Entre lo ancestral, lo moderno y lo onírico: así es el arte de Johnny López
Figuras precolombinas que hipnotizan son las protagonistas de su obra. Con aires ancestrales, pero como emojis, tienen gafas, sonrisas, poses coquetas, colores que vibran. Cada detalle cobra vida en la obra de Johnny López, un colombiano graduado en Bellas Artes de la Universidad Marist College de Poughkeepsie de Nueva York, en su sede de Florencia, Italia y quien ha expuesto en países como Japón, Estados Unidos, Francia e Italia.
Sus obras son un viaje a través del mundo ancestral de las culturas precolombinas de nuestro país. Además, como si se tratara de un juego sincrético que mezcla varios lenguajes, aquí también vemos acabados brillantes que evocan el universo automotriz de nuestros tiempos, combinado con un contexto digital en el que la mayoría de nosotros habitamos gran parte de nuestro tiempo.
Johnny no teme jugar para crear, inspirarse de sus sueños y beber de la influencia del mundo clásico del arte con las posibilidades del hoy.
Cuéntame de ti como artista y también sobre cómo fue tu paso del mundo de los negocios y las relaciones internacionales al arte…
Yo de niño dibujaba y me gustaba mucho. Mi mamá insistía en meterme a clases de arte, pero yo lo veía como un hobbie. En algún momento de mi vida, en el colegio lo abandoné completamente. Duré muchos años haciendo una carrera de negocios y estaba en ese cuento, en 2010, la primera vez que fui a Europa con mi mejor amigo, todo dio la vuelta.
Fuimos a España, Alemania, Francia e Italia y cuando estábamos en París, en el Museo del Louvre, entramos al pabellón de la Mona Lisa. Cuando la vi, se me prendió un bombillito y recordé que yo de niño dibujaba.
Volvimos del paseo y yo estaba en la universidad, en el Politécnico Gran Colombiano y regresé con ganas de volver a dibujar. Me metí a un programa y en los huecos, entre clases, iba a un sitio a pintar. Todo el mundo me decía que era muy bueno y me preguntaban si me iba a dedicar al arte, pero yo decía que no.
Ese viaje fue en 2010 y a principios de 2011, otra vez con mi mejor amigo, luego de ver un documental en Discovery Channel, fuimos a una toma de yajé. En esa visión básicamente me dijeron que tenía que seguir mi misión. Cuando volví del video del yajé, quería seguir pintando obsesivamente.
Me surgió un intercambio en Barcelona y me matriculé a clases de arte libre en los huecos. Un día en el examen de macroeconomía le escribí al profesor: ‘gracias por todo, lo respeto, pero me voy a dedicar a ser artista’. Me paré, me fui y nunca más volví.
Cuando le conté a mi papá se puso furioso. Me dejó de hablar por un mes. Yo seguía yendo a clases a un sitio que se llama Cercle Artistic de Sant Lluc, donde pintaba modelos y desnudos y a donde iba Picasso. Luego hablé con mi papá, le puse el ejemplo de Botero que fue a estudiar a Florencia, a Francia y mientras refunfuñaba, me dijo que buscara algo. Encontré una universidad en Florencia y empecé desde cero. Dejé todo después de estar dos años estudiando negocios y me fui allá, a estudiar Bellas Artes.
En esa época era muy surrealista, me gustaba mucho el tema de Dalí, estaba obsesionado con los sueños lúcidos y los viajes astrales. Todas mis obras eran de ese tipo. Después de que me gradué de la universidad, vine a Colombia como seis meses y encontré una residencia en el Museo de Louvre en París y estuve como tres o cuatro meses intentando seguir los pasos de Botero que fue a Florencia y luego fue copista en el Louvre, copista es quien se para frente a un cuadro y lo replica.
Después de aplicar un año, me aceptaron y me fui tres meses. Terminé esa residencia artística y caminé todos los pabellones, tocaba las esculturas que podía en secreto y como soy tan dado al tema de las energías, me gustaba sentir todo. En el pabellón de las Américas, me di cuenta que solo hay una escultura Tayrona y pensaba 'tantas cosas que hay en Colombia y solo muestran esto'. Desde ahí empezó un interés en hacer algo precolombino.
Llegué a Bogotá y empecé a trabajar con mi papá en una empresa de pozos de agua, pero seguía preguntándome qué hacer. Un día tuve un sueño y ví el águila con la serpiente de San Agustín con gafas. Cuando me desperté, le conté a mi papá y me dijo que me fuera para allá. Contraté a un amigo para que manejara 10 días y nos fuimos al Huila. Estuve tomando fotos, haciendo dibujos y ahí nació todo el tema de lo que trata mi obra. Es un homenaje a las culturas precolombinas, que yo llamo neocolombinas. Ese fue el inicio de lo que he venido haciendo los últimos años.
A partir de lo precolombino, ¿cómo aplicas lo que conoces del mundo del arte y lo mezclas con un lenguaje más moderno?
Vi esta escultura en el parque de San Agustín y empecé a gestar esta idea de hacer esculturas similares, pero con elementos diferentes, contemporáneos de nuestro mundo, por ejemplo, gafas y tenis.
A raíz de eso empecé a estructurar más el concepto y la idea era tratar de mezclar el mundo ancestral con el contemporáneo, no sólo con elementos como las gafas, los tenis, las corbatas, los relojes, sino con materiales contemporáneos. Conocí la resina poliéster y la resina epóxica: me gustaban mucho los acabados súper pulidos y brillantes de los carros.
Descubrí a Jeff Koons, ahora mi artista favorito, un gringo súper famoso que usa estas técnicas. Empecé a investigar cómo llegar a esos acabados y ahí llegó esa idea de hacer un tributo a las culturas precolombinas con elementos contemporáneos y materiales contemporáneos. Me alejé un poco de las Bellas Artes en el tema de usar lienzo, bronce u óleos.
Luego, en el año 2021, en el Museo de Arte de Pereira el curador Alejandro Garcés me sugirió hacer una escultura de la cultura quimbaya para una exposición que se llamó Pereira Sesquincentenarioa 1540-1691-1863. Ahí se me ocurrió la idea de usar el artefacto más icónico de Colombia que es el poporo y se me ocurrió poner emojis, en vez de esferas. Los emojis son un lenguaje súper contemporáneo que se usa todos los días, millones de veces, en chats, conversaciones.
A raíz de eso surgió lo que yo llamo el Neo Pop-Oro, que es básicamente el poporo, un poco más grande, pero en vez de las esferas que representan a la figura femenina, tiene emojis. Duré como seis meses haciéndolo y lo expusimos en Pereira.
Antes de enviarlo al museo, me llegó la idea de hacer emojis precolombinos. Empecé a ver en mi mente miles de emojis con todas las esculturas colombianas. Ahorita estoy en ese proyecto de hacer muchos emojis inspirados en las culturas precolombinas. Ya tengo 200 modelos hechos, es mi obsesión.
Eso es lo que planeo presentar, no sé si este año o el próximo: una colección de cientos de emojis desde la cultura Calima, Tayrona, Muisca, Agustiniana. Ese es el proyecto en el que estoy y como tengo tantos diseños, los estoy tratando de hacer realidad.
¿Cómo te guían los sueños en tus creaciones?
Este sueño con el que empezó todo fue un primer acercamiento. Después iba al Museo del Oro y de pronto esas imágenes se quedaban en el inconsciente y de repente soñaba cosas. Tengo la habilidad de recordar mucho los sueños y empecé a ver esas esculturas y estas cosas más estilizadas en los sueños.
Me despertaba y más que dibujarlas, las intelectualizaba y escribía lo que veía. Luego hacía dibujos y planteaba una idea de cómo quería que fueran mis esculturas.
También muchas veces, he soñado cosas, sobre todo del mundo del arte, que pasan. No al otro día o a la semana, pero de pronto al año, a los dos o a los tres años. Siempre estoy siendo guiado: los sueños me cuentan un poco de lo que viene a corto, mediano y largo plazo.
¿Qué te ha pasado después de soñarlo?
Cuando estaba en Florencia todavía estudiando, conocí a una colombiana que trabajaba en una empresa, el European Cultural Center, donde exponían artistas. Luego tuve un sueño, en el que ella me ayudaba a exponer en Venecia y ¡pum!: siete años después, pasó.
Apareció y me preguntó si estaba en Bogotá, le dije que vivía acá y le conté de las obras que estaba haciendo, inspiradas en los precolombinos. Me dijo 'bueno, envíame una foto' y le encantó. Fue a mi estudio y desapareció como un año.
Al año siguiente me llamó y me dijo 'quiero invitarte a exponer en el contexto de la Bienal de Venecia'. Le dije que de una y así empezó todo: gracias a eso, el año pasado expuse en Venecia por siete meses.
¿Cuáles son los principales retos del mundo del arte en un contexto pospandemia?
Ahorita está súper complejo. Después de la exposición en Venecia, se me abrieron dos galerías: una en Francia, en la Galerie La Belle Etoile Arles y otra en Venecia. Fui dos veces a la exposición que duró siete meses y conocí a una curadora súper importante y directora de una revista. Me invitó a exponer en febrero, a una feria cerca a donde vive Trump, en Mar-a- lago, Palm Beach.
Todo eso me abrió la puerta al mercado del arte internacional. El arte contemporáneo es un lujo y los clientes son los ricos de acá y de allá. Según me cuenta el galerista que me estaba representando en Estados Unidos, el mercado del arte internacional está caído por la recesión económica.
Se compran cosas, pero sobre todo, Boteros u obras de artistas muy establecidos. Yo soy un artista no emergente, pero sí joven, de mediana carrera, por eso, está difícil el mercado, pero ahí voy.
En cuanto a Colombia, yo he expuesto mucho en San Felipe y no me puedo quejar porque he logrado vender, pero comparándolo a 2021 que vendí un montón, es muy distinto. En ese momento vendí tanto que me mencionaron en el New York Times en noviembre del 2021, pero ahora, no sé si es por el gobierno, la crisis o por la subida impuestos, pero los clientes son más cautos a la hora de gastar en arte.
Sigo exponiendo y produciendo, aunque ya no tanto como antes. Uno intenta sobrevivir con lo que puede: me compré una impresora 3D y empecé a ofrecer servicio de impresión. También volví al grabado. Con eso, puedo costear ciertas cosas.
¿Qué sigue para ti ahora?
Estoy a la espera. Cuando salió la exposición en Palm Beach, tenía todo listo: los pasajes, los hoteles y resulta que se me venció la visa y ahorita en diciembre tengo la posibilidad de exponer, pero estoy parado por eso. Si todo se me da y me dan la cita con el consul, me voy en diciembre a exponer en la Semana del Arte en Miami, si no, lo más probable es que irán mis obras y no yo.
También, otra vez me volvieron a invitar a exponer en Venecia, pero está complicada la vaina porque todo está carísimo. Todos son decisiones. Ellos quieren que exponga una escultura grande y transportarla es un chicharrón, pero tengo fe.
Acá en Colombia, ¿sigue en San Felipe la exposición que me comentaste?
No, la exposición estuvo por siete meses y acabó hace tres meses. Tengo una obra todavía en la galería de la Casa Plástica, de este actor pereirano, John Alex Toro y de María Adelaida Mejía. Ahí tengo un poporo y otra que une el mundo Calima con Star Wars.
También hay otra exposición en la galería de una artista que se llama Juanita Echeverry y ahí estoy en una colectiva curada por El Laboratorio Arte con Sentido donde estoy presentando los grabados y los intaglios, que son obras en bajo relieve pero sobre papel o escultura en relieve, en papel. Por ahora, aparte de eso, todavía no hay una exposición grande. Igual, como estuve siete meses expuesto, quiero dedicarme más a producir para presentar nuevas propuestas.
* Si quieren conocer algunas de las obras de Johnny López, las pueden ver este miércoles 6 de septiembre, en el contexto de los 200 años de la fundación del Museo Nacional, con la Asociación Amigos del Museo Nacional que estará inaugurando a las 6 pm, la exposición colectiva 200 Años de Pintura, Escultura y Fotografía en la emblemática e histórica Casona Villa Adelaida con más de 100 años de historia, ubicada en la carrera 7 # 70-40, en Bogotá.
* Además, para conocer más sobre su trabajo, pueden entrar a sus redes sociales o a su página web.