¡Que viva el merengue!
Un rockero y amante empedernido de Los Ramones le declaró su amor al merengue y hasta rapeó la parte hip hop de El Jardinero de Wilfrido Vargas.
Cualquier persona que me conozca sabe que amo el rock por encima de cualquier cosa. Pero también si me conocen saben que cuando me toca hablar de mi segundo ritmo favorito digo con orgullo que es el merengue.
No debía tener más de 10 años cuando tuve conciencia de la existencia del merengue. Creo que fue una excursión del colegio en donde el chofer del bus tenía todos los éxitos de Wilfrido Vargas, entre ellas El Jardinero, una gran canción que mezclaba merengue, calipso y rap. La sigo considerando la mejor canción del género. Era difícil no enamorarse de ese ritmo con semejante canción.
Y es que por esos años el merengue aparecía como el ritmo de moda en toda Latinoamérica. Los salseros de vieja data veían con miedo cómo este ritmo procedente de República Dominicana les quitaba el trono en música bailable. Wilfrido, La Familia André, Sergio Vargas, Bonnie Cepeda, todos artistas con números uno en las emisoras tropicales.
A medida que fui creciendo me di cuenta de que ese boom era especialmente bogotano. En el resto del país se escuchó pero no con la fuerza de Bogotá. Eso debe tener que ver con que el merengue funcionaba maravillosamente para los rolos desabridos como yo que nunca en la vida pudieron coordinar los pasos para bailar salsa. El merengue era perfecto, como una marcha rápida: un pie, otro pie y no más. A mí personalmente me permitía poder hablarle a la niña sin tener que estar pensando en que estaba descoordinado como sí pasaba cuando me tocaba la horrible tortura de bailar salsa.
Además el merengue tenía un elemento extra muy atractivo para cualquier adolescente: el merengue tenía su lado romántico. Canciones un poco más lentas con letras empalagosas eran una gran manera de cortejar a una chica.
Servía para vencer la timidez y empoderarse con el baile. Abrazar a la pareja de turno al ritmo de De Tu Boca o Ay amor, y esperar el momento preciso. Sin duda mis primeros besos se los debo a Wilfrido y Cuco Valoy. Los que nunca hayan cortejado con merengue se han perdido de un momento mágico.
La época de oro del merengue es entre finales de los ochenta y principio de los noventa. Fue ahí cuando apareció otro estilo que le dio al merengue un segundo aire: el merengue hip hop. Nuevas generaciones empezaron a escuchar Proyecto Uno e Ilegales. Fue una época que duró varios años, sin embargo, cada vez eran menos las bandas de merengue que sonaban en la radio. Bandas como Rikarena quedaron en el recuerdo de todo el mundo pero fueron lo último de un boom que duró casi 15 años. Cuando el reggaetón apareció en el nuevo siglo, el merengue ya era un recuerdo de los mayores de 20.
El merengue es un ritmo amigable, feliz, que también puede ponerse existencial o social, como lo hacía Juan Luis Guerra. Genera nostalgia y alegría. A pesar de que sonaba en años muy difíciles para el país, de alguna manera sirvió (como muchas otras cosas) para que siguiéramos adelante.
Yo agradezco al merengue por enseñarme a bailar, por ayudarme en malos momentos y por ser un género que se quedó en el corazón y la memoria de miles. No hay una fiesta hoy en día en la que después de cierta hora no suene un merengue. Y tal vez algunos adolescentes románticos se den un beso.
Para terminar les doy un top de mis canciones favoritas del merengue. Seguro las han escuchado:
5. Sí algún día la vez deSergio Vargas
4. Another Night de Proyecto Uno
3. Una fotografía de Bonnie Cepeda
2. Ay Amor de Cuco Valoy
1. El Jardinero de Wilfrido Vargas
¿Cuáles son sus merengues favoritos?