Un nuevo Plan de Ordenamiento Territorial para Pasto
Si uno echa un vistazo hacia el pasado y centra su atención en Pasto, podrá ver una ciudad detenida en medio del tiempo y el espacio.
Hacia la segunda mitad del siglo XX, la capital del reciente departamento de Nariño, creado en 1904, era relativamente tranquila, se conservaba la arquitectura colonial y había poco movimiento en cuanto a la distribución misma de la urbe; de hecho, era una ciudad más rural que urbana.
Pero el dinamismo de la ciudad empezaría a cambiar durante los años 70 y 80. El incendio de la Plaza de Mercado Central en 1972, ubicado en pleno centro de Pasto, aunque doloroso e inquietante, fue un hito y trajo consigo un vertiginoso ánimo de cambio urbano.
Durante la década de los años 80 y 90 “se registró un gran auge de la construcción, el cual se caracteriza por el crecimiento anárquico de la ciudad”, comenta la urbanista Alejandra Delgado Noguera, a propósito de los cambios de esas décadas.
Desde entonces, Pasto se ha movido aceleradamente en las últimas décadas, creciendo a nivel demográfico, alterando su aspecto y función como ciudad con el crecimiento vertical y el cambio en la movilidad, pero continuando como una ciudad que llama y que aglutina buena parte de la demografía con perspectiva rural.
Pasto en la decada de 1950
Estas transformaciones anárquicas, como menciona Delgado, han acarreado una serie de desafíos, dificultades y oportunidades que se han heredado de una administración a otra ya que implica hablar de la planificación territorial, y este, es un tema espinoso.
En la actualidad, un hilo invisible unifica varios de los problemas de Pasto hacia un mismo proyecto: el Plan de Ordenamiento Territorial (POT). Que más allá de ser un documento es la guía hacia el desarrollo de un municipio en Colombia y es, a su vez, la manera de construir el bienestar de la ciudadanía.
Junto al sociólogo y docente de la Universidad de Nariño, Vicente Salas Salazar, pensamos en voz alta sobre la ausencia de una planificación territorial consciente, expresada, a su vez, en los testimonios de los habitantes de dos barrios de Pasto, quienes viven en su cotidianidad esta ausencia de lógica en la organización de la ciudad, concretamente frente a los usos mixtos del suelo.
“La ciudad va creciendo, pero el individuo es cada vez más arrinconado”
De acuerdo con las proyecciones del DANE, para 2023 Pasto tiene 410.835 habitantes, representando el 24.2 % de la población total de Nariño y siendo el municipio más poblado del departamento, al ser la capital, “es una ciudad que convoca la relación local global y global local”, expresa Salas al abrir la conversación sobre la invención de las ciudades para la racionalidad, al ser puntos de encuentro para el conocimiento, los servicios y el acceso a las oportunidades.
El crecimiento vertical, la movilidad imperante que pone a la maquina por encima de la persona y el crecimiento demográfico, son algunas de las razones que pueden explicar la expansión urbana en Pasto, que, a la luz del presente, ha configurado dinámicas de desigualdad social e inequidad, así lo expresa Salas: “Pasto es una ciudad con una marcada y notoria diferencia entre sectores que están en las periferias, que no tienen prácticamente derechos frente al disfrute del centro de la ciudad”.
De ahí que el resultado natural de estas dinámicas sean barrios en los que hay comercio, residencias y entretenimiento en un mismo lugar. Esto es conocido en los POT como “uso mixto del suelo”, el cual ha sido vital para combatir las barreras de las políticas de zonificación.
Sin embargo, en el caso de Pasto, este uso mixto del suelo se salió de control y es, en el presente, un problema de gran magnitud en diferentes zonas de la ciudad.
¿La seguridad de una ciudad se mide en la sensación de tranquilidad de sus habitantes?
Según las estadísticas delictivas de la Policía Nacional de Colombia, los hurtos a personas en Pasto se han incrementado aproximadamente un 23 % en comparación con el año 2022. Durante el año anterior, se registraron 5.290 hurtos y hasta el 31 de octubre del presente año, se han registrado 5.441 hurtos en la capital de Nariño.
De ahí que la inseguridad en Pasto fue uno de los temas de mayor interés ciudadano en medio de la contienda política de las elecciones regionales, ya que la percepción de seguridad esta cada vez mas deteriorada.
Como lo hablamos en el artículo “Habitar la ciudad como peatón: Un análisis de la peatonalización en Pasto”, los ciudadanos deben gozar de la ciudad de manera integral, percibir en ella la seguridad, el bienestar y la convivencia, para que, al habitarla, se fortalezcan los valores ciudadanos.
“La seguridad puede determinarse desde la perspectiva de la sensación de bienestar, de tranquilidad y de libertad que tienen los individuos respecto a las formas como habitan, sienten, piensan y se determinan en un espacio específico”, explica el sociólogo, agregando que “la inseguridad, por su parte, se asocia al estrés, a la escasa movilidad y a la precariedad en la manera de habitar la ciudad”.
Pasto en el siglo XXI
En ese sentido, la seguridad y su percepción no solo se evidencia en las expresiones que conocemos de inseguridad como las agresiones personales, los hurtos, las lesiones y los homicidios, ya que estas son la consecuencia de una serie de factores que suceden alrededor del espacio en que habitamos y que son, a su vez, “la consecuencia de una inestable y frágil forma de pensar la ciudad”, agrega Salas.
El bienestar y la tranquilidad son evidentemente un indicador de seguridad. Pero imposible percibirlo cuando al lado de la residencia en la que vives existe una discoteca o gastrobar que hace retumbar tus ventanas debido al alto volumen de la música, alterando tu sueño y tu tranquilidad.
Problemas mixtos por usos mixtos
Hace unos años, la zona norte de la ciudad era absolutamente residencial, pero hoy, con la lógica del uso mixto del suelo “ha cambiado su razón de ser y se ha tornado absolutamente comercial, generando problemas de convivencia, seguridad, movilidad y manejo de los desechos”, expresa Andrés Sarralde, presidente de la Junta de Acción Comunal (JAC) de los barrios Palermo, Versalles, la Riviera, Castilla y Morasurco.
“Cuando la rumba empieza, por lo general, con el típico miércoles de plancha, tenemos una seguidilla de ruido exagerado por varios días”, comenta Sarralde al mencionar el deterioro en la calidad de vida de quienes aun residen en esta zona, quienes, además, se enfrentan a la delincuencia creciente del barrio, a la congestión constante de las calles y al paisaje matutino de basura desperdigada por los andenes.
Este panorama se ha acrecentado con el tiempo pese a los oficios, derechos de petición y querellas policivas que se han impulsado desde la JAC, la gestión de la administración saliente se ha quedado corta para controlar esta situación, porque al final, responden a un POT que permite la creación de establecimientos de esta naturaleza cerca de las residencias, sin exigir los mínimos de acondicionamiento para permitir su funcionamiento.
Pendón instalado por habitantes la Av. de los Estudiantes al norte de Pasto
Paradójicamente, tal como lo cuenta Sarralde, con esta lógica que se ordena la ciudad se impide la creación de agencias de turismo o empresas similares en la zona, aun cuando estas no generarían la misma problemática.
Un panorama similar viven los habitantes de la zona sur de la ciudad. “En el barrio Chiles somos colindantes con la Avenida Idema y la problemática es la inseguridad, debido a la presencia de muchos bares, microtráfico, consumo y la presencia de habitantes de calle”, manifiesta Sonia, una residente de la zona quien nos ha pedido mantener su identidad en privado debido a las amenazas que han recibido lideres comunales de los barrios cercanos a esta avenida, lo que ha conllevado a que varias juntas de acción comunal se hayan disuelto.
Como si lo anterior fuera poco, en la actualidad las bodegas de almacenamiento de grandes empresas se están instalando en el corazón del barrio que habita Sonia, al igual que hoteles y funerarias: “llegan unas tractomulas gigantescas que entran al barrio a hacer el cargue y el descargue, eso está cuarteando las casas y la carrera séptima que esta destruida, además obstaculizan el transito y hay mucha accidentalidad porque los camiones tapan la visibilidad”.
La respuesta que la Alcaldía de Pasto le ha dado a Sonia y a sus vecinos ante las quejas y solicitudes de soluciones se justifica, siempre, en el POT: “nos dicen que nosotros estamos en un suelo mixto y que ante ese suelo mixto la Alcaldía no puede hacer nada”.
Invasión de la vía en el barrio Chiles al sur de Pasto
Se necesitará mucha voluntad política para un nuevo POT
El Plan de Ordenamiento Territorial (POT), definido en la Ley 388 de 1997, determina la planeación y organización de los municipios en Colombia. De cara al futuro, es un instrumento vital para la proyección de Pasto como una ciudad que genere bienestar para sus habitantes y que, a su vez, se vea ante el mundo como una ciudad global.
Con el actual POT de Pasto, cuya vigencia es hasta 2027, se han evidenciado las fallas frente al uso mixto del suelo, la gestión del riesgo volcánico y la vocación económica de los suelos, entre otras problemáticas que se han desencadenado a raíz de este POT y que han llevado a complejizar las relaciones sociales, espaciales y económicas de la ciudad.
A la nueva administración, liderada por el alcalde electo para la vigencia 2024-2027, le corresponde la actualización del Plan de Ordenamiento Territorial y este, sin lugar a dudas, será uno de los principales retos de la nueva alcaldía para evitar la organización anárquica que le ha dado prioridad a la inversión privada, tal como lo manifestó Alejandra Delgado, urbanista, al momento de concluir que “el crecimiento de la ciudad va al ritmo de la especulación urbana” y que trae a colación otro problema, la gentrificación impuesta por el capital privado.
Siguiendo las ideas del sociólogo invitado, la gentrificación es el resultado de “la ausencia de una seria política de planificación que marque las lunes rojas entre los intereses económicos de unos sectores que poco, o nada, les interesa el elemento de la planificación urbana”.
Pensarse la ciudad es un desafío que supone incorporar elementos en razón de una proyección y planificación de ciudad, “pero si la ciudad se transforma al garete, sin una medida adecuada, desatendemos el elemento fundamental: el modo y la manera en la cual, la ciudad nos permite habitarla”, y que debe pensarse como un espacio inmerso en un escenario global.
Para finalizar, la reflexión que Vicente Salas nos plantea es que la ciudad es una ventana para el mundo, “en la ciudad posible encontrar el mundo y encontrarnos en el mundo”, de ahí que debe estar conectada al diseño universal de las ciudades, “porque no puede quedarse la ciudad simplemente para el disfrute, deleite y oportunidad propiamente local, porque queda desconectada del mundo”.