‘Crímenes del Futuro’, un poema a la náusea
En un anfiteatro oscuro, lúgubre y sórdido decenas de personas se congregan expectantes y emocionadas. En la mitad del derruido lugar, está una cama biomecánica originalmente diseñada para hacer autopsias, pero esa noche la extraña máquina llena de tentáculos y cuchillas será el pincel con el que Saul Tenser (Viggo Mortensen) y Caprice (Léa Seydoux) ejecutarán su nuevo performance artístico.
Dentro del aparato, Tenser desnudo espera expectante, mientras Caprice con mucho cuidado, elegancia y pasión controla las cuchillas que poco a poco van cortando el abdomen de su compañero. Cada incisión es una invitación al placer, cada chorro de sangre un adorno para este lienzo humano que esconde su verdadera belleza en su interior, justo en lo más profundo de sus vísceras.
Mientras la carne se abre y los tentáculos entran en el blando cuerpo de Tenser, el público extasiado y excitado por la escena, graba y fotografía ese baile de carne y tripas que los va conduciendo al clímax de este orgasmo sensorial: la extracción de un órgano previamente tatuado por la talentosa mano Caprice, que muestra con orgullo este raro apéndice, grotesco y sensual al eufórico público que aplaude vigoroso y satisfecho.
En un mundo muy cercano al apocalipsis, como nos muestra la nueva película de David Cronenberg, Crímenes del Futuro, los límites de la humanidad cada vez son más ambiguos. En este universo, la evolución ha hecho que las personas ya no sientan dolor, solo en los sueños de algunos afortunados, por lo que las cirugías han tomado un nuevo significado, uno que traspasó la urgencia médica, para ligarse directo con el placer y el sexo. En las calles, los cuerpos se cortan entre sí para sentir algo, y la carne, para muchos, se ha vuelto una especie de bloque de mármol destinado a ser esculpido con cuidado y a la vez desprecio.
Pero este no es el único estrago evolutivo que vive lo que queda de la decadente humanidad, algunos, como Saul Tenser, han empezado a desarrollar nuevos órganos cuya función es desconocida. Hay quienes ven estos bultos como apéndices inútiles que ponen en riesgo la vida y por lo tanto deben ser extraídos, otros en cambio los consideran un milagro de la naturaleza y la clave de la salvación de la raza humana.
Tenser está en la mitad de ambos. Sus órganos, aparentemente inútiles, son sus herramientas artísticas, pero hay algo especial con él y es que al parecer los puede crearlos a voluntad. Esto ha llamado la atención de una oficina gubernamental llamada el Registro Nacional de Órganos, en la que trabajan el investigador Wippet (Don McKellar) y su extraña y tímida colega Timlin (Kristen Stewart), quienes muestran una perturbadora fascinación por Tenser, la cual está marcada por la admiración y el deseo.
Pero el artista parece frustrado, necesita hacer algo más grande con su obra y la respuesta llegará con un pequeño niño o mejor dicho con el cadáver de un pequeño niño. Brecken es tal vez el personaje más importante de esta historia a pesar de que solo aparece vivo durante unos segundos, ya que al principio de la película es asesinado por su propia madre que lo considera una aberración porque el pequeño come plástico.
Lang Dotrice (Scott Speedman), el padre del extraño niño, es líder de un grupo disidente que ha operado su cuerpo para poder comer plástico y sabe que su hijo era un milagro de la naturaleza, por eso quiere que Tenser haga la disección y así mostrar al mundo que la salvación está en dejar que los nuevos órganos se desarrollen para así empezar a alimentarnos de lo que nos está matando, el plástico.
El objetivo de Crímenes del Futuro es impactar al espectador, hacer que sus entrañas se muevan y mezclar la náusea con el asombro y la excitación. Esta película es asquerosamente erótica, entre las disecciones, las heridas abiertas, la sangre y los órganos cercenados se esconde una búsqueda del placer absoluto, ye que en este mundo “la cirugia es el nuevo sexo”, la carne importa poco y la constante sombra de la muerte hace que lo único que valga es lo mundano.
En este perdido universo se mueve Saul Tenser, siempre envuelto en su ropa negra quien además tiene una extraña doble vida como informante de la policía ya que los come plástico, los que no remueven sus órganos, los que abrazan la evolución en vez de extirparla, son considerados peligrosos ¿Miedo al cambio? ¿Una crítica al autoritarismo y el conservadurismo? todo queda a la interpretación del espectador, pero lo que sí se puede ver es el cambio de pensamiento de este artista que su búsqueda de lo estético lo lleva a cuestionar incluso su propia biología.
Con esta obra, David Cronenberg demuestra porque es un cineasta que desde sus orígenes en el subgénero del body horror, hasta sus cintas más recientes de corte mucho más cerebral, analítico e introspectivo, sigue siendo un maestro que propone reflexiones sobre el futuro de los humanos, los vínculos con la tecnología y la inevitable relación entre la mente y el cuerpo. A sus 79 años llega a ser tan versátil, que presenta una nueva película en la que toma lo mejor de esa visceralidad visual, sin que sea terror, pero la lleva al campo de su suspenso reciente en clave de una ciencia ficción retrofuturista, la cual de una manera muy sutil introduce elementos de otros subgéneros como el cyberpunk y el biopunk, incluyendo homenajes muy bellos a referentes de la talla de H.R. Giger creador de las criaturas de la saga de Alien.
Sin llegar a dar un juicio vaticinador, quizás esta sea una de sus últimas películas en aras del retiro, porque de una manera brillante la cinta es una especie de compendio autorreferencial de muchos de sus mejores trabajos. Muy sutilmente aquí hace guiños a La Mosca con las orejas de Seth Brundle, o a Naked Lunch en la manera en que se palpan las zonas exteriores del cerebro, pero también a la atracción sexual de James Ballard hacia las máquinas que se ve en Crash, e incluso a la unión biotecnológica que se plantea en ‘eXistenZ’.
Esta especie de “grandes éxitos” es una nueva película de una calidad muy bien lograda, que perfectamente podría camuflarse con todo este contenido propio de Cronenberg en una comedia. Ya que cada diálogo por momentos ayuda a ir contando su extraña historia, pero va metiendo ciertas dosis de humor con un enfoque de doble sentido bastante astuto y a la vez retozón. Algo que solo se podría lograr gracias a la actuación brillante de Viggo Mortensen, quien siendo uno de los actores preferidos de este canadiense desde hace ya varios años, logra entender a la perfección esa relación con su cuerpo para llevar a la vida a ese misterioso artista que es Saul Tenser.
Finalmente, el reparto no desencanta para nada, ya que cada una de las actuaciones logran compenetrarse para sentir esos vínculos entre seres humanos, esa curiosidad por descubrir el cuerpo, las emociones y las sensaciones una vez más, dentro de un futuro en el que esto parece ser cosa de un pasado antiguo. Léa Seydoux se lleva los aplausos en ese complemento de relaciones y misterios, mientras que Kristen Stewart como antigua compañera de Robert Pattinson entró militar en las filas de Cronenberg para mostrar otras facetas actorales, tal como le ocurrió a su antiguo colega en cintas previas de la talla de Cosmopolis y Maps to the Stars.
Esta es una película que requiera ser vista varias veces, no solo por lo compleja de su trama, sino por la belleza de cada detalle, la música, el arte, las secuencias, los personajes todo funciona de forma perfectamente perturbadora para generar este dulce impacto lleno de reflexiones acerca de muchas cosas. Represión, política, el absurdo mundo de lo que llaman arte contemporáneo y sus muchas veces burdos performance carentes de contenido, la sexualidad, el placer, el dolor, la carencia y la evolución; son solo algunos de temas que alimentan los diálogos de Crímenes del Futuro, en donde el crimen lo estamos cometiendo en este presente que trata con tanto desprecio al mundo, y la pena la pagarán los humanos del futuro con sus vísceras atrofiadas.