muy bien ya que tiene muy buena capacidad de reacción ante la competencia bajo presión, tiene una muy buena regularidad para su edad y eso le permite sacar ventaja de sus rivales aunque también es capaz de remontar marcadores adversos, y desde la técnica tiene características que lo destacan en su categoría e incluso en categorías superiores”.
Un día normal de Miguel Ángel no dista de lo que sería una jornada cualquiera de alguien de su edad: “madrugo al colegio a las 6, salgo a la 1, llego a la casa a almorzar y hacer tareas para ir a entrenar a las 4 hasta las 8; llego a casa para terminar tareas, hacer el horario y acostarme a dormir”.
Su tiempo se reparte entre sus deberes y sus entrenamientos, aunque juega fútbol y lo hace de una forma notable, lo suficiente para hacer parte de un equipo que disputa el torneo Pony Fútbol.
En sus días hay poco tiempo para otras actividades fuera de las deportivas, pero él, por encima de ser un deportista, tiene 12 años y quiere disfrutar cada momento de su vida con intensidad como lo haría alguien de su edad, y aunque es consciente de los sacrificios que debe hacer para ser mejor cada día en su disciplina, no deja de lado sus sueños y el hecho de querer construir día a día su propio camino: “quisiera ser deportista deportivo porque me gusta estar enterado de cosas y hablar con la gente”
Miguel Ángel cuenta con una familia que lo respalda y lo acompaña en todo lo que hace. Uno de sus padres viaja con él dos veces por semana desde Rionegro, municipio ubicado en el oriente del departamento, a Medellín para los entrenamientos y demás compromisos que debe cumplir un deportista de alto rendimiento.
Él, con orgullo, habla de su hijo y de lo que ha logrado hasta ahora: “algunas veces a uno le parece que está soñando, que es increíble lo que sucede con él, a veces no dimensionamos (como familia) los logros de Miguel, pero se siente un orgullo muy grande, y que el esfuerzo hecho tiene su gratificación”.
Y es que para Miguel, que con 12 años ya tiene varios juegos departamentales, nacionales, suramericanos y latinoamericanos de tenis de mesa encima, lo más importante y lo que le da sentido a cada día de entrenamiento y a cada partido disputado es la familia: “el ejemplo a seguir para todo es mi familia, que siempre me apoya y que siempre quieren dar lo mejor por los demás. Para mí lo más importante en la vida son el deporte y ellos, mi familia”.