De Steven Universe a Heartsopper
En los últimos años, he observado de cerca cómo la recreación de personajes y escenarios en la televisión, se vuelven un poco más seguros para la comunidad LGBTIQ+. De historias dirigidas a un público infantil como Steven Universe, donde veíamos la unión amorosa, desde la música y el baile de dos personajes femeninos que aunaban sus energías confluyendo en un mismo ser, hasta llegar a Heartstopper, donde se nos ofrecen historias que validan de manera más activa la voz de adolescentes cuya definición de género pasa a un segundo plano, pues en el primero, esta precisamente, el afecto.
Heartstopper, la adaptación de Netflix de la novela gráfica de Alice Oseman, brinda referentes esperanzadores a una generación que parece reivindicar los derechos de la comunidad LGBTIQ+, silenciada a lo largo de los años. La serie expone experiencias naturalizadas en la heterosexualidad, pero que han sido estigmatizadas e incluso narradas desde los discursos violentos hacia la población LGBTIQ+.
La serie reúne historias desde la diversidad, abordadas con naturalidad, ternura y con la pureza que otorgan los primeros amores de la juventud. Todas ellas, haciendo parte del protagonismo, ninguna pasa a ser secundaria, pues la narración misma invita a conocer a cada uno de los personajes.
Heartstopper narra el amor adolescente entre dos chicos, Nick y Charlie, se nos presentan sus contradicciones, sus deseos, los problemas de la vida escolar, de manera que no prevalece la sexualización de los personajes. Se nos muestra, de manera muy positiva a un personaje trans, Elle, quien abiertamente cuestiona sus pensamientos y acciones de acuerdo con su etapa de la vida, sin hablar solamente de asuntos trans. Se priorizan los lazos de amistad, donde Tao, el amigo cisgénero más protector del grupo establece una relación con Elle. Se incluyen, además, dos personajes femeninos, Darcy y Tara, que desarrollan un vínculo de amistad que pasa a ser el amor de la juventud.
Algunos personajes adultos en la serie, como la madre de Nick o Mr. Ajayi, el profesor comprensivo y abiertamente gay que acoge a Charlie, nos presentan también un diálogo abierto en el que prevalece el respeto y donde a partir del amor se brinda un ambiente seguro.
Se visibiliza la pluralidad de toda una comunidad que transita la adolescencia, los conflictos y la sexualidad, sin crear una narrativa sexualizada, con dramas o violencias excesivas, por el contrario, quizás uno de los mayores logros de esta serie es naturalizar el cariño, sin distinción de donde proviene.
A pesar de que, en nuestro contexto social, las historias no se desarrollen de la misma manera, es un paso importante en la representación de los miembros de esta comunidad, que bien pueden identificarse con los personajes de la serie.
Como madre, por ejemplo, me encantaría que todas las que compartimos este rol en la vida de niños, niñas y jóvenes, desdibujaramos cualquier tipo de prejuicios aprendidos durante la vida, que nos refiramos a la percepción de las relaciones entre personas de sexualidad diversa y que, por un momento, priorizaramos las manifestaciones del cariño y romantización de la juventud, tal como lo hemos vivido la mayoría de los heteros durante nuestra adolescencia o adultez. Un principio utópico, que solo desde el amor, puede lograrse.