‘Ana Rosa’, un documental sobre la lobotomía en Colombia en el siglo XX
La película de la directora Catalina Villar, Ana Rosa, reconstruye la vida de su abuela paterna, quien sufrió una lobotomía a sus 53 años. Ana Rosa, como muchas mujeres del país y del mundo, fue víctima de un diagnóstico médico y psiquiátrico que, a diferencia de lo que se piensa, están ligados a la norma social de la época.
La cinta se puede ver actualmente en la Cinemateca de Bogotá con funciones durante todo febrero.
A pesar de ser la historia de la abuela de la cineasta, Ana Rosa no es una historia estrictamente familiar, es también una investigación científica que explora la relación entre las normas sociales de la época y la lobotomía y otras prácticas psiquiátricas realizadas entonces en el mundo y el país.
Lo que inició con el descubrimiento de una fotografía en un documento de identidad de Ana Rosa, la abuela de la que nunca se hablaba en la familia, fue el detonante para la directora que empezó a preguntarse sobre las razones de la lobotomía; un procedimiento agresivo que desconecta el lóbulo frontal del cerebro, creado por Egas Moniz, Nobel de Medicina en 1949, popularizado por Walter Freeman tras volverla ambulatoria y traído a Colombia por el doctor Mario Camacho Pinto.
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Esta situación condujo el hilo conductor hacia la ciencia y la relación de la medicina y la psiquiatría con la norma social, dejando claro que muchas de las prácticas psiquiátricas utilizadas en Colombia durante la segunda mitad del siglo XX traspasaron la línea de la ética y la moral y que, en su mayoría, las “pacientes” fueron mujeres.
El diagnóstico firmado por un médico tenía el aval de la familia, por lo menos así fue en el caso de Ana Rosa Gaviria Paredes, un descubrimiento que bien podría ser el peor escenario imaginado por Catalina Villar porque, esculcando los archivos de la Escuela de Medicina, encontró que su tío Álvaro, a quien tanto admiró y quiso, trabajó con Mario Camacho Pinto y fue el responsable de unir el destino de su abuela con la medicina.
“No entendía cómo mi tío, que luchó para que en Colombia el homosexualismo no fuera catalogado como una enfermedad psiquiátrica y luchó por la mujer, participó en las primeras lobotomías porque Camacho Pinto era su profesor en la Universidad Nacional, donde se hicieron todos los tratamientos espantosos de la época. Seguramente, enceguecido por la ciencia del momento, mi tío firmó el papel que la condenó para el resto de su existencia”, dice la directora.
A su reflexión se une la doctora en antropología María Angélica Ospina Martínez, la primera profesional a la que recurrió Catalina Villar para hilar la historia de su abuela con la de la medicina y quien encontró que la mayor parte de las pacientes tenían ocupación doméstica.
María Angélica, quien durante décadas ha revisado los canales neuropsiquiátricos del país para estudiar la locura femenina en la primera mitad del siglo XX, encontró que a la mayoría de las mujeres que llevaron al “asilo de locas” o al “manicomio de mujeres” de Bogotá tuvieron como diagnóstico “notable daño del buen servicio”, palabras más, palabras menos, no cumplían con los estándares femeninos y sociales de la época, lo que en el contexto social actual, genera un choque tremendo.
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“En las narraciones de los pacientes hay mucha historia de Colombia. Aunque hoy se habla de salud mental, todavía hay quien trivializa el tema y eso les resta importancia a hechos”, añade la antropóloga, quien también tuvo una crisis de salud mental y el tiempo que pasó en la clínica psiquiátrica, así como su proceso de recuperación, se transformó en su tesis de grado en la maestría. Su visión y experiencia aporta a la discusión de Ana Rosa desde la actualidad.
La doctora en antropología destaca otro aspecto importante: el silencio. “Muchas familias de este país han lidiado con la locura y muchas, sobre todo las de posición alta, decidieron internarlos para evitar la vergüenza social”.
Lo que refuerza la directora Catalina Villar, quien con Ana Rosa transformó un mito familiar porque antes del filme nadie hablaba sobre la abuela, es que respecto a la la lobotomía o a quién y porqué la autorizó: “En cierta forma, la falta de memoria es un reflejo de Colombia”.
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