Día del gato: La importancia de los felinos en la cultura
Existe evidencia de que los gatos empezaron a ser domesticados de cerca del año 7.500 A.C., Sin embargo, muchas personas sostienen que no hay forma de hacerlo, sobre todo quienes han compartido o comparten sus hogares con ellos, ya que parece que son los felinos quienes domestican a sus humanos.
Entre los animales de compañía, los gatos son los de carácter más singular: pueden llegar a ser extremadamente tiernos y mimados, pero rara vez tendrán comportamientos dóciles. Entonces, ¿los domesticamos o nos domesticaron?
La relación entre humanos y estos felinos ha tenido momentos opuestos: mientras en la antigüedad, específicamente en Egipto, eran venerados y los faraones condenaban a muerte a quienes atentaban contra ellos, con el surgimiento del cristianismo y particularmente en la Edad Media, miles de ellos terminaron en hogueras porque eran considerados diabólicos.
Esta creencia se desvaneció de forma paulatina a partir del Renacimiento, entre otras cosas, porque lamentablemente muchos hábitos de las personas favorecieron la proliferación de roedores y de otras plagas que aceleraban la transmisión de enfermedades que se convirtieron luego en epidemia.
En la actualidad, los gatos son considerados un excelente animal de compañía y hay quienes aseguran que su presencia tiene efectos muy positivos en la salud de las personas. Se han publicado estudios sobre beneficios para contrarrestar afecciones cardiacas, así como en pacientes diagnosticados con autismo, depresión, e incluso se recomiendan como compañía a quienes padecen enfermedades crónicas, para fortalecer su salud mental.
Sin embargo, la cercanía entre hombres y gatos sigue representando un riesgo para los mininos. Cada año, en octubre particularmente, circulan campañas contra los gatos negros, incluso son buscados para sacrificios en "rituales" durante la noche del 31.
Siete vidas y garras en la literatura y en el cine
A estos felinos se les confiere el título de tener siete vidas. Pero, ¿existe un animal que tenga la destreza para escapar de alguna situación peligrosa y sobrevivir? No, pero el gato ha demostrado tener habilidades que le han hecho merecedor de tener esta cifra esotérica, y así se ha creado la expresión.
Como es imposible que el carácter de los felinos pase desapercibido, este animal ha sido el elegido para representar algunos de los personajes más emblemáticos (queridos o profundamente insoportables) en la literatura y el cine.
Además, en redes sociales hay millones de memes en los que se expone la compleja y misteriosa relación de los gatos y sus ‘Karen o Karen macho’.
Los gatos han cautivado la literatura. Lo hicieron con Edgar Allan Poe, uno de los escritores clásicos más renombrados en nuestro tiempo, y quien los incuye en varias de sus novelas. Pluto, en el cuento "El gato negro" de 1843, reúne prácticamente todos los elementos de carácter místico que encanta e intimida.
También figuran en "Kafka en la orilla", la novela de Haruki Murakami del año 2002, en la que se cuenta la historia de un anciano que invierte sus días recuperando gatos callejeros sin hogar y que, por este afán, termina en medio de un viaje trascendental sobre la vida y la muerte.
Entre otros felinos famosos, se encuentra el gato de Cheshire, que conocimos en el libro "Alicia en el País de las Maravillas" de Lewis Carroll, y es quizás uno de los más famosos entre jóvenes y adultos. Él, entre sonrisas, ubica la coherencia entre el mundo irracional y los pensamientos perdidos del personaje principal. No solo es un personaje popular de la cultura inglesa, también es una de las representaciones del entretenimiento moderno tras el éxito de las versiones cinematográficas de la novela.
De igual manera, estos peludos compañeros han sido creadores de ilusiones y fantasías, como sucede en los libros del escritor estadounidense Doctor Seuss. En el "El gato en el sombrero" de 1957 leemos a un carismático y antropomorfo felino que siempre está sonriente y atento para apoyar a cualquier ser humano que se cruce en su camino.
Al igual que creadores de ilusiones, también han acompañado las aventuras cotidianas de la vida convertidas en sátiras. Sucede con un felino sin nombre en “Soy un gato”, novela de Natsume Soseki de 1905. Él, con mucho ingenio y humor, describe a la familia con la que vive y asímismo la Japón de principios del siglo XX.
Entre los poemas de “Las flores del mal” de 1857 —considerada la obra máxima de Charles Baudelaire—, hay un poema sobre el gato del escritor y la cercanía o similitud que tiene frente a su esposa.
Ven, bello gato, a mi amoroso pecho;
Retén las uñas de tu pata,
Y deja que me hunda en tus ojos hermosos
Mezcla de ágata y metal.
Mientras mis dedos peinan suavemente
Tu cabeza y tu lomo elástico,
Mientras mi mano de placer se embriaga
Al palpar tu cuerpo eléctrico,
A mi señora creo ver. Su mirada
Como la tuya, amable bestia,
Profunda y fría, hiere cual dardo,
Y, de los pies a la cabeza,
Un sutil aire, un peligroso aroma,
Bogan en torno a su tostado cuerpo.
Si de poemas se habla, no podemos dejar de lado a Charles Bukowski, de quien también se conoce el amor por los felinos, ya que en algunos textos lo demuestra, haciendo reflexiones sobre cómo es compartir la cotidianidad con uno o varios de ellos, tal como sucede en “La historia de un duro hijo de puta” o “Mis gatos”.
Pero ¿qué sería de la participación de los gatos en el cine y literatura si no pueden dar su punto de vista? La opinión del gato Murr, libro de E.T.A Hoffman (1776-1822) es más que relevante para conocer cómo los felinos ven este caótico mundo.
Como si fuera poco, hay gatos que han contado relatos con sus patas. Tal es el caso de Akenatón y “La historia de la humanidad contada por un gato,” de 1994, en la que el escritor francés Gérard Vincent traduce del idioma gatuno al nuestro, cómo ha sido la visión desde lo que conocemos como parte del principio de los tiempos hasta lo que llamamos vida contemporánea.
Lo tenebroso de sus maullidos y las aventuras en sus patitas
Sin duda alguna, muchos han sido buena compañía de aventuras y esperanza. Sin embargo, algunos otros representan maldad, tragedia y oscuridad. Churc o Churchill, del libro “Cementerio de animales”, es uno de ellos. Escrito por Stephen King en 1983, este gato es el primero en fallecer durante esta historia de suspenso en la que demuestra sentimientos tan extremos como la tristeza, pero, sobre todo, el odio por la vida.
Entre los sentimientos que pueden demostrar tan solo con su mirada, también se encuentra el sarcasmo. La novela de 1963, “El maestro y la margarita”, del escritor ruso Mijaíl Bulgákov, historia en la que el diablo visita la Unión Soviética ateísta, uno de sus personajes transversales es Bhemoth, un felino enorme amante del licor que camina en sus patas traseras y acompaña una pandilla que lidera Voland, el personaje que representa a Satanás.
Los gatos han sido astutos e ingeniosos y eso lo sabe bien Charles Perrault (1628-1703), escritor francés creador del gato con botas, quien le consiguió a su amo todo lo que deseaba y que, gracias a diferentes producciones pasó de la historia oral y escrita a la audiovisual.
El arte y los “michis”
Muchas personas hacen fotografías, retratos, e incluso les han escrito homenajes a sus felinos, y en la historia del arte ellos también han sido parte crucial. Tal es el caso de Henriette Ronner (1821-1909), pintora holandesa que fue conocida por sus obras de gatos, en las que aparecen en escena haciendo lo que más disfrutan hacer: comer, dormir y juguetear. Asuntos que fueron de gran gracia en la época victoriana y que la hicieron merecedora de mucho reconocimiento.
Los gatos han estado prácticamente en todas las expresiones artísticas, tanto que pertenecen incluso a la corriente de la pintura del mundo flotante o también conocidas como estampas japonesas “Ukiyo-e”; entre sus maestros está Utagawa Kuniyoshi (1798-1861), en cuyas obras se pueden observar gatos amorfos y con siluetas variantes como las emociones humanas.
Sucedió también con el pintor inglés Luis Wain (1860-1939) quien es recordado por los gatos antropomorfos que retrató en sus pinturas y que a lo largo de los años, se tornaron cada vez más abstractas y psicodélicas. Lo anterior se le atribuye a varias enfermedades mentales que se cree el artista empezó a sufrir.
Entre otros, se encuentra la primera mujer en ser admitida en la Sociedad Nacional de Bellas Artes; Suzanne Valadón (1867-1938), artista francesa que retrató además de escenas íntimas, varios lienzos de su gato Raminou.
El arte tiene algo estupendo y es que, algunas obras, pueden convertirse en íconos de tiempos, espacios o lugares. Tal es el caso del póster que anunció un centro de entrenamiento bohemio (antes de convertirse en cabaret), creado por el pintor francés Théophile Steinlen (1859-1923) y que en este momento se puede encontrar como souvenir en diferentes lugares del mundo, representando un símbolo bohemio.
El mundo pop no se ha quedado por fuera de estos amoríos. Andy Warhol (1928-1987), artista insignia de esta corriente, estuvo familiarizado con los felinos desde su infancia. Con 25 gatos, el artista los plasmó en dibujos con ayuda de su madre y luego, en un libro que trató sobre las aventuras de ellos en el paraíso.
Pero, si creatividad y gatos hemos visto en el arte, no se puede dejar de lado al fotógrafo estadounidense Phillipe Halsman (1906-1976), quien retrató a un artista suspendido en el aire entre tres gatos que pasan volando, muebles flotantes y chorros de agua. Hablamos del español Salvador Dalí (1904 – 1989) y su imagen Dalí Atómicus.
Halsman se inspiró en la pintura Leda Atómica (1949) que Dalí comenzó años antes para tener elementos que balancean la imagen creativa y que se convirtió en una de las piezas más icónicas y surreales de este artista.
Los “michis” han sido retratados según época, estilo, color y percepción. Otros les han hecho aproximaciones con peculiar volumen, como es el caso del artista colombiano Fernando Botero (1932) y sus mininos de gran tamaño que pueden ubicarse en Nueva York o España, donde está “El gato de Botero” de siete metros de largo y dos de ancho, situado en la Rambla del Raval de Barcelona.
Santiago de Cali tiene un ejemplar único desde 1996, cuando llegó a la ciudad el Gato del Río, obsequio del escultor Pereirano Hernando Tejada. Y que como si el monumento de 4.5 metros no fuera suficientemente atípico, hoy está acompañado de un exótico grupo de gatas que posan a diario en esa zona del Oeste de la capital del Valle del Cauca.