Los murales que sacudieron a todo el país en el Paro Nacional
Este texto fue realizado de forma colectiva por las periodistas Carol Ramírez, Adriana Díaz, Mariana Vélez, Geraldine Muñoz y María Claudia Dávila.
El color que inundó las grises y opacas calles de todo el país con mensajes de reivindicación social fue, sin duda, una de las formas más potentes de protesta. No solo porque el espacio público se convirtió en sí mismo en un medio de comunicación para interpelar transeúntes y mandar mensajes desde abajo a un gobierno nacional que no ha sabido escuchar a la gente y frente al cual muchos se levantaron con fuerza, sino porque catalizó de manera muy clara y concreta un sentir colectivo que necesitaba estallar con ímpetu.
Fue una forma muy emocional a través de la cual varias personas se reunieron para plasmar ideas, conversar en torno a temas importantes y, sobre todo, impulsar ese cambio visceral que ya venía pidiendo a gritos nuestra sociedad. Ese elemento sensible que caracteriza al arte tomándose los muros, las paredes y los suelos colombianos fue el engranaje simbólico perfecto para hablar y visibilizar, entre otras cosas, temas como la desigualdad, la violencia, la necesidad de reinventar nuestros símbolos y nuestros modelos económicos y denunciar, por ejemplo, el poco presupuesto que se le da al sector artístico en nuestro país.
Es por esto que desde Radiónica en un ejercicio de memoria, nos dimos a la tarea de dialogar con colectivos en Pasto, Bogotá, Barranquilla, Cartagena, Medellín y Manizales y entender sus principales denuncias, así como ya habíamos abordado cómo el movimiento graffitero de la Sultana cada día se organiza más no solo para embellecer la ciudad, sino también para evidenciar sus violencias.
Pasto
En un país en el que la desigualdad es ley, donde, según reportes del DANE, para este año, 21 millones de personas viven en la pobreza y 7,4 millones en la pobreza extrema, hablar sobre la inequidad y la injusticia es una obligación. Eso lo sabe muy bien el colectivo artístico Sabotage Crew.
“El grafiti y el muralismo son el altavoz de muchas personas. Nosotros llevamos esa comunicación a otro nivel utilizándolos como una herramienta. Con el mural de desigualdad lo que queríamos era potenciar esta herramienta y decidimos meterle información más específica sobre un tema que nos pareció controversial y sinónimo de la desigualdad: los salarios de Colombia”, afirmó Sketch, integrante del grupo.
Con una gama de colores oscura, donde predomina el negro y el rojo, el colectivo representó los ingresos de cada persona dependiendo de su labor: un congresista, un trabajador callejero y un asalariado. Las diferencias son abismales. Así lo corroboró el colectivo al unirse con Grafica Rebelde y hacer una juiciosa búsqueda que plasmaron en las paredes.
En esta misma ciudad, cuando la estatua de Antonio Nariño cayó, su pedestal quedó huérfano y sus paredes incoloras gritaban ser pintadas con color y con un nuevo símbolo. Uno más coherente con la cosmovisión del sur de Colombia.
El espacio llamó la atención de un grupo de artistas que intervinieron las caras del pedestal que mira hacia cuatro direcciones o cuatro puntos energéticos, de acuerdo a la simbología Inca. Así lo cuenta el muralista, Psylo Sabin: “Pusimos estos animalitos en la plaza como un amuleto de protección para nuestro territorio y las dignas luchas. Queríamos una representación simbólica que se saliera del antropocentrismo, evocando una magia que está presente en los amuletos y en los talismanes”.
Cabe recordar que cuando el continente no se demarcaba con fronteras, el imperio Inca conectaba las ciudades más importantes de su extenso territorio a través de un camino llamado Qhapaq Ñan. Desde estas visiones del mundo se gestaba una leyenda sobre los caminos de cuatro animales de poder del sistema vial andino: la serpiente, el colibrí, el cóndor y el puma, cada uno, con sus características, representa la curación, la contemplación, la vitalidad, el amor y la alegría. Aspectos que representaron en el pedestal.
“Sea positiva o negativamente, el arte genera discurso y debate” comenta Arigato, muralista participante, quien también hizo una invitación a la ciudadanía: “La lucha no debe quedarse solo en las calles, sino debe impulsarnos a pensar a quién vamos a otorgarle ese poder de representarnos en el voto”.
Imagen cortesía del muralista Psylo Sabin
Bogotá
Para abordar las múltiples caras de la violencia, el colectivo artistico M9S, organizaciones de desaparición forzada, Chico Bauti y La Otra Danza se reunieron para hacer una reflexión alrededor de la desaparición forzada. Es un tema escalofriante: de acuerdo al Centro de Memoria Histórica, hasta el 2018, por lo menos se han registrado 80.000 personas víctimas de desaparición forzada. Esto, sin contar las desapariciones aún subregistradas en el marco del Paro Nacional.
“Cuando empiezo a escuchar sobre la desaparición en el paro no dejo de sorprenderme. Es un antecedente histórico, sistemático e invisibilizado que tiene altísimos grados de impunidad. Además, hay un desconocimiento generalizado grandísimo”, nos dijo uno de los miembros del colectivo, explicando que esta fue una iniciativa que buscó visibilizar el impacto social, familiar y comunitario de este tema, así como señalar la responsabilidad del Estado.
Imagen cortesía del colectivo M9S
“Lo más grave es que no hay información clara”, agregó, refiriéndose al contexto de las protestas. “Hay unas cifras de las organizaciones sociales, otras de secretarías de derechos humanos. No hay claridad de cuántas personas han desaparecido en el paro, de cuántas aparecieron y en qué condiciones. Tampoco hay voluntad política de meterle el diente al tema”.
La acción de cara al edificio de la JEP es un grito frente a la desaparición, a la institucionalidad, dice. Después de que pintaron el mural, al domingo siguiente, llegaron algunos miembros de la Secretaría de Movilidad y les dijeron que iban a borrarlo, nos contaron desde el colectivo.
“La Alta Consejería se ofreció a mediar entre las partes y nos hemos estado reuniendo. Ya se acordó, por ejemplo, que para el 30 de agosto, lo más posible, es que volvamos a pintar todo lo que pintamos esa vez. Estamos apuntando a que este lugar se convierta en un espacio permanente de memoria frente a las personas desaparecidas. De parte de la Secretaría de Movilidad ya hay la aprobación de hacerlo permanente”.
Imagen cortesía del colectivo M9S
A unos cuantos kilómetros al sur de la JEP, al frente del edificio de Ecopetrol, la Fundación Atempo, junto a varias personas que se sumaron, pintaron un mural en contra del fracking, un procedimiento de fracturamiento del subsuelo que va a ser implementado en Colombia, después de que el Consejo de Estado aprobara el año pasado unos proyectos de investigación, que han sido fuertemente criticados por las comunidades del Magdalena Medio y por varias organizaciones ambientales.
Imagen cortesía de la Fundación Atempo
Diego Malaver, artista, gestor cultural y miembro de esta fundación dedicada a crear escenarios para la convivencia a través de la creatividad y el pensamiento crítico dijo que la oportunidad sirvió para explicarle a las personas qué es el fracking y por qué es tan peligroso a nivel ambiental y social. Habían personas del municipio de Puerto Wilches, donde se van a realizar estos proyectos explicándole a las personas este tema.
“Yuvelis Morales, una de ellas, explicó por qué es un exabrupto romper las rocas con químicos y agua. También habló del historial de corrupción en la industria petrolera, en contraposición a que somos uno de los países con más biodiversidad del mundo”, afirmó el artista. Según él, que trabaja a través de la instalación, el performance, el tallerismo y el muralismo: “las peticiones ambientales son vertebrales en el Paro y están relacionadas con la justicia social y ese cambio de visión del país que tanto necesitamos”.
Imagen cortesía de la Fundación Atempo
Barranquilla
Sobre el suelo de la Plaza Mario Santo Domingo del Museo Cultural del Caribe, se escribieron las palabras: “Ciudad sin arte y cultura, ciudad sin futuro”. Fue un mural realizado por la Acción Colectiva Barranquilla enmarcado bajo la consigna “Hagamos museo” y que pretendió poner sobre la mesa un tema preocupante en la capital del Atlántico: la crisis que atraviesa la cultura y el arte.
“Más que pintura, fue una toma artística del lugar, que se ha caracterizado por acoger eventos culturales. Nuestra decisión fue reactivarlo con arte como ocurría antes de la pandemia y volcar las miradas de la ciudadanía y las autoridades competentes a este sector en abandono”, dijeron algunos miembros del colectivo.
Imagen cortesía de la Acción Colectiva Barranquilla
Querían visibilizar el Parque Cultural del Caribe que hoy se encuentra en crisis y el abandono de la construcción del nuevo edificio para el MAMB que hoy es un gran elefante Blanco. Tal como lo evidencia esta nota de El Tiempo, el Museo del Caribe “se encuentra cerrado y la edificación se cae a pedazos, mientras que la obra del Mamb está perfilada como ‘elefante blanco’ y hoy está cubierta por la maleza, agua estancada y el olvido”.
“Mientras se inauguran grandes monumentos y un Museo de Carnaval, se van abajo otros espacios como el Museo de Arte Romántico, la sede de la Facultad de Bellas Artes, el Teatro Amira de la Rosa, el Parque Cultural del Caribe y la nueva sede del MAMB. Son espacios con problemas de infraestructura, de corrupción, crisis económica, pero también de inversión creativa”, agregaron.
Justamente el colectivo quiso señalar la falta de voluntad política para priorizar la agenda cultural y artística de la ciudad. “Esto se ve reflejado en el abandono de museos y teatros, la creación de espacios insostenibles, el detrimento de la oferta cultural y artística, y el tratamiento utilitarista que se nos da a los y las artistas”.
Cartagena
Barranquilla no es la única ciudad que se levantó a través de la pintura en la costa atlántica. En Cartagena, el Colectivo Arte Siniestro, Indignadamente creativos quiso plasmar todas las inconformidades sociales que ya venían percibiendo incluso antes del Paro. Este hecho, sin embargo, produjo en ellos un “estallido emocional” que los hizo salir a las calles a expresarse. “Nuestra obra más representativa fue el mural del cráneo con los ojos vendados que dice “Colombia”. Fue nuestra primera intervención en el espacio público”, recuerdan.
Imagen cortesía del Colectivo Arte Siniestro
“Plasmar un pensamiento tangible donde quedara representado todo lo que estaba sucediendo con el abuso de autoridad y los atentados contra la integridad de la población por parte de la fuerza pública dentro de las protestas fue un objetivo importante”, nos contaron.
Y es una preocupación que se puede ver a la luz de los datos: de acuerdo a la organización no gubernamental, Temblores, que realizó un trabajo de verificación de denuncias y triangulación de la información, se estableció que, entre el 28 de abril del 2021 y el 26 de junio del 2021, ocurrieron, al menos, 4.687 casos de violencia por parte de la fuerza pública, sin incluir casos de desapariciones, aún subregistradas.
Dentro de dichos casos, explicó la organización, fue posible identificar 44 homicidios cuyo presunto agresor fue un miembro de la fuerza pública, 1617 víctimas de violencia física, 82 víctimas de agresiones oculares, 228 víctimas de disparos de arma de fuego, 28 víctimas de violencia sexual, 9 víctimas de violencia basada en género, 2005 detenciones arbitrarias en contra de manifestantes, 784 intervenciones violentas en el marco de protestas pacíficas y 35 casos de uso de armas Venom por parte del Esmad. Cifras alarmantes, teniendo en cuenta que la protesta es un derecho al cual deberíamos acceder los ciudadanos sin estar expuestos a ser violentados.
Imagen cortesía del Colectivo Arte Siniestro
El colectivo afirmó que pintó en el suelo con la connotación de que la pintura iba a ser pisada así como nuestro derechos ciudadanos han sido —y siguen siendo— pisados y vulnerados por parte de la fuerza pública.
Medellín
Ya son sesenta y tres macro murales regados por toda la ciudad de la eterna primavera realizados por el colectivo Fuerza y Graffiti. Con ellos buscan concientizar a las personas de que hay que luchar y resistir para poder ver un cambio.
“Lamentablemente estamos en un país donde la paz no lleva a una solución, pero tampoco queremos violencia. No queremos quedarnos callados. Hoy en día los jóvenes vienen menos creyentes, menos chapados a la antigua y con una mente más estudiada. Gracias a ellos el país ha despertado. No queremos que se repitan historias como las de nuestro país vecino, Venezuela. Encontramos la manera de alzar la voz en cada uno de estos muros. No dejarnos callar y que todo eso que queremos decir, las personas lo puedan leer y observar”, dicen.
Imagen cortesía del colectivo Fuerza y Graffiti
La idea del colectivo surgió en el marco de la protesta. Querían reflexionar sobre temas generalmente censurados en Colombia, como la muerte, la violencia sexual, la desaparición. No solo lo hicieron para denunciarlos, sino para no dejarlos en el olvido.
A su mural de “Ni Dios Ni Patria”, cuentan, le borraron las palabras ‘Ni’, entonces quedaba ‘Dios Patria', lo que les pareció supremamente preocupante. Después, dicen, lo intentaron censurar del todo y aun así lo repitieron. “Este queda cerca a la Terminal del Norte, y es la tercera vez en la que hemos vuelto a intervenirlo. Es tanta la indignación del pueblo, que frenan, se quedan con nosotros, nos regalan una moneda, comida, con tal de que lo sigamos haciendo y no nos quedemos callados”, nos contaron.
Imagen cortesía del colectivo Fuerza y Graffiti
Manizales
A unos 130 kilómetros al sur de Medellín, en Manizales, el colectivo Pinta Resiste dirige todos sus mensajes a entes gubernamentales. “Son hechos que duelen, afectan a la población, y que deben ser recordados de la mejor manera”, explican.
Son narraciones del conflicto, la censura y la realidad de miles de jóvenes. Sus miembros dicen que tienen un discurso político no partidista y que toma posturas frente a los hechos desde el pensamiento crítico. Para pintar, gestionan recursos colectivamente, hacen charlas y pedagogía con la comunidad, llevando sus intervenciones a diferentes sectores y barrios. “Es la voz de la gente para evidenciar la corrupción y las dinámicas del poder. Todo esto surge desde el inconformismo social”, dicen.
Imagen cortesía del colectivo Pinta Resiste
Para ellos, es lindo ver cuando los niños se unen y quieren aprender a pintar, porque admiran lo que hacen y les cuentan las historias de su barrio, las injusticias por las que han pasado, las promesas rotas de arreglar las vías y mejorar las escuelas para un mejor futuro.
Uno de sus murales que decía “Estado narco paramilitar” fue borrado, por lo que el colectivo decidió tomar acciones legales haciendo uso de la tutela para legitimar su derecho a la protesta pacífica. La respuesta por parte de un juzgado es ordenar respetar la manifestación artística.
Imagen cortesía del colectivo Pinta Resiste
“Pintar es liberador para ellos y para todos”, dice el colectivo resumiendo en una frase el legado de su trabajo y al mismo tiempo, simbólicamente representando lo que el muralismo puede hacer por un país diseñado solo para unos pocos. La satisfacción más grande que sienten, nos dijeron varios de los artistas con los que hablamos, es saber que están haciendo historia. Tomarse las calles e imaginar un mundo distinto es un acto político que transgrede un orden establecido. Es un atisbo de esperanza y de color.