¡Playa, brisa y SURF!: “Mi primera vez surfeando”
*Sería bueno que mientras lee la historia se transporte a las playa de Pradomar con Sunshine Reggae de Laid Back.
Llegué a las playas de Puerto Colombia con el objetivo de cubrir la parada final de la Liga Colombiana de Surf. Sin embargo, en medio de tantas historias, buena música y gente amable, ya no tenía un solo objetivo, sino dos: el inicial, laboral; el segundo, montarme en una tabla y conectarme con una ola. Sí, estamos hablando de surfear.
El primer día pasó sin pena ni gloria, hicimos con Juan Pablo Coronado nuestro cubrimiento, salimos al aire en Tardes Radiónica y después nos sentamos a observar a cada uno de los deportistas, quienes en medio de risas e historias se empezaban a acercar a su mejor amigo, el mar. Allí estaban las olas, esperando por ellos y por esa conexión única de la que hablan en donde la ola y el surfista son uno solo.
Debo aclara que nunca antes había visto surfear, así que mientras los miraba pensaba “Waooo, es como lo muestran en Hollywood, todos con cuerpos muy atléticos y aunque compiten entre ellos, en sus tiempos libres todos son amigos y se ayudan unos a otros”. Sí, no importa si son del Caribe, del Pacífico o del interior del país, cuando se juntan son una sola familia, un solo parche, que AMA el surf.
Luego llegó nuestro segundo día de cubrimiento y el reto seguía, montarme en una tabla y conectar el mar con mi cuerpo, con mi mente. Ser solo uno.
Acabamos nuestras salidas al aire, había llegado el momento, pero nuestro instructor se tuvo que ir porque tenía otra clase, así que los nervios y la adrenalina pasaron; pero justo cuando todo estaba tranquilo, las competencias del día habían terminado y yo solo escuchaba atentamente el sonido del mar acercándose y alejándose, llegó Andrés (director de la Federación Colombiana de Surf) y anunció: “Listo. A surfear”. Detrás estaba Samith, nuestro instructor, con unas tablas más grandes que nosotros, dijo “¡Vamos!”
Lo primero que tuve que aprender fueron los pasos clave para ponerse de pie en la tabla. Esto se hace en la playa con el fin de memorizar los movimientos (como cuando aprendemos a manejar y la primera clase es con el carro apagado para entender cómo funciona todo).
1. Acostada boca abajo sobre la tabla, la mitad de los pies deben quedar afuera de la misma. 2. Manos debajo del pecho, no a los lados, justo debajo, como cuando se hace una flexión de pecho con los codos pegados al cuerpo. 3. Alzar el pecho sin despegarlo del todo de la tabla. 4. Una de las piernas se recoge y la planta del pie queda justo al lado de la rodilla. 5. La pierna, que está estirada y luego se recoge para que el pie quede en diagonal y debajo del pecho. Después, lentamente, ponerse de pie y balancear el cuerpo hacia adelante. Y ya está, si lo lograba, en teoría enfrentaría la ola con éxito.
Después de repetirlo unas 20 veces llegó el momento, ¡Patos al agua! Empecé a caminar con algo de miedo, como cuando uno se sienta enfrente de un examen para el que estudió mucho y empieza a rogar para que nada se olvide; con la diferencia de que si olvidaba algo el mar me iba a pasar por encima sin piedad.
Antes de tomar la primera ola, Samid, nuestro instructor, hizo una recomendación importante: “Cuando te caigas protege tu cabeza y deja que la tabla se vaya, la tienes amarrada a tu pie así que no pasa nada.” Me subí a la tabla repitiendo en mi cabeza todos los pasos y entonces escuché “¡Esa es! Te fuiste, arriba!” Y antes de poder llevar la rodilla a mi pecho ya estaba dando vueltas bajo el mar, así que entendí que no es cuestión de pensar, sino de fluir, y recordé cuando los surfistas que entrevisté me decían, “Cuando estás adentro, tú, tu tabla y la ola, son uno solo.”
Fueron muchos intentos, perdí la cuenta mientras salía como niña chiquita de cada revolcada, tomaba la tabla y corría de nuevo a Samith para que me volviera a empujar. Cada vez llegaba un paso más adelante, pero el equilibrio aún no se me daba. Así que en uno de los intentos decidí empezar a respirar profundo mientras esperaba la ola, cerré los ojos, escuché el mar y de pronto las palabras clave “¡Arriba ya!”. Y en mi mente: “1, 2, 3, 4, 5, cuerpo hacia delante, equilibrio”. Me vi sobre de la ola, moviéndome con ella, con un sentimiento de libertad que me permitió durar un buen tiempo sobre ella, buen tiempo, para ser mi primera vez.
En medio de la felicidad escuché a Juan Pablo decir “Lo lograste Aleja”. Samith exclamó un “¡Eso es! Disfrútala”. Y varios surfistas que estaban esperando sus olas también gritaron, “¡¡¡Bieeen!!! Arriba”.
Cuando terminó me dejé caer feliz. Con una sonrisa que, no cabía en mi cara, me di la vuelta y Samith alzó su mano para celebrar conmigo. ¿Y quién dijo miedo? Di la vuelta y lo seguí intentando, una tras otra, tras otra... Me caí una tras otra, tras otra... Solo se dio una vez.
Está claro que ir al mar es uno de los mejores planes vacacionales, pero solemos limitar esos espacios haciendo lo mismo: recibir el sol, estar en la playa, disfrutar de la brisa y sentir el mar. ¿Qué tal si cambiamos el plan en nuestro próximo viaje? ¡Háganlo! Y si viven en el Caribe o en el Pacífico, arriésguense a conectarse de otras maneras, a abrir espacios para nuevas experiencias. Y si van a surfear, asegúrese de tener como instructor a una persona que conozca bien el mar en el que está y las olas que tiene, de lo contrario su experiencia no será la ideal.
Ahora sí puedo decir que alguna vez en mi vida me monté en una tabla de surf, y que por unos segundos, la tabla, el mar y yo, fuimos uno solo.