La salud mental en niños, niñas y adolescentes durante la pandemia
Muchos aspectos han cambiado desde el inicio de la pandemia. Aquellos que más se analizan tienen que ver con el deterioro de la economía, los picos de contagios o las variantes del virus. Si bien todo ello es de vital importancia para reducir el impacto y apuntar al desarrollo de las actividades en el periodo de confinamiento, hay un impacto social que deriva del encierro y cuya repercusión posee la misma relevancia que los factores expuestos: se trata de la salud mental en los niños, niñas y adolescentes.
Durante la pandemia, los niños y adolescentes con un trastorno psiquiátrico preexistente podrían presentar exacerbación de sus síntomas. Del mismo modo, muchos de los que no presentaban síntomas, han comenzado a manifestarlos debido al encierro. Sin embargo, poco se conoce al respecto, pues los estudios sobre esta población durante la pandemia son escasos.
El más reciente dato del Instituto Nacional de Salud (INS) dio a conocer que “alrededor de 240 mil menores de edad –entre los 0 y los 18 años– han sido reportados como casos confirmados de covid-19 en Colombia”. Teniendo en cuenta que la sintomatología presentada por los menores durante la enfermedad, puede manifestarse de manera leve o no manifestarse, ello, no los exime de sentir temor por el contagio colectivo. De hecho, el estudio estima que “un 66,7 % de los adolescentes han vivido –al menos– una adversidad mental y cerca de un 50%, más de una, en este nuevo escenario”.
La perspectiva de los especialistas clínicos que atienden estos casos puede brindarnos un acercamiento al asunto. La psicóloga clínica Lizzette López manifiesta que “Desde que empezó el confinamiento los principales trastornos que se han desencadenado han sido los síntomas de ansiedad y los depresivos. Algo muy importante, es que muchos de estos síntomas estaban ‘dormidos’ en los niños y esta situación de encierro en la que deben compartir el mismo entorno todo el día con su núcleo familiar, ha generado que muchos de esos síntomas comenzarán a aparecer”.
A lo anterior, López agrega: “Nosotros como psicólogos clínicos notamos un aumento significativo, yo podría decir del 50 o de un 45% de síntomas asociados a la depresión y ansiedad”. Para ella durante la pandemia ha derivado en adicciones a los aparatos electrónicos, lo cual se suma a los efectos adversos del confinamiento, aunque frente a esto asegura que influye la responsabilidad parental.
Y es que el ambiente para los niños y adolescentes cambió. Sus rutinas escolares, didácticas y de interrelación con sus amigos se ha visto interferida por el confinamiento, justo en plena etapa de desarrollo de las interacciones con sus pares. Por ello, el Colegio Médico envió una alerta frente a los riesgos para la salud mental de los menores, en especial, por los efectos de permanecer todo el día en casa. Los especialistas recomiendan ayudarlos a desarrollar sus habilidades sociales y cognitivas, a través de actividades lúdicas junto a la familia, relacionamiento (aunque sea virtual) con sus amistades y la creación de rutinas. La alerta se emite debido al considerable aumento de consultas psiquiátricas en menores de edad durante el último año.
El diagnóstico de la salud en los menores
Antes de profundizar más en el tema, comencemos por entender el concepto de salud mental. Conversamos con la psiquiatra infantil y de adolescentes Liliam Juliao Borge, quien comenta que “se entiende como salud mental, el estado completo en donde haya bienestar físico, mental y social, no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades. Esa es la descripción que nos da la Organización Mundial de la Salud (OMS) y para los niños es exactamente igual”.
Sin embargo, para los padres de familia, en muchas ocasiones, este es un tema del que no se conversa en los hogares y por ende no se presta la debida atención, por temor a los prejuicios que giran alrededor de la salud mental desde hace mucho tiempo.
Para ello, se hace necesario comprender que la responsabilidad del cuidado de los menores no solo recae en el buen desarrollo físico, sino que se debe involucrar el cuidado del bienestar mental y mucho más en esta temporada inédita para la sociedad actual. De lo contrario, seguiremos lamentando muertes prematuras, trastornos sin tratamiento y la problemática de una generación que crece con mayor necesidad de ser comprendida.
“Los adultos son totalmente distintos en cuanto a la gestión de sus emociones. Los niños aún se encuentran en un proceso de maduración cerebral, lo cual conlleva a que ellos no van a tener las mismas estrategias cognitivas y emocionales para poder enfrentarse a una situación como la pandemia", indica la psicóloga Lizzette López.
Precisamente, el estudio realizado por el Instituto Nacional de salud (INS) estima que el confinamiento va a afectar en tres niveles a la generación de niños que han tenido que vivirlo:
- El primero es el nivel afectivo-emocional, el cual abarca todo lo relacionado con la salud mental de las personas y que a futuro puede derivar en ansiedad, depresión, trastorno adaptativo o estrés agudo postraumático. Las afectaciones más grandes aparecen en los niños entre 4 y 12 años.
- El segundo es la dificultad en el desarrollo y aprendizaje, ya que las experiencias de los primeros años de vida tendrán un impacto en su carga genética, lo que determinará conductas posteriores, como el rendimiento académico, los logros laborales y las relaciones interpersonales. Indicaron que el 42 % de los menores ha visto afectadas sus habilidades académicas por la cuarentena.
- Y el tercero corresponde a la vulneración de sus derechos. El INS explica que en la Constitución señalan que los derechos de los niños priman sobre los otros, pero advierten que las decisiones de confinamiento han priorizado la salud mental de otros grupos poblacionales como los adultos por encima de los más pequeños.
Es necesario comprender que la salud mental se está viendo afectada en muchos jóvenes a nivel mundial. De hecho, según un estudio del Centro Nacional de Resiliencia, en Francia, de 69 mil universitarios menores de 21 años encuestados, el 27,5% presentó ansiedad severa, es decir tres veces más que antes de la pandemia; el 22,4% angustia y sufrimiento severos, y el 24,7 % estrés grave, diez puntos más que en tiempos sin coronavirus.
La depresión también aumentó y los deseos suicidas se dispararon al 11,4%. Estos datos se refieren a un sector poblacional más reducido y en un país con mejor calidad de vida. No obstante, no deja de ser alarmante que las cifras publicadas en enero de 2021 sigan aumentando a pesar de que poco a poco esta población ha ido retomando sus actividades de manera segura.
Otro punto importante a tener en cuenta es si existen antecedentes familiares: “Esto hace que pueda existir una asociación genética dentro del cuadro que esté presentando el niño o adolescente en el momento de la intervención entonces los antecedentes familiares se consideran un factor de riesgo”, añade la psiquiatra Liliam Juliao.
Las intervenciones médicas
El tema, por su complejidad, requiere seguramente de estudios clínicos que se seguirán realizando a lo largo del confinamiento. Sin embargo, para lograr mejorías en cualquier episodio agravante de la salud mental, es necesario acudir a tiempo a los especialistas.
La labor de los padres de familia aquí es vital, pues su conocimiento sobre los menores y el reconocimiento de algunos cambios en el comportamiento son el punto de partida para las historias clínicas que desarrollarán con los especialistas y de allí derivará en un tratamiento de terapia psicológica, medicación con psiquiatría, meditaciones o tratamientos mixtos.
“Cuando se ha identificado que hay algo distinto en el comportamiento del niño o del adolescente, que nos llama la atención, la manera de acercarse debe ser genuina y directamente. Sí son niños más pequeños, también hay que intentar hacer un acercamiento verbal, preguntar y ayudarlo con las respuestas sobre su estado de ánimo. Dibujar también es una alternativa y lo más importante es que lo que sea que recibamos de esa conversación nos permita a nosotros como padres buscar ayuda profesional”, continúa Liliam Juliao Borge, psiquiatra infantil y de adolescentes.
Por su parte, la psicóloga Lizzette López agrega que “el adulto es quien debe brindarle las herramientas a los niños para que puedan estar más tranquilos. Por ejemplo, es importante que los niños se alimenten bien, que estén teniendo sus adecuadas horas de sueño mínimo según su edad, regular mucho el uso de los aparatos electrónicos, fomentar espacios de socialización (así sean virtuales con sus otros amiguitos) y en lo posible poder sacarlos a caminar una hora semanal o una hora cada día, teniendo en cuenta las medidas de bioseguridad. Esos espacios de socialización son fundamentales para poder construirse, para poder generar su propia personalidad”.
Desde la academia, se están desarrollando las investigaciones pertinentes para tratar de asegurar el bienestar mental de los menores en el menor tiempo posible. La Universidad de los Andes, presentó el estudio Salud mental en niños y adolescentes relacionado a la cuarentena ocasionada por el COVID-19, bajo la autoría de la Dra. Liliana Gutiérrez Babativa, a finales del 2020. En este se deja en evidencia algunos de los problemas a los que se enfrenta esta generación de niños y adolescentes.
Allí, se manifiesta que existe una relación entre síntomas depresivos con la soledad y el aislamiento. Las niñas y las adolescentes muestran más síntomas depresivos, mientras que los niños pueden experimentar síntomas de ansiedad y pánico. La soledad y el aislamiento pueden manifestar problemas de salud mental hasta 9 años después del evento inicial, siendo el más común la depresión. Los niños y niñas sometidos a largos periodos de aislamiento tienen cinco veces más probabilidad de necesitar soporte psicológico y experimentar síntomas de estrés postraumático.
Teniendo en cuenta lo anterior, en distintas ciudades se han habilitado líneas de atención psicológica o puntos de atención para las personas que lo requieran. Al respecto, la psicóloga Lizzette López asegura que “a raíz de esta situación se generaron varias alternativas privadas y públicas que propenden a mantener y sostener la salud mental de los colombianos durante este tiempo. Por ejemplo, el Colegio Colombiano de Psicólogos permitió que se generara una atención para las personas de forma gratuita.
Por su parte, "la Universidad Nacional junto a gremios de psicólogos privados también empezaron a hacer sus atenciones gratuitas o a bajo costo. En Medellín están unos espacios conocidos como los escuchaderos que son lugares a los cuales se pueden acercar las personas y los va estar esperando un psicólogo clínico dispuesto a escuchar los problemas que está presentando. Aquí en Barranquilla se realizó una estrategia privada, donde se habilitaron unas especies de cabinas en las cuales las personas pueden acercarse para poder ser escuchadas”, explica López.
No obstante, los niños continúan quedando en un segundo plano. El sistema de salud ha priorizado la lucha contra el COVID-19, pero muchos de los aspectos ligados a este, presentan precariedad. Las atenciones psicológicas para los niños y adolescentes, aumentaron a tal punto, que los especialistas en las EPS, deben agendar citas cada dos o tres meses para tratamientos que requieren vigilancia semanal o quincenal. Es por ello que muchos padres deben acudir a atención particular o esperar a que los niños no tengan recaídas en el periodo de espera.
Superación de las afecciones mentales
Una de las mayores preocupaciones tanto para los niños como para su entorno familiar es enfrentarse a la enfermedad y descubrir si esta tiene una cura. En ese proceso de superación de la enfermedad intervienen todos los miembros de la familia, incluso, en ocasiones, asisten en compañía del paciente para entender el tratamiento y apropiarse del mismo. El crecimiento se convierte en algo mutuo.
La siquiatra Liliam Juliao Borge asegura que “cuando se accede a la intervención, es importante entender que como cualquier patología del cuerpo tiene un comienzo, un desarrollo y un final. El tiempo de tratamiento varía según la severidad y entre más temprano sea la intervención, el resultado va a verse proyectado mucho mejor a futuro. El niño vuelve a tener las mismas características en su estado de ánimo previo al episodio. En algunos casos, estos episodios se repiten, ahí hablamos por ejemplo de trastornos recurrentes, pero solamente el profesional en salud podrá determinarlo y estos también tienen tratamiento”.
Algunas de las respuestas emocionales del aislamiento incluyen miedo e incertidumbre, además de comportamientos sociales negativos impulsados por el miedo. Aunque las restricciones sean aliviadas y se espera un paulatino retorno de las actividades cotidianas, es necesario esperar el impacto en la salud mental derivada del aislamiento que se puede dar meses o años después, según lo asegura la OMS. Por lo tanto, el seguimiento a los menores debe realizarse de manera consecutiva hasta obtener una mejoría total y la reinstalación de sus rutinas habituales.
Por ello, la psicóloga Lizzette López recomienda tener algunas rutinas en el proceso de readaptación: “Al igual que él el proceso de confinamiento implicó un duelo y un proceso de adaptación y por ello se generó una aceptación de la realidad actual, lo mismo va a suceder cuando volvamos a nuestras actividades de la vida cotidiana. Nos va a tocar dejar la virtualidad, entonces viene un proceso de adaptación a la presencialidad. Es necesario tener mucha paciencia. También debemos tener negociaciones con los niños, pues todo tiene que ser paulatinamente: si comenzamos saliendo una hora a la semana, podemos ir incrementando la intensidad horaria poco a poco”.
Ante la posibilidad de volver a compartir con sus amigos y compañeros en los próximos meses, se debe hacer énfasis en la educación al respecto de las medidas de autocuidado, informar de forma sencilla y en lenguaje comprensible para los menores los cambios que ha traído la pandemia. Sin embargo, es necesario evitar la sobreexposición a la información que pueda generarles episodios de estrés.
La Organización Mundial de la Salud ha llamado la atención sobre los trastornos presentados durante el confinamiento y por recomienda que se debe aprovechar este momento, sin precedentes para la sociedad actual, para fomentar las actividades que generan gusto en los menores que permitan disminuir el estrés, además mantener las rutinas de sueño. También sugiere evitar el consumo excesivo de dulces o paquetes, y aumentar el consumo en lo posible de frutas, verduras y agua. Tampoco es recomendable que los niños estén todo el día en pijama y sin tomar una ducha.
“El seguimiento de la salud mental de los niños se debe fomentar, ya que, pueden manifestar síntomas de estrés postraumático con el paso de los años”, sentencia el reporte de la OMS.
A continuación puede escuchar el episodio de Chévere pensar en voz ALTA, donde contamos cómo vive un menor de edad el proceso de depresión y ansiedad y cómo fue hablarlo con su familia y profesionales. Esperamos entregar varias herramientas al respecto.