Lo que encanta y desencanta de ‘Encanto’
Desde su estreno en noviembre de 2021, Encanto no ha parado de ser un tema de conversación. Con su película animada número 60, una vez más Disney logró hechizar al público y lanzar un éxito comercial fiel a la línea de la empresa. Una mágica historia para toda la familia, llena de música pegajosa, con un mensaje esperanzador centrado en el poder del amor, el perdón y la empatía.
Pero esta vez Disney tomó un riesgo y decidió basarse estéticamente en Colombia, un país que durante décadas ha sido retratado por Hollywood como una gran fábrica de cocaína, sumida en la violencia, el caos, el desgobierno, llena de gente mala y donde a duras penas hay electricidad. Y en parte es cierto, pero seguro que estamos de acuerdo con que este país es mucho más que ese estereotipo tan negativo, que luego de tantos años se siente como una condena. Precisamente, eso fue lo que Encanto intentó mostrar, que definitivamente este país es mucho más que eso.
A diferencia de Doug Liman, director de Sr. y Sra. Smith (2005), Byron Howard y Jared Bush, hicieron la tarea y se pusieron a viajar por las distintas regiones de Colombia, se asesoraron con personas del país y a pesar de ambos ser estadounidenses, intentaron acercarse lo más posible a la amplia cultura de este territorio.
El resultado, una historia que podría ser contada en cualquier parte del mundo, pero adornada de muchos de los símbolos que constituyen el contenedor social colombiano, o aquellas cosas que nos ayudan a identificar y definir nuestra identidad nacional y que a pesar de nuestra diferencias nos une como individuos de una misma república. En este caso como colombianas y colombianos.
En este ejercicio de buscar reconocernos está el centro del debate en torno a Encanto. Para muchas personas ver estos símbolos como: la arepa, las mochilas wayúu, los trajes de Vélez, las palmas de cera del Quindío, los frailejones de los páramos, el acordeón, algunos ritmos musicales, el ajiaco y otras imágenes presentadas a lo largo del largometraje, ha significado una alegría. Incluso ha sido motivo de orgullo y sin duda un colorido descanso de la forma en la que se retrata a este país.
Pero para otras personas ha sido ver un montón de estereotipos, que parecen una publicidad turística y que no definen del todo la colombianidad, sino más bien sirven como un distractor que no representa nada y por el contrario se corre el riesgo de azuzar el patriotismo irracional que se tanto usan los discursos totalitaristas.
Por eso más allá de las pasiones y la polarización, algo definitivamente muy colombiano, es interesante hacer el ejercicio de ver lo bueno y lo malo que rodea a la historia de la Familia Madrigal y su casa mágica.
Lo que encanta
La producción
Sin duda esta es una de las mejores animaciones de Disney. La calidad del trabajo se nota en cada detalle, lo cual ha sido aplaudido por los críticos del mundo.El compositor Lin-Manuel Miranda, hizo una gran banda sonora, no en vano desplazo a Adele en el top 100 de Billboard, y además logró crear una gama rítmica muy nutrida, llena de canciones que no solo son pegajosas sino que están bien hechas a nivel de arreglos y estructura, como por ejemplo “No se habla de Bruno”, que con una mezcla entre son y rap da como resultado una composición muy bien ejecutada.
No deja de la lado el conflicto pero tampoco lo exotiza
Más allá de las críticas, la historia de la familia Madrigal es la de incontables familias colombianas que a lo largo de más de cinco décadas de guerra, han tenido que dejar su tierra, ver a sus seres queridos morir y empezar desde cero con el miedo a volver a perderlo todo.
Este hecho se menciona dos veces en la película, pero es la base para entender el milagro que le da sus dones a la familia y el papel de Alma, la abuela, que con tal de evitar volver a sentir el dolor de perderlo todo, está dispuesta incluso a menospreciar a Mirabel. Y si nos ponemos quisquillosos es una muestra del trauma no tratado y el duelo no resuelto que miles de personas viven actualmente en el país. Porque a diferencia de la película, el milagro de la paz, aquí todavía está muy distante.
La multiculturalidad
Es muy poco probable que Byron Howard y Jared Bush se pusieran a mirar la Constitución, pero vale la pena recordar que esta dice que Colombia es un país multiétnico y pluricultural, lo que significa que en este país existen y conviven múltiples culturas que tienen los mismos derechos. Esto es algo que Encanto buscó retratar. La esencia cultural de Colombia es india, negra y mestiza y esto se ve en los distintos miembros de la familia Madrigal. Y si bien no entran todas las etnias del país y todavía falta un largo trecho por recorrer, el hecho de que un niño afro se vea representado en una película de Disney es algo muy importante para vernos y reconocernos.
La mujer como figura de resistencia
Al repasar la historia de Colombia es evidente que son las mujeres las que más han tenido que sostener el peso del conflicto. Madres como las de Soacha por ejemplo, son las que han buscado a los desaparecidos, las que han luchado por la verdad y la justicia, las que han tenido que reconstruir a sus familias a pesar del dolor y esa imagen es representada por Alma, quien con sus múltiples defectos, no solo logró sacar a su familia adelante, sino ayudó a toda su comunidad.
Pero también está la figura de Mirabel, mucho más joven, quien es una mujer rebelde, curiosa y cuestionadora, que también está dispuesta a luchar por lo que ama y cree, así esto implique desafiar la tradición, el orden y su propia familia. Incluso en la relación con sus hermanas cumple una función liberadora ya que ayuda a quitarles pesos y presiones agobiantes muy ligadas a la tradición y a los protocolos. Ella representa a una nueva generación de mujeres que no temen, que ven más allá de la imposición y que de forma aguerrida pelean a diario por sus convicciones.
Lo que desencanta
Todo pasa muy rápido
A pesar de su bella puesta en escena, Encanto se siente muy saturada. Hay tantos elementos que todo parece embutido a la fuerza en una hora. Muchos de los personajes no se desarrollan del todo y todo pasa a una velocidad que hace difícil digerir los detalles estéticos de la película. Como que le metieron todo el esfuerzo al arte y poco al guión.
El síndrome de Cristóbal Colón
Por alguna razón en Colombia existe la tendencia de que para valorar lo propio tiene que venir alguien de afuera y validarlo. En el 2021 se estrenaron 30 películas colombianas, como: Thundama, La Noche de la Bestia, Los Fósforos Mojados, Como el cielo después de llover, Suspensión, entre otras. Muchas de las cuales tocan temas parecidos a los de Encanto y también se centran en la estética del país, pero que no ocuparon los mismos debates. Y si bien es muy positivo ver una gran producción inspirada en esta nación, es importante recordar que hay gente local trabajando duro y haciendo cosas increíbles.
El tufo del clan
No solo en Colombia sino en Latinoamérica, uno de los mayores problemas que se han vivido a lo largo de la historia han sido causados por los caciques y sus clanes. Esto fue un cuestionamiento que Juan Rulfo planteó en Pedro Páramo, donde una persona y su familia ejercen un control casi feudal sobre la población. Los Madrigal gritan con fuerza su nombre y tienen un poder sobre la comunidad donde viven, generado por la dependencia y la tradición. La cosa es que en Disney este poder no se ejerce para el abuso sino para ayudar a la comunidad, pero en el mundo real y cuando se mira la historia esto no ha sido tan encantador.