Ser mujer indígena y campesina en Colombia, una historia de lucha y resiliencia
Por: Sebastián González
Cada año Colombia celebra el Día Nacional de la Mujer Colombiana, recordando el legado de Policarpa Salavarrieta, "La Pola". Este día es un homenaje a su valentía y a las mujeres que han liderado luchas históricas por la libertad, la justicia y la equidad. Sin embargo, también es una oportunidad para reconocer los retos contemporáneos de las mujeres, especialmente aquellas que, como las campesinas, enfrentan desigualdades estructurales.
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En Punto de Partida conversamos con María Ciro Zuleta, agrónoma y mujer campesina del Catatumbo, con quien conocimos una perspectiva vital sobre el papel de las mujeres rurales en Colombia. Según ella, las campesinas no solo son esenciales en la producción de alimentos, sino también en la preservación de valores comunitarios. "Las mujeres producimos el 45 % de los alimentos en la economía campesina, pero nuestra producción no llega a los mercados; está destinada a un intercambio solidario y comunitario", explicó.
María señaló que, a pesar de producir buena parte de los alimentos que consume el país, el campesinado, y en especial las mujeres rurales, enfrentan enormes desafíos. Entre ellos están el limitado acceso a la tierra (que solo cubre el 10 % de las tierras agrícolas), la falta de políticas públicas específicas y una brecha de género que es aún más profunda en las zonas rurales.
Ley de la mujer rural: entre la expectativa y la realidad
En cuanto a la Ley de la Mujer Rural, María expresó que, aunque en el papel parece una herramienta prometedora, en la práctica no ha generado cambios sustanciales. "Hasta el día de hoy, no he percibido ningún efecto directo de esa ley en nuestras vidas. Esto se debe a una visión política que ve al campesinado como un sujeto atrasado al que hay que modernizar, en lugar de reconocerlo como actor central de la soberanía alimentaria", afirmó.
Además, destacó que las políticas públicas suelen estar orientadas hacia cultivos permanentes destinados a la agroindustria, como palma y caña de azúcar, en lugar de promover cultivos transitorios que alimentan a la población colombiana.
Educación, identidad y brecha de género
Uno de los puntos clave de la conversación fue la pérdida de identidad campesina entre las nuevas generaciones. "¿Quién quiere ser campesina hoy? La educación y la cultura, en lugar de valorar esta identidad, la desdibujan. Desde pequeñas, enfrentamos un sistema que no nos motiva a permanecer en el campo", aseguró María.
Adicionalmente, mencionó que las tareas de cuidado recaen desproporcionadamente sobre las mujeres rurales, quienes dedican entre 8 y 9 horas diarias a estas labores, en contraste con las 3 o 4 horas de los hombres. Esto limita su participación en actividades productivas y organizativas.
El papel del campesinado en la soberanía alimentaria
María destacó que la reciente modificación del artículo 64 de la Constitución, que reconoce al campesinado como sujeto de especial protección, es un paso importante. Sin embargo, subrayó que el reto es traducir este reconocimiento en políticas públicas que fortalezcan la producción campesina, garanticen acceso a la tierra y promuevan la equidad de género en el sector rural.
"Cuando consumimos alimentos, debemos preguntarnos quién los produce. Si apoyamos al campesinado, estamos apostando por un sistema alimentario sostenible y solidario. Esta es una responsabilidad no solo del gobierno, sino de todos como consumidores", concluyó.
Lía Mora: narrar a la mujer indígena para resistir
Por otro lado, en Punto de partida charlamos con Lía Mora, una mujer indígena de la comunidad Muisca, comunicadora social y realizadora audiovisual.
Lía comparte una visión distinta, pero complementaria. Como mujer indígena de la comunidad muisca y realizadora audiovisual, su trabajo está enfocado en contar historias que visibilicen la riqueza y los desafíos de su comunidad.
"El rol de la mujer muisca es crucial. Somos las tejedoras, no solo en el sentido literal, sino también simbólico: conectamos pensamientos, experiencias y personas. Es un papel de liderazgo que va más allá de lo individual; es comunitario y espiritual.
Lía resalta que las mujeres indígenas tienen una participación activa en las decisiones de sus comunidades. "Venimos de una tradición matriarcal donde las mujeres lideran desde el amor y la sabiduría. Todo lo que hacemos parte de un principio básico: el amor conecta y transforma."
Sin embargo, Lía reconoce que los desafíos para las mujeres indígenas también están fuera de sus comunidades. "En Colombia, aún hace falta visibilidad para nuestras voces. Por fuera de nuestras comunidades, muchas veces no se nos escucha ni se nos reconoce como parte esencial del país. Esa es una lucha que sigue."
Una solución que va llegando a paso lento
El camino hacia la equidad de género en Colombia está lleno de desafíos, pero también de importantes avances impulsados por la fuerza colectiva de las mujeres. Desde la exigencia de una representación política real y el acceso a la educación en igualdad de condiciones, hasta la lucha por derechos laborales, reproductivos y contra la violencia de género, las mujeres están transformando la sociedad desde múltiples frentes.
No se trata solo de cerrar brechas, sino de construir un país más justo, inclusivo y representativo, donde las mujeres sean protagonistas en la toma de decisiones y agentes clave en la construcción de paz. Movimientos feministas y esfuerzos individuales nos muestran que el cambio no solo es posible, sino inevitable cuando las voces se unen y se convierten en acciones concretas. Colombia avanza hacia un futuro donde la equidad no sea un ideal, sino una realidad cotidiana.