Hormonización transgénero: lo que debes saber para ser quien realmente eres
Nota de la autora: Si no eres una persona trans me urge estimular tu capacidad de empatía para leer este artículo, por ello te pediré que hagas este ejercicio.
Imagínate frente a un espejo.
Ahora, mira tú reflejo y piensa: ¿cómo te sentirías si la imagen que ves frente a ti no corresponde a cómo te sientes y expresas tu identidad de género?
¿Sentirías comodidad? ¿Valorarías este cuerpo? ¿Te sentirías auténticamente feliz?
Seguro que las respuestas a todas estas preguntas serían un NO rotundo.
Justo así se han sentido el 0,3% y el 0,5% de la población mundial, ciudadanos de diferentes naciones identificados como personas transgénero, quienes en algún momento sintieron una profunda incomodidad con su sexo biológico, el cual, no coincidía con su identidad de género.
Esto es conocido bajo el diagnóstico de disforia de género. Un requisito obligatorio para acceder, por medio del sistema de salud colombiano, al proceso de tránsito de género a través de tratamientos de remplazo hormonal o intervenciones quirúrgicas.
Un condicionante que entra a patologizar la diversidad y mantiene su existencia en los manuales de trastornos mentales.
Ser trans en Colombia es agotador. Además de los prejuicios que persisten, la vulneración de derechos y la constante estigmatización, hay un sistema de salud que no responde efectivamente al cumplimiento de los derechos de esta población.
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Desde Chévere Pensar en Voz Alta indagamos en el tema de la hormonización trasngénero, un proceso necesario para que las personas trans sean - en su reafirmación de género - quienes realmente son.
Hablamos con expertos en el campo de las orientaciones de género diversas para conocer más sobre el tema y brindar, desde el conocimiento, herramientas que ayuden a navegar en la odisea que implica acceder al sistema de salud en Colombia.
“Ser transgénero no es una decisión, es una manifestación”
Así lo señala el doctor Mario Angulo, especialista en endocrinología pediátrica y director de la Clínica de Género de la Fundación Valle de Lili, la primera clínica en Colombia que asumió un trabajo multidisciplinario para brindar respuestas y posibles tratamientos a las personas que manifestaban una disforia de género.
“Generalmente, las personas que tienen una identidad transgénero lo saben desde muy chiquitos. Entonces, la idea es que desde ese momento se pueda detectar y empezar un acompañamiento”, complementa el profesional.
Lo ideal es que la experiencia de vida trans se viva de manera tranquila y segura desde la infancia, en un entorno donde la empatía y el apoyo familiar sean un pilar. Esto determinará factores decisivos para el futuro, ya que así “va a ser un niño que tendrá todas las posibilidades de que todo salga bien, que no desarrolle problemas de ansiedad, depresión, automutilaciones o suicidio”, añade el endocrinólogo.
Sobre esta base se construye un camino que iniciaría con evaluaciones psicológicas y psiquiátricas, para más adelante, comenzar en la adolescencia con un proceso de largo aliento: un tratamiento de remplazo hormonal con las hormonas que corresponden a la identidad de cada individuo, serán estrógenos o antiandrógenos para lo femenino y testosterona para lo masculino.
Este proceso debe ser supervisado por un médico especialista ya que la dosis recetada podrá variar dependiendo de la respuesta corporal, ya que cada tránsito es diferente. Para luego, al llegar la mayoría de edad, someterse a cirugías plásticas.
Esta ruta es un ideal, pero la realidad es otra. En la mayoría de los casos, los procesos de transición se realizan de manera tardía y tras batallar contra los prejuicios, el desconocimiento, la desinformación y las barreras existentes a nivel social y más aún en el sistema de salud, en donde, además, se recibe un trato discriminatorio por ser diferente.
Estos factores juntos crean el escenario perfecto para encontrar en la automedicación o autohormonización un camino aparentemente fácil, al cual acuden sin imaginar la cantidad de tropiezos con los que se encontrarán debido a los efectos secundarios de un tratamiento sin supervisión.
Los riegos de la automedicación
“1 de cada 100 personas trans siguen los procesos del sistema de salud colombiano para hacer su respectivo proceso de tránsito de género”, fue la respuesta de Andrea, lideresa de la Red Comunitaria Trans, a Santiago A. de Narváez, quien habló sobre el trato que el sistema de salud tiene con esta población.
Este dato es importante porque las otras 99 personas pueden recurrir a dos opciones: soportar y seguir rechazando su aspecto físico, o acceder a tratamientos de manera empírica. En el segundo caso, el voz a voz es la base, por medio de conocimientos que fueron transmitidos desde las experiencias ajenas y muchas veces bajo tratamientos artesanales que provocan serías afectaciones a la salud.
Esto no quiere decir que la terapia hormonal supervisada por un médico no tenga efectos secundarios, por supuesto los tiene, pero pueden reducirse o controlarse. Contrario a la autohormonización, en la que existe un riesgo mayor.
Varios de estos efectos adversos o enfermedades derivadas de una administración inadecuadas son, entre otros: trombosis venosa profunda, embolia pulmonar, triglicéridos altos, aumento de peso, acné, apnea del sueño, infertilidad, hipertensión, disfunción hepática, cálculos biliares, diabetes tipo 2, enfermedad cardiovascular, accidente cerebrovascular y mayor riesgo de cáncer mamario.
Estos padecimientos se acompañan también de consecuencias emocionales que se traducen en trastornos mentales como depresión o ansiedad, que harán aún más complejo este tránsito.
La salud mental debe ser tan importante como la física cuando el proceso está en curso.
La importancia de conocer el marco normativo
En la actualidad existen un conjunto de jurisprudencias que defienden los derechos en salud de las personas trans, como la sentencias T-771 de 2013, T-552 de 2013, T-622 de 2014, T-004 de 2012, T-218 de 2022, emitidas por la Corte Constitucional colombiana.
“Todo ha sido a raíz de la negación de estos derechos, por las barreras que existen para acceder a ellos” nos cuenta sobre este marco normativo Carolina Bedoya, abogada feminista y asesora de la población LGBTIQ+.
Son precedentes importante para que las personas trans puedan acceder y exigir el cumplimiento de sus derechos en el sistema de salud, ya que en la actualidad no existe una política pública a nivel nacional para que las personas trans pueda acceder a estos servicios, recibiendo, a su vez, un trato digno por parte de todo el personal de salud.
Como resultado a lo expuesto anteriormente, desde diferentes instancias como el UNFPA se han creado lineamientos de atención en los servicios de salud que consideran el enfoque diferencial, de género y no discriminación para personas LGBTI, los cuales tienen como objetivo orientar al personal del sector salud en los procesos de atención a esta población, para que, con este modelo generen en su oferta institucional acciones afirmativas que garanticen el derecho a la salud de las personas transgénero.
Dicho esto, hablemos de las obligaciones que tiene el sistema de salud: este debe responder a las solicitudes de los pacientes que manifiestan su deseo de iniciar el proceso de tránsito, suministrando los tratamientos hormonales y dando cobertura a intervenciones de reasignación de sexo o de reafirmación de género.
En ese sentido, las hormonas deben ser consideradas dentro del Plan Obligatorio de Salud, en la medida en la que contribuyen a la salud integral de las personas trans, al igual que las cirugías plásticas que brindan bienestar y salud a esta población, las cuales no deben ser consideradas como procedimientos estéticos.
“Las Entidades Administradoras de Planes de Beneficios (EAPB) están obligadas a cubrir los procedimientos médicos, quirúrgicos y entrega de medicamentos necesarios para la construcción o reafirmación de género”, aclara Ana Mercedes Carlosama, lideresa de la población LGBTI- OSIGD de Pasto, agregando que las EPS están en la obligación de cubrir los gastos derivados de desplazamiento a otras ciudades para acceder a los procedimiento, “esto debe estar cubierto por las EPS, debido a las limitaciones propias de no cubrir todas las áreas de salud en un mismo territorio”.
El paso a paso en un sistema de salud colapsado y permeado por las barreras
Basándonos en las entrevistas realizadas a Carolina y Ana Mercedes compartimos una ruta que intenta responder a las preguntas: ¿qué debo hacer? y ¿A qué me voy a enfrentar? En un sistema de salud que le falla a la ciudadanía en general y que, aun así, debe responder a un derecho fundamental:
Primer paso: La persona debe estar afiliada al sistema de salud, ya sea de régimen contributivo o subsidiado, en este último régimen debes estar en la base de datos del SISBEN.
Segundo paso: Solicitar una cita por medicina general. En ella manifestar al médico que eres una persona trans y que deseas iniciar el proceso para la reafirmación de género por medio del tratamiento de reemplazo hormonal; esta cita abre las puertas a las especialidades.
Aquí puede surgir la primera barrera, ya que algunos médicos no respetan los nombres identitarios o usan pronombres que no corresponden a la identidad de género del paciente. Incluso, desde su desconocimiento pueden manifestaron que en la EPS no se hace ese tipo de procedimientos.
Tercer paso: Remisión a especialidades, psiquiatría, psicología o endocrinología: ¿Recuerdan la disforia de género? Este diagnóstico es, infortunadamente, imprescindible. “No queremos patologizar la experiencia de vida trans, pero sin el diagnóstico es imposible acceder a los servicios de salud. Nos pone en una dualidad en términos de lo práctico. Entonces, yo le digo a las personas que atiendo: vas a ir a psiquiatría, de ahí lo único que necesitamos es el diagnóstico, el cual es el f649, esto de inmediato abre un montón de puertas”, señala Carolina.
Una segunda barrera aparecerá en este punto, la programación de citas puede ser tardía y generar frustración.
Cuarto paso: Remisión a endocrinología. El grueso del proceso empieza aquí. El profesional solicitará los estudios médicos necesarios para determinar el tratamiento hormonal específico e informará sobre los posibles efectos secundarios. En este paso se definirá la dosis y su frecuencia, los cuales serán suministrados con el acompañamiento del endocrinólogo.
La tercera y cuarta barrera podrán manifestarse, inicialmente en el caso de que el especialista no posea los conocimientos sobre la experiencia de vida trans o manifieste un sesgo que impere sobre la prestación del servicio. Luego, cuando en la EPS haya un desabastecimiento de las hormonas.
Quinto paso: Remisión a otras especialidades como psicología, ginecología y demás, dependiendo de la respuesta corporal: es pertinente la valoración de otros profesionales para controlar los efectos secundarios.
¿Qué hacer ante las barreras? Carolina nos responde: “analizar qué herramientas se pueden utilizar, en mi caso, la primera que utilizo es el derecho de petición, que sirve de carga probatoria para más adelante. Si por este medio no se logran las citas o la medicina, se interpone la acción de tutela en aras de que se restablezca el derecho que ha sido vulnerado. En ocasiones debemos, incluso, interponer un incidente de desacato, porque la entidad promotora de salud no acata la orden del juzgado. Como último recurso asistir a la cita con la abogada o el abogado formado en estos temas”.
El poder de la información
Informarse, preguntar, aprender y apoyarse en las colectivas será crucial para sobrellevar las dificultades que puedan surgir ya que, como lo manifiesta Carolina “la herramienta de la que disponemos es la información”. De ahí la importancia de circular el conocimiento que organizaciones y fundaciones como La Red Comunitaria Trans, La Red Popular Trans, La Liga de Salud Trans, Profamilia, La Fundación Santamaría, La Fundación GAAT y muchas más, han recogido a lo largo de estos años para circular por el sistema. Dejamos aquí un material compartido para que puedan consultarlo y siempre estar un paso adelante.
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La información y la empatía serán siempre la mejor cura ante los prejuicios, esta capacidad que tenemos los seres humanos para entender las situaciones y los sentimientos que viven otras personas -independientemente de la fe que profesamos o del bagaje cultural que poseamos- son y serán la clave para abrazar y defender la diversidad.