‘Cuando las aguas se juntan’, un documental sobre la lucha de las mujeres en los territorios del país
Por: Michel Cárdenas
“Los violentos pueden destruir los sueños, pero no la capacidad de soñar” dice Mayerlis Angarita, una de las participantes. Porque las mujeres, como las aguas, cuando se juntan, toman más fuerza y son capaces de hacer cosas maravillosas.
Cuando las aguas se juntan es un documental que reunió a más de 40 mujeres de territorios como Nariño, Cauca, Chocó, Antioquia, Bogotá, Putumayo y más, para mostrarnos que es posible recuperar la identidad y reivindicarse en busca de la paz, una paz que sea inclusiva e igualitaria.
La cinta es dirigida por Margarita Martínez Escallón, directora de la película La Sierra (2005) y apoyada por ONU Mujeres, la Embajada de Suecia en Colombia y la Comisión de la Verdad. Se filmó durante el 2020, en la pandemia, implicando retos en los traslados para la producción y también un riesgo a la salud, lo que la hace una obra destacable.
Margarita en una entrevista para Radiónica, nos resalta que es un ejercicio que está completamente alejado de la revictimización, ya que si bien reaviva algunos sentimientos, no es un juzgado: “Esto es un ejercicio donde tenemos su consentimiento, es en las circunstancias más bonitas y respetuosas, en el espacio que ellas quieran y cuentan lo que quieran. Es un homenaje a que la lucha de uno sea visible, a que los años de silencio, horror y persecución tengan un día en el que el país no solo las vea, entienda y aprenda, sino que las reconozca”.
Durante 85 minutos, podemos ver a mujeres valientes contando sus experiencias desde los territorios; las heridas que el conflicto dejó en sus vidas son ahora cicatrices imborrables, pero que de manera conjunta lograron transformar en iniciativas para que otras mujeres también recuperaran su dignidad, se atrevieran a hablar y a soñarse juntas un mejor mañana para todas.
El papel de las mujeres en estos procesos de resolución de conflictos, muchas veces pasa desapercibido, y Cuando las aguas se juntan es un agradecimiento a esas madres, hermanas, hijas y vecinas, que a pesar de lo vivido, con determinación llevan décadas trabajando en pro de una patria más segura y libre, y merecen ese reconocimiento.
Estas mujeres, algunas tal vez sin saberse feministas, han alzado la voz para que no solo se reconozca la importancia del poder femenino en esta transformación, sino que se cuente con un enfoque de género de aquí en adelante. Ellas se esfuerzan para que recordemos que construir sociedad es responsabilidad de todos y todas, no un procedimiento patriarcal.
Las mujeres ya no quieren crecer callándose, como tuvieron que hacerlo muchas durante la guerra, no quieren ver a sus hijos desaparecidos o saber que murieron, no quieren que su cuerpo sea usado como botín de guerra, no quieren ver desocupadas las escuelas rurales, nunca lo han querido. Aunque son conscientes de que la guerra no ha terminado, y no está cerca de hacerlo, están superando el miedo, fortaleciéndose y acompañándose con una red de amor que desea con vehemencia la no repetición.
Esta cinta también valora el esfuerzo de quienes han reconocido sus actos, el daño que causaron, piden perdón y quieren reparar. Transformar las causas no es tarea fácil, mucho menos para mujeres que fueron responsables de atrocidades siendo victimarias, pero a la vez víctimas de las circunstancias que las acorralaron a hacer parte de algún grupo armado.
El trabajo que hay detrás de toda la participación en estas acciones colectivas femeninas es incansable, pero es una preciosa e inspiradora muestra de que hay formas de poner sobre la mesa que las mujeres existen y resisten, aunque parezca obvio. Se puede alentar no solo a mujeres en territorio nacional, sino en otras partes de Latinoamérica y el mundo, porque seguramente hay más relatos no solo de barbaries, sino de resiliencia que el mundo necesita conocer para que dejen de ver a las mujeres como una cifra más.
Acompañando a estas mujeres están los bellos paisajes de Colombia, varias escenas que nos transportan al territorio y nos dejan ver la majestuosidad de la madre naturaleza, que también resiste. Páramos que nos dan el agua, selva que nos da el oxígeno, cultivos que nos dan los alimentos, espacios dignos de apreciación.
Es una película que vale la pena ver y no olvidar, para recordarnos que el conflicto nos concierne a todos y todas, que pasan cosas fuera de nuestra burbuja y debemos prestarles atención. La paz no es solamente una firma en un papel, la paz la construyen personas en los territorios que son capaces de edificar sobre el dolor, mujeres que han tenido que cargar la guerra sobre sus hombros, pero que están dispuestas a transformarlo todo y deberíamos escucharlas.
La película tendrá su estreno el 8 de marzo en la Cinemateca Distrital de Bogotá, en el Día Internacional de la Mujer. Estará en cines del 9 al 15 de marzo en Barranquilla, Bogotá, Bucaramanga, Cali, Cartagena, Medellín, Pasto, Popayán, Quibdó, Riohacha, Santa Marta, Soacha y Villavicencio.
También tendrán funciones internacionales en Ecuador, Perú, España, Costa Rica, México, Argentina, Venezuela y Brasil.
Puede ver el tráiler aquí: