La reivindicación femenina en el picó caribeño
Con un colorido destellante, brillos neones, diseños extravagantes y sobretodo músicas afrocaribeñas se amplifican los sonidos del picó en distintos municipios de la región Caribe.
Si jamás has sido testigo de la potencia sonora de un picó, te contaré un poco de qué se trata. Un picó es un equipo de sonido de enormes proporciones, compuesto por uno o varios parlantes utilizados para amplificar, principalmente, champeta y músicas afrocaribeñas.
La palabra picó tiene sus orígenes en el término anglo del inglés pick up, haciendo referencia a la aguja del tornamesa y/o a la portabilidad de estos equipos que se desplazan por las ciudades de la costa Caribe para animar fiestas barriales en los espacios conocidos como plazas o casetas.
El término champeta se designa, a su vez, a un conjunto de músicas africanas y afroantillanas, así como a un estilo musical local nacido de los covers que se hacían de estas músicas venidas de otras latitudes. Estas reapropiaciones locales, cantadas primero en onomatopeyas o en la lengua bantú de San Basilio de Palenque, fueron luego cantadas en español y fusionadas con músicas locales tanto tradicionales como urbanas, dando como resultado la llamada champeta criolla.
De la fusión entre la champeta criolla y las llamadas músicas urbanas, principalmente reguetón, dancehall, ragga y rap, nacería el hoy popular género de la champeta urbana cuyos arreglos musicales son completamente digitales.
“La fiesta de picó, más allá de ser un espacio de ocio, es capaz de actuar como una forma de subversión temporal del orden establecido, especialmente porque consigue una transgresión en términos estéticos, bailables y sonoros, de espacialidades que manifiestan relaciones desiguales de poder” indica la maestra en antropología social, María Alejandra Sanz.
Este repaso por las sonoridades que retumban en los amplificadores de las fiestas picoteras han tenido una amplia difusión en los escenarios populares contando con el liderazgo de propietarios y programadores musicales del género masculino.
La fiesta del picó está en constante interacción con diferentes espacios y, a su vez, se ve afectada por estos y los transforma. Sin embargo, no todo es fiesta en la ciudad donde nacería el picó, tan desigual y segregada como Cartagena.
El papel del picó, culturalmente hablando, se dio a través de distintos frentes: musical, dancístico y visual, además, posicionó formas de vida de la cultura popular en ciudades como Cartagena, donde han prevalecido históricamente las manifestaciones artísticas gestadas desde la élite.
El flow femenino
En estos espacios donde hacen presencia danzas sensuales, pasos prohibidos, volúmenes inenarrables y una exigencia musical importante (pues el baile significa la aprobación en cierta medida de las canciones), se manifiesta “la celebración de las relaciones del mundo champetúo que refleja en gran parte lo que implica ser cartagenero -barranquillero o ciudadano del caribe- de clase popular”.
Por eso, se hacía tan necesaria la participación femenina más allá de ser un elemento ‘decorativo’ de la fiesta. Y es que las mujeres, desde hace muchos años, han venido trazando un camino importante en esta idiosincrasia cultural, pese a que han tenido que esforzarse el doble para poder establecerse y darse a conocer, han logrado poco a poco ser respetadas y reconocidas por su talento dentro de la cultura picotera.
Tal es el caso de Miliceth Martínez Iriarte, mejor conocida como Pickotera Milly Iriarte, una feminista picotera que desde hace unos años, tras realizar una investigación, comenzó a rastrear los pasos de las mujeres en esta industria, creando, incluso, el primer grupo conformado por mujeres en la champeta: Las Emperadoras de la Champeta.
“Este tema de la picotera Milly Iriarte surge a través de un trabajo investigativo. Primero fui académica, venía investigando el papel de la mujer en la cultura champeta y al darme cuenta de que realmente si existían mujeres cantantes quise seguir averiguando más y fue cuando me di cuenta de que había mujeres programadoras, samplistas, hacedoras de baile, es decir toda la construcción de las mujeres que están detrás y de frente del picó, y desde ahí nació mi preocupación por entrar y comprender desde este performance lo que realmente significa una picotera”, manifiesta la artista bolivarense.
En su camino por hallar a las mujeres más destacadas de la industria picoteril, se encontró con una de las primeras que en Barranquilla se daba a conocer: “Barbie perreo”. Steffy Gómez es una mujer barranquillera cuya afinidad con la música y el picó la llevó a ser la primera mujer en los escenarios de la región durante los primeros 2000.
“Para mí es un honor haber sido reconocida como una de las primeras mujeres en esta industria. Por eso, es una inspiración para mí ver a otras mujeres poderosas impactando en la tornamesa. Es necesario que Barranquilla reconozca ese trabajo que mujeres maravillosas han hecho durante años, mujeres que son referente para la cultura champetúa, eso es lo que me inspira, el saber que cada día están saliendo más artistas motivadas, cantantes, picoteras, bailarinas y que se siga construyendo ese referente femenino en nuestra cultura”, indicó la barranquillera.
La fiesta del picó vive en constante evolución, las representaciones visuales, los sonidos y bailes gestados en ella, la inclusión y representación popular como un elemento simbólico de la equidad a través del arte, hacen de esta una fiesta cada vez, ojalá, más inclusiva y en la que las voces femeninas cada vez tengan mayores espacios de participación.