Tres soportes de almacenamiento musical que ya son cosa del pasado
Removemos las fibras sentimentales de algunos melómanos con estos -ahora- artilugios para guardar música.
Seguro muchos de quienes amamos la música, al punto coleccionarla, compramos discos. Ya sea nuevos, o en algunos mercados de pulgas donde hallemos joyas que creíamos desaparecidas para conservarlas. La característica principal de esta actividad es la felicidad de tener en físico las canciones que te emocionan, ya sean del pasado o del presente.
Pues bien, para muchos el tema de soportes en la música tal vez se reduce a los CD’s, los vinilos o LP’s y el universo digital (donde podemos incluir las digitalizaciones en MP3 o cualquier formato de su preferencia y la música en streaming), pero en realidad hay -o mejor, hubo- más opciones...
Con el paso de los años, las limitaciones de los soportes en sí mismos, y la evolución tecnológica fueron algunos de los factores que convirtieron a estos soportes de audio en piezas dignas de coleccionar y, para algunos, en artículos que jamás en la vida creerían que podrían almacenar una canción.
Cassette
De esta lista es tal vez el más conocido de todos. Nació en la década del 60 pero su uso se masificó para los 80 con el auge de los dispositivos de reproducción portátil (o también llamados Walkman). Con él vinieron los mixtapes, o grabaciones personales que recopilaban canciones (esto, debido a su posibilidad de reutilizar o ‘regrabar’).
Una de sus desventajas fue la calidad en su sonido, inferior a la del vinilo, y luego a la del CD. Este último formato, cuando tomó fuerza en los 90 marcaría el inminente declive del cassette hasta que para la década del 2000 fuera discontinuado. Ahora es una pieza de colección, y quienes aún conservamos nuestras propias mezclas (hechas de otros discos, o incluso con grabaciones de la radio) las atesoramos como piezas que guardan otro momento de la historia cual cápsula del tiempo.
Minidisc
Se desarrolló en 1992 buscando ser una mejora en calidad y a la vez un sucesor del cassette, debido a que ya iba quedándose relegado frente al CD. Es del tamaño de un diskette, y consistía en una caja de plástico con un disco dentro que podía almacenar 70 minutos de música y la posibilidad de clasificar los audios grabados en pistas.
Se crearon dispositivos de reproducción portátil (tipo Walkman) para este formato, pero el alto costo tanto de los discos como de los dispositivos de grabación y reproducción no permitió que se masificara, aunque sí tuvo un relativo éxito en entornos de coleccionistas y amantes del sonido.
Cinta de carrete abierto
Es tal vez, junto al vinilo, uno de los soportes más antiguos para almacenar audio. Su uso data desde las primeras décadas del siglo XX; se trata de una cinta de plástico cubierta con una emulsión química que le permitía a un magnetófono (aparato con el que se reproducen estas cintas) adherir y leer las señales magnéticas que contenían la información para luego decodificarla en sonido.
Su fidelidad es muy alta, incluso es el soporte que se usaba para las grabaciones en estudio hasta la década de los 80, cuando se comenzó a implementar la captura digital a través de ordenadores. Ahora, su uso doméstico es casi nulo, pero un romanticismo por lo análogo hace que aún siga vivo en algunos estudios de grabación y que incluso algunos artistas lo prefieran sobre los sistemas digitales.