Maternidades y sistemas de cuidado en Colombia: una conversación necesaria
Ser madre es una experiencia única y significativa en la vida de una mujer. Sin embargo, en Colombia, muchas mujeres enfrentan diferentes realidades y desafíos en su camino hacia la maternidad. Las brechas en la salud sexual y reproductiva se convierten en obstáculos que afectan sus capacidades para tomar decisiones informadas y tener un acceso equitativo a los servicios de salud.
Culturalmente la maternidad ha sido una labor invisibilizada y no remunerada que realizan las mujeres al estar en atención de sus hogares y el cuidado de sus hijos. Las tareas relacionadas a la crianza, como la atención física, emocional y educativa, son generalmente asumidas por las mujeres sin mayor reconocimiento ni valoración social.
La maternidad como construcción social
Las construcciones culturales de nuestra sociedad se han encargado de marcar el camino para lo que se considera debe ser el ejercicio de la feminidad, nacer, crecer, aprender los oficios y actividades de la casa, prepararse para atender, encontrar un esposo, tener hijos y servirles como soporte de cuidado, es el ciclo vital que se ha marcado durante décadas para las mujeres en nuestra sociedad, de ahí que varias teorías feministas hayan argumentado que la maternidad no es un hecho biológico o natural, sino una construcción social que impone roles y expectativas específicas a las mujeres.
Reconocer los diversos factores que influyen en el ejercicio de las maternidades desde el nivel socioeconómico, la ubicación geográfica, la educación y la pertenencia étnica es fundamental para la identificación de brechas en el acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva.
Y es que la fuerza de lo que llamamos tradiciones culturales en nuestro país es muy apremiante, según la Encuesta Nacional de Calidad de Vida (ECV) para 2021, 4.726 niñas entre los 10 y 14 años se convirtieron en madres. Esta misma encuesta reveló que los departamentos con mayores índices de nacimiento en niñas entre 10 y 14 años se registró en Antioquía con el 14,4%, Bolívar con el 7,6%, Córdoba con el 6,0% y Valle del Cauca con 5,5%.
Estos datos aportan a la conversación sobre la necesidad del cumplimiento de los planes y políticas públicas que aporten al desarrollo de la agenda 2030, encaminada a cumplir con los objetivos de desarrollo sostenible, pues aunque nuestro país actualmente cuenta con 7 leyes en términos de derechos sexuales y reproductivos y una política nacional de sexualidad, derechos sexuales y derechos reproductivos, su implementación en territorio no está resultando en una reducción de las brechas significativas en la labores de cuidado.
La importancia de las tres R de cuidado: Reconocer, Reducir, Redistribuir
La agenda 2030 para el desarrollo sostenible, adoptada por los Estados miembro de las Naciones Unidas en septiembre de 2015, considera la igualdad de género como una herramienta indispensable para el logro de todas las metas. Esta manifesta un gran interés en el monitoreo del tiempo que destinan las mujeres a actividades como el trabajo doméstico y las labores de cuidado no remunerado, considerando las tres erres del cuidado:
“Reconocer y valorar los cuidados no remunerados y el trabajo doméstico no remunerado mediante la prestación de servicios públicos, la provisión de infraestructuras y la formulación de políticas de protección social, así como mediante la promoción de la responsabilidad compartida en el hogar y la familia” indicador 5.4.1 declaración ODS.
Según la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo, la producción del trabajo doméstico y de cuidados no remunerados equivale al 20% del PIB nacional, esto significa que, si este trabajo se pagará, el sector del cuidado sería el más importante de la economía del país, ubicándose incluso por encima del sector de comercio, que representa el 18%, el sector de la administración pública que representa el 15%, y el sector de la industria manufacturera que representa el 12%. La principal actividad de esta producción no remunerada es el suministro de alimentos que representa el 35%, seguido de los procesos de la limpieza del hogar que representa un 25% y finalmente, el cuidado de personas que representa un 17%.
Y es que no es solo el hecho de que las mujeres participen más en los trabajos de cuidado, sino que, diariamente dedican el doble de tiempo en comparación a los hombres que cuidan, en promedio las mujeres cuidadores destinan 7 horas 14 minutos al día en trabajo no remunerado, que incluye los cuidados directos, indirectos o pasivos, en contraste con 3 horas 25 minutos que dedican los hombres.
En este punto es importante anotar el marcado subregistro que se presenta en los diferentes mecanismos de medición y encuestas de las instituciones, pues las cargas suelen ser mayores si son mujeres indígenas, afrodescendientes o campesinas que viven en sectores rurales o en cabeceras municipales.
Por ello, desligar la maternidad y el sistema de cuidado como labores feminizadas ayudará a establecer acciones para visibilizar y valorar el trabajo materno, demandando la redistribución equitativa de las responsabilidades de cuidado entre hombres y mujeres.
Así como el reconocimiento y apoyo económico para las madres en su labor de crianza hace parte de los procesos sociales que estamos enfrentando, también es necesario cuestionarnos, reflexionar y desafiar los estereotipos de género asociados a la maternidad, para de esa manera promover la libertad de elección, la igualdad de oportunidades para las mujeres, y motivar la toma de decisiones conscientes e informadas alrededor del ejercicio de las maternidades.