Santa Lucía, un destino por descubrir en Nariño
A 2.680 metros sobre el nivel del mar, cerca de los páramos más sui generis del mundo, terminando la imponente Laguna de la Cocha y siendo el lugar donde nace el Río Guamuez, emerge la vereda Santa Lucía.
Rodeada por la biodiversidad de un ecosistema privilegiado y en medio de un humedal que es, a su vez, hábitat para muchas especies animales. Sin lugar a dudas, un refugio guardián de la magia natural,
pero con un pasado que dejó cicatrices profundas, en medio de un contexto despiadado cuando los grupos armados se apoderaron de los pueblos y de su población.
Este paraíso ubicado en la Cordillera de los Andes pareció abrir una caja de pandora que, durante varios años, fue difícil cerrar. Santa Lucía padeció los efectos de una guerra que no le pertenecía.
Hoy, en medio de un presente distante al pasado, crece el anhelo de un nuevo porvenir en el que confluyen la memoria, la riqueza natural y la resiliencia de sus pobladores.
Alisten las maletas para conocer una joya turística ubicada al oriente de Pasto.
Fotos: Fundación Viva la Música Nuestra.
Un pueblo construido a base de madera
En la madrugada del 21 de diciembre de 1997, un numeroso grupo de guerrilleros del Bloque Sur de las FARC se tomó el cerro de Patascoy. Después del combate, la guerrilla controló todo lo que había alrededor del cerro; Santa Lucía, quedó incluida.
“La vereda se convirtió en un punto de refugio para las filas guerrilleras” menciona Camilo Hidalgo, guía turístico y conocedor de la historia de Santa Lucía, durante una época la que cual los subversivos cimentaron dos torres de madera. “Las torres fueron construidas por las personas de la vereda a manera de castigo, cada piso se construía como forma de penitencia, pero, además, eran un punto estratégico con una gran visibilidad que le permitía a la guerrilla observar algún acercamiento del ejército y también como punto clave de comunicación, ya que al caserío no llega la señal”, agrega Hidalgo.
“Cuando la guerrilla se fue, las torres estuvieron abandonadas mucho tiempo. La comunidad no les prestaba atención y se estaban deteriorando, hasta que, en la administración pasada, se empezó a impulsar el turismo, así que las pintaron y las remodelaron”, cierra Camilo.
Fotos: Fundación Viva la Música Nuestra.
En un ejercicio que evoca la memoria, tal como lo cuenta el guía, la comunidad comenzó a ver en las torres un parte de sus vidas, de una historia imborrable a la que podían darle un giro con la intención de presentarle al mundo entero su pasado, presente y futuro. En el reportaje “Las Torres Gemelas de las FARC”, el periodista Nestor Peña aborda a profundidad su historia.
Así que lo primero fue atender las torres, arreglarlas y cambiar su fachada, con el tiempo, también se impulsaron ciclo paseos a la vereda. Donde se resaltaban, además de la ruta en bicicleta que recorre la montaña, las casas del lugar.
Porque en Santa Lucía los hogares son de madera y tienen algo en común: estas casas están pintadas con alguna especie de la fauna y flora presente en El Encano, como frailejones, osos de anteojos, tucanes y colibríes, que hacen de un paseo a la vereda una experiencia visual inolvidable.
Fotos: Fundación Viva la Música Nuestra.
Una alerta ambiental
“Por el mismo motivo del conflicto algunas personas salieron para proteger sus vidas, otras continuaron en la vereda realizando la quema de carbón”, menciona Camilo, haciendo alusión a un problema ambiental de grandes dimensiones y consecuencias que es la principal actividad productiva de quienes viven en la zona.
Para ahondar más sobre el tema, conversamos con Johanna Rodriguez, ingeniera ambiental e integrante del procedimiento de control y vigilancia de los recursos fauna y flora silvestre de la subdirección de conocimiento y evaluación ambiental de Corponariño: “El carbón vegetal, es el que se obtiene como resultado de una quema de biomasa forestal, es decir, que las personas van al bosque nativo, escogen los árboles más gruesos y altos para talarlos, luego apilarlos y enterrarlos bajo la tierra. Esto tiene muchos impactos negativos sobre el ecosistema. Sobre todo, en un ecosistema tan frágil como lo es el humedal La Cocha”.
Esta práctica, más conocida como el carboneo es hoy la primera fuente de recursos, seguida por la agricultura, la ganadería y finalmente el turismo. Pero es sumamente riesgosa por el impacto ambiental que genera y por su estatus de ilegalidad.
En El Encano, “más del 70% de las familias se dedican a alguna actividad que afectan negativamente al ecosistema, ya sea ganadería en zonas de protección, tala de bosques nativo o el carboneo”, señala la ingeniera.
Foto: Instituto Humboldt.
En esta zona, el gran humedal de clasificación Ramsar comparte el espacio con los páramos más bajos del mundo, conocidos como páramos azonales. Denominados por el Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, como un ecosistema único y poco explorado, ya que están rodeados de remanentes de bosques de niebla y altoandinos que, al desaparecer, cedieron su lugar a la característica vegetación de páramo.
Así es ¡los familiares de Ernesto Pérez también pueden existir a menos de 3.000 msnm! Y en Nariño hay numerosos paramos donde los frailejones son parte fundamental del paisaje. Infortunadamente debido a la intervención antrópica, es decir, la mano humana destruyendo el orden natural, estos ecosistemas se están viendo afectados por la expansión ganadera, la cual surge, en muchas ocasiones, de la quema indiscriminada.
Así lo manifiesta la ingeniera Rodríguez, comentando un episodio ocurrido en noviembre de 2020 donde se quemaron 56 hectáreas de los páramos para introducir ganado, además de la tala de bosques nativos en zonas aledañas a los páramos. Esta afección es evidente y preocupante.
Con este panorama el turismo sobresale como la alternativa justa y necesaria para atender las necesidades económicas de los pobladores de la vereda, como una salvaguardia a la biodiversidad de la región y un mecanismo de memoria para evitar el olvido.
Fotos: Fundación Viva la Música Nuestra.
El turismo comunitario en clave de transformación
Aproximadamente hace seis años la palabra turismo empezó a hacer parte del dialogo cotidiano de quienes viven en Santa Lucia, impulsado por iniciativas públicas o privadas, que ubicaron a la vereda en el mapa de los destinos a visitar en Nariño.
“Tras los acuerdos de paz se ha venido fortaleciendo su potencial turístico, gracias al trabajo de los habitantes de la vereda con las torres de la paz, dándole otro sentido y como atractivo turístico que evoca la memoria”, señala Camilo, el guía.
El turismo comunitario es una de sus apuestas en la actualidad y han logrado impulsarlo gracias al apoyo de iniciativas liderados por diferentes ciudadanos, entre ellos quienes conforman la Fundación Viva la Música Nuestra, la cual fue ganadora de la convocatoria Estímulos 2021 del Ministerio de Cultura de Colombia, con un proyecto dirigido a fortalecer a la comunidad para alcanzar una reactivación económica y turística.
Así lo señala Christian Garzón, director creativo de la fundación, quien recuerda cómo, a partir de la propuesta Experiencia Nariño, se fue gestando en él, y en su equipo, una fascinación por conocer más de la región: “escogimos a Santa Lucía porque es un territorio con un valor histórico y ambiental muy grande”.
De esta manera, la comunidad de la vereda, bajo las metodologías de creación colectiva del proyecto, construyó una ruta turística llena de experiencias inolvidables basadas en su cultura y su entorno natural. “Hicimos unos talleres de design thinking que nos permitieron entender lo que ellos necesitaban, para conocer sus sueños y sus expectativas frente a un equipo de entusiastas y creativos que estaban encantados con la comunidad. El proceso tenía un argumento basado en lo que ellos querían, o no hacer, porque pasa en muchas ocasiones que los proyectos que van a aplicarse están desligados de las necesidades de las comunidades y eso pasa porque no hay una inmersión”, comenta Christian.
Así se creó La Ruta Turística Santa Lucía Magia Natural y Tradiciones, como resultado de un trabajo apasionado y consciente entre la fundación y la comunidad. Creando una atractiva ruta cultural y ambiental, la generación de articulaciones interinstitucionales, la transferencia de capacidades para mejorar la experiencia del turista y el desarrollo de contenidos de promoción, como este micro documental:
“Una de las cosas más lindas es que pudimos crear el primer equipo de marketing en Santa Lucia. Diseñamos una marca, hicimos unas redes sociales tanto en Instagram como en Facebook, es muy chévere porque son jóvenes que a pesar de las dificultades de la conectividad, son los encargados de postear las publicaciones”, señalan desde la fundación.
Una propuesta inspiradora que instaló capacidades en los jóvenes campesinos para aprovechar las herramientas digitales en función de un objetivo que pretender traer efectos positivos para la comunidad, haciendo del turismo comunitario una posibilidad de vida. Por su parte, para los visitantes, está apoyado en productos turísticos con un lenguaje gráfico muy interesante al que se puede acceder por medio de un QR que encuentran arriba.
Porque en Radiónica nos resulta Chévere Pensar en Voz Alta, quisimos hablar con los jóvenes que lideran el proceso de turismo comunitario en la vereda, conocer sus historias, acciones y sueños.