La relación entre de The Grateful Dead y el equipo de básquet de Lituania
A veces pasa que en una cancha hay mucho más en juego que un simple partido. Entre el glamour y los elevados presupuestos que actualmente atraviesan el deporte profesional, se olvida que en la competencia hay historias de lucha que muchas veces cargan los sueños de una nación entera. Y más allá de patriotismos y nacionalismos, el representar a un territorio en un campo de juego, puede significar una descarga, un desahogo y una euforia colectiva para millones de personas.
Ejemplos de esto hay muchos a lo largo de la historia del deporte, pero pocos están relacionados con el rock n roll. De hecho, pocos tiene que ver con el rock en los Juegos Olímpicos, más allá de alguna canción promocional o algún artista pendiente de las competencias. Pero en las Olimpiadas de Barcelona 1992, el grupo de rock psicodélico The Grateful Dead, unió fuerzas con la selección de básquet de Lituania, para ayudar a todo un país a cumplir un sueño.
Los inicios de los 90 fueron una época convulsa y llena de cambios para Europa. En 1989 cayó el muro de Berlín y con esto llegó el final de la Unión Soviética. Eso significó que muchas naciones se independizaron de Rusia y comenzaron una transición un tanto caótica, pero que de a poco, volvió a unir países que por décadas estuvieron divididos. En el mundial de fútbol de Italia 90, una selección alemana unificada alzó la copa, lo que significó una ayuda tremenda para reconstruir toda una nación, y por eso, en la ceremonia inaugural de las olimpiadas del 91, había mucha expectativa ya que varios países iban a desfilar por primera vez con su propia bandera.
Entre esas naciones estaba la pequeña Lituania, que con apenas tres millones de personas, se había independizado después de 50 años de control soviético. Buena parte del Siglo XX, este país lo pasó siendo anexado a distintas potencias. Primero fue invadido por Alemania en la Primera Guerra Mundial; luego por Polonia; después la Unión Soviética se tomó el territorio sin encontrar resistencia; pero con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, los Nazis controlaron el país y muchos jóvenes se unieron a los escuadrones de exterminio de judios lituanos; finalmente tras la victoria de la Unión Soviética al final de la guerra, esta volvió a tomar el control del país hasta su independencia en 1988.
Pero, aparte del horror de la guerra y una dolorosa estela de muerte, a principios del siglo pasado, otra fuerza extranjera se tomó la sociedad lituana, pero para bien. El básquetbol es la gran pasión de este país desde más o menos los años 20, cuando Frank Lubin jugó para el equipo de la Universidad de California. Incluso en el 37 y el 39, la selección lituana ganó el campeonato de básquet europeo, pero durante sus años en la URSS, los jugadores lituanos representaron al bloque soviético y ganaron varias medallas olímpicas.
Pero estos triunfos eran agridulces para Lituania, ya que, su gente siempre soñó con ver su bandera alzarse en el podio olímpico y Barcelona era la oportunidad para probarse ante el mundo. El problema es que con la independencia también llegó la quiebra general y el país no tenía presupuesto ni para comprar uniformes, peor para mandar el equipo a competir.
Afortunadamente, Sarunas Marciulionis, una de las estrellas del equipo, había sido reclutado en 1989 por The Golden State Warriors, el equipo de San Francisco, y Donnie Nelson, uno de los entrenadores, decidió intentar darle una mano a la selección lituana. El hombre se comunicó con un diario y contó la historia de su jugador con la esperanza de conseguir algún tipo de ayuda.
Y la ayuda llegó desde un lugar inesperado.
Un buen día, Dennis McNally, publicista de The Grateful Dead, abrió el San Francisco Chronicle y leyó la historia de la selección de básquet de Lituania. Inmediatamente habló con Gerry Garcia y Bob Weir, miembros fundadores de la banda, quienes eran muy fanáticos del deporte y decidieron dar una mano.
Pero The Grateful Dead no quería simplemente dar plata y listo, también enviaron unos pintorescos y psicodélicos uniformes que tenían los colores de la bandera lituana y en la mitad había un esqueleto haciendo una canasta. Estos fueron un furor en Barcelona y medio que opacaron a las grandes estrellas del básquet olímpico: el famoso Dream Team de Estados Unidos compuesto por: Michael Jordan, Magic Johnson, Larry Bird y otros de los nombres históricos de la NBA.
Además cuando la humilde Lituania empezó a ganar, los ojos del mundo estaban pendientes del equipo que en las semifinales se enfrentó a Jordan y compañía. Obviamente los estadounidenses ganaron sin problema, 127-76, pero si como se tratara de un capricho del destino, en el partido por el bronce, el equipo rockero del este de Europa, debía enfrentarse a su antiguo invasor.
Qué aburrido ver a Estados Unidos ganarle por 32 de diferencia a Croacia en la final. El verdadero partido épico del básquetbol olímpico, y tal vez el más importante de su historia, fue Lituania contra Rusia. Esta era una oportunidad única para sanar las heridas del pasado y volver a comenzar como una nación independiente.
Este fue un partido apasionante de principio a fin. Pocas veces se ha visto un cotejo tan reñido y parejo en el que los jugadores dejaron absolutamente todo en la cancha. Para los jugadores lituanos este era el momento más importante de sus vidas, tal vez los minutos que le dieron sentido a toda su existencia. El pronóstico fue reservado durante toda la contienda y finalmente, de forma heroica, Lituania ganó por apenas cuatro puntos.
82-78 fue el marcador final y cuando los jugadores se subieron al podio, no solo llevaron los colores de su bandera sino los del rock n roll.