Una Casa de la Memoria para Nariño
¿Para qué y por qué la memoria? Esta ha sido una pregunta recurrente en las sociedades, sobre todo en aquellas con un pasado marcado por la violencia. La respuesta siempre nos llevará a pensar, inequívocamente que, el ejercicio de la memoria implica una resistencia frente al olvido.
Para el Centro Nacional de Memoria Histórica, la memoria es dinámica, nombra, ordena y prioriza cuando se convierte en un hilo entre el pasado, presente y futuro que otorga un sentido a la experiencia individual y colectiva, porque es una construcción de quiénes somos, de nuestras identidades, y las huellas que deja en nosotros lo vivido.
La memoria es plural, incluyente, dialógica, dignificante y solidaria. Es vital para reconstruir el tejido social.
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Son las 8 de la mañana y en Pasto, Edgar Portilla camina por los pasillos del espacio que ha visto emerger de sus anhelos, materializándose en ese lugar común donde puede llegar todo aquel que quiere recordar.
Mientras toma una taza de café, recuerda, como homenajeando al sitio en el que se encuentra, el momento en que surgió la idea de crear una Casa de la Memoria para Nariño:
“En 2013, cuando fui al Salón del Nunca Más en Antioquia había una bitácora donde las personas escribían, pero había una en particular que me causo especial atención: era de una niña de 12 años que le escribía a su papá desaparecido, donde le decía: ‘papá, hice la primera comunión o papá hoy cumplí años’. Ese relato, esa memoria en palabras escritas me impactó mucho. El ejercicio de resistencia al olvido de esa niña es el que empieza a motivar la idea de crear un espacio desde ese mismo año”.
Por cuatro años consecutivos la idea de hablar sobre el tema en su natal Nariño lo acompañaba en cada acción, como psicólogo de profesión, siempre fue consciente de la importancia de invocar el pasado para entender el presente y mejorar el futuro, evitando cometer los mismos errores. Y fue hasta 2017, cuando coincidió con Jhon Jairo Paz, un amante del café. Es aquí cuando la historia del proyecto cobra vida.
Juntos, se encomendaron a Moneta, la diosa romana de la memoria, para poner en marcha una iniciativa que articularía una tienda de cafés especiales, cohabitando junto a la Fundación Casa de la Memoria de Nariño, un reto que inicio el 1 de noviembre de 2018 y que se mantiene en la actualidad en el en el sótano del Teatro Imperial de la Universidad de Nariño.
Hoy, la casa es un espacio autogestionado, de articulación entre los diferentes colectivos de víctimas, de defensa de derechos humanos, de grupos sociales y de las personas e instituciones que están ligadas al tema de Memoria Histórica referente al Conflicto Armado en Nariño.
“Nosotros creemos que podemos servir de articuladores de todo el ejercicio de memoria que se ha dado en el departamento por diferentes organizaciones. Creemos, también, que puede servir como un punto de encuentro que aporta positivamente a todo el proceso de paz y de construcción de verdad en Nariño (…) para visibilizar lo que ha significado el conflicto armado aquí”, así lo expresa Edgar, quien se convirtió el director de la Fundación.
Al comienzo tenía un gran reto: atraer nuevo público y formarlo en clave de memoria, así que su primera acción fue un conversatorio sobre los asesinatos sistemáticos de lideres sociales, motivados por las declaraciones del Ministro de Defensa de ese entonces, quien aseveró que: “a los líderes sociales los matan por líos de faldas”. Esa declaración que desató todo tipo de respuestas y desde Pasto, el resultado fue un dialogo entorno a lo que estaba sucediendo en el país.
Muchas más acciones le siguieron a este primer conversatorio: se habló, por ejemplo, sobre la desaparición forzada, del riesgo de los artefactos explosivos improvisados, de desplazamiento y también, se abrieron galerías de la memoria donde organizaciones como UNIPA, AGORA CLUB ADIV, AMVIDENAR, AVIDES y la Escuela de Derecho Propio del Pueblo Quillacinga, fueron reconociendo a la casa como su hogar.
Así, fueron consolidando un espacio físico que sirve como articulador de las diferentes acciones, logrando también la confianza de Organismos de Cooperación Internacional como la Comisión de Verificación de la ONU, PNUD y PDET Nariño, quienes han visto en su espacio un lugar seguro para realizar sus exposiciones.
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Es posible que ustedes se estén preguntando por qué la sociedad civil crea estos espacios para la reparación, aún cuando hay una normatividad que prioriza a las víctimas del conflicto armado y, por consiguiente, a los espacios dedicados para ellos. Les hablamos de la Ley 1448 de 2011, en la que, entre otras cosas, se deben emprender acciones en materia de memoria histórica, las cuales no han arropado del todo a este tipo de iniciativas.
En la actualidad, la Casa de la Memoria de Nariño se ha consolidado a partir de las voluntades de quienes la integran, sin incentivos económicos otorgados por el Estado. Caso similar a otro espacio de la misma naturaleza, en Nariño es La Casa de la Memoria de la Costa Pacífica Nariñense, una iniciativa de memoria histórica impulsada por la Diócesis de Tumaco, entidad privada.
Caso aparte es la iniciativa de La piedra de San Lorenzo, en Samaniego, un espacio ecológico de la memoria en el que se realizó el tallaje del santo en una piedra de gran dimensión, y que constituye un monumento importante para las victimas, apoyado por el CNMH en su momento, pero que no comparte la naturaleza de las casas radicadas en Tumaco y Pasto.
Para Edgar, “la casa es una herramienta de incidencia política, siempre le digo a la gente que estos espacios de memoria son mucho más valiosos porque se construyen desde la base”, y han actuado en consonancia con sus principios a través de tres de líneas de acción:
Pedagogía de paz: donde se incluyen todos los eventos que convocan a la formación de ciudadanías consientes con el territorio, el pasado y la memoria colectiva por medio de conversatorios, cine foros, talleres y el proyecto propio: Tejiendo Paz con Justicia Social.
Apoyo a víctimas: una apuesta junto a las Universidades de la región para realizar apoyo psicosocial y jurídico a las victimas y/u organizaciones, siendo facilitadores de acceso a esto servicios.
Investigación y creación: a partir de dos escenarios. Por un lado, con la construcción de la Casa de la Memoria, como un espacio dinámico que invite al visitante a reflexionar e interactuar con objetos.
Muestra de ello, es la instalación vigente realizada por Silvia Rodríguez, voluntaria de la casa, quien diseñó una sala donde las de prendas de vestir son el paisaje de un uniforme militar que reposa en la mitad del espacio, una instalación de múltiples interpretaciones.
Por otra parte, con la creación de un banco de datos, donde se recopilan hechos de violencia ocurridos en el marco del conflicto armado en Nariño desde los años 90 hasta la firma de los últimos acuerdos de paz y, desde el 2016 hasta la actualidad. Por este trabajo, la casa integra la Red de Bancos de Datos y sus esfuerzos por la defensa de los derechos humanos en Colombia del CINEP.
En 2020, esta línea los llevó a producir el corto documental Las voces de la ausencia: Memorias de resistencia al olvido, una producción audiovisual dirigida por la cineasta Luna María Pinzón, en la que se retrata el drama de la desaparición forzada y las historias de fortaleza y tenacidad de las lideresas de algunas asociaciones: ADIV, AVIDES y AMVIDENAR, quienes han buscado de manera incansable a sus familiares.
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El café de la mañana empieza a terminarse. Después de transitar por las varias salas donde reposan la colección fotográfica de lideresas y líderes asesinados en el departamento de Nariño, los mensajes pintados y bordados por víctimas y familiares, la sala de lectura y la instalación sobre la desaparición forzada, Edgar, solo piensa en retrospectiva sobre el inicio de un largo camino que han recorrido junto a todas las personas que le apuestan a construir memoria desde la colectividad, para contribuir a la transformación del país a una sociedad de paz.
Su corazón se hincha de satisfacción al sentir que ha logrado la confianza de varias organizaciones de víctimas y se convence al pensar que sin su respaldo, la casa y el proceso que ha significado, no seguirían en pie. Se emociona al recordar las convocatorias que han ganado a nivel departamental y nacional para seguir almacenando las historias que no deben repetirse jamás.
Y también suspira de orgullo, porque en medio de las dificultades que se han presentado para habitar con total tranquilidad este espacio y el desconocimiento de su labor por parte de algunas instituciones, ya son parte de la Red Colombiana de Lugares de Memoria -RCLM- , la cual integra la Red de Sitios de Memoria Latinoamericanos y Caribeños, y que a su vez, hace parte de la Coalición internacional de sitios de conciencia, la misma que en 2020 retiró al CNMH por “pronunciamientos excluyentes y parcializados realizados a nombre del Centro Nacional de Memoria Histórica”. Así lo argumentó en su momento Elizabeth Silkes, directora ejecutiva de la Coalición.
Antes del último sorbo, se piensa en futuro:
“Hay un sueño que tenemos, una escuela o una universidad popular, tal como lo crearon las madres de la plaza de mayo en Argentina. Porque la construcción de paz comienza por enseñarle a la gente un oficio y el conocimiento debe ser democrático. Queremos, consolidar el espacio como casa de la memoria, hacer las adecuaciones y las rehabilitaciones necesarias, en iluminación y en las salas, para que sirva a los procesos de los colectivos de víctimas. Crear cada vez mas procesos y que la casa se quede pequeña en algún momento, para que la memoria pueda salir a los diferentes municipios”.
Se acabó el café. El día apenas comienza para Edgar, todo es incierto en las siguientes horas, pero su voluntad está intacta, porque siempre recuerda y aplica lo que las victimas le han enseñado en este camino: resiliencia, resistencia y persistencia.