Bullerengue, la tradición que convive con la vanguardia
Escuchar el repique de tambor, el llamado de la cantadora o el cantador y la respuesta en grupo de sus acompañantes de canto, produce un llamado a la raíz. Uno de los bailes cantados más trascendentales para el desarrollo de las comunidades afrocolombianas del Caribe y el Urabá antioqueño puede remover la sangre de los ancestros que nos recorre las venas a quienes vivimos con la herencia afro desde generaciones pasadas. Incluso, sin pertenecer a estas comunidades, la musicalidad integradora del Bullerengue, abre sus brazos para que todos podamos hacer parte de esto, que es más bien un estilo de vida.
El Bullerengue es música y danza de la región Caribe colombiana, ejecutada principalmente por los actuales descendientes de los negros cimarrones que habitaron los palenques del área del Canal del Dique, el Bajo Magdalena, el Palenque del Mamoní o Santiago del Príncipe y la tribu de los Mandingas de Kuna Yala en Panamá, que se extendieron hasta el Darién.
En la estructura musical “los cantos, bailes y rondas, se organizan de manera circular y la voz prima está a cargo de la mujer como la mayor dignataria este baile canta’o” indica el investigador Manuel Pérez.
Conversamos con uno de los cantadores de la agrupación de bullerengue, Tonada, Mathieu Ruz, quien manifestó que “este momento es crucial para el bullerengue, no porque el bullerengue esté en riesgo, sino porque hay que aprovechar el interés despertado por los jóvenes adultos hacia este género. Hemos perdido matronas que vivían el bullerengue, pero fueron ellas quienes hicieron trascender la música permeando a las ciudades que no eran de tradición bullerenguera. Ahora es nuestro turno de seguir difundiendo esta herencia que nos ha sido dada”.
Sus colegas y el mismo hacen bromas indicando que Mathieu “tiene una viejita cantadora metida en la garganta” y es que para cantar el bullerengue, hay que vivir la experiencia de interacción que existe entre el baile, el canto y la percusión.
Precisamente, el escritor e investigador Manuel Pérez indicaba que la alternancia integrativa de la coordinación, el movimiento, la expresión, la danza, el proceso musical, tonal, vocal, rítmico y actitudinal, son la esencia de los bailes cantao’s, puesto que cada uno ejerce acciones de orden comunicativo, espiritual y sensible en quienes lo interpretan, bailan o escuchan.
Por eso, investigadores, músicos y el público mismo, coincide en definir al Bullerengue, como un estilo de vida. Es un rito nacido en ceremonias melancólicas, románticas, fúnebres y recreativas, que hacen parte de la vida diaria de los habitantes de las localidades donde se manifiesta esta expresión de la tradición oral que nutre las costas de mares, ríos, embalses hídricos y montes del Caribe colombiano.
Para quien interactúe por primera vez con el bullerengue, podrá encontrarse con una experiencia integral, en el que las mujeres tienen un carácter protagónico. En palabras de Enrique Valdés “la permanencia mayoritaria de la mujer en el seno artístico de esta expresión ancestral, bien sea como cantadoras o bailadoras en los grupos, este hecho está muy asociado con la cantidad de conocimientos ancestrales; ellas conocen sobre plantas medicinales, muchas hacen de rezanderas, son parteras, conocen secretos sobre sexualidad y crianza de los niños”.
A través de la tradición oral y la culturalidad del baile canto se transmiten todos estos saberes de las matronas a su descendencia y a los pueblos que atienden el llamado bullerenguero.
Una de sus representantes femeninas más importantes es Petrona Martínez. Recientemente retirada de los escenarios, es considerada la Reina del Bullerengue, que logró la fama a los 60 años. La sabiduría heredada por sus ancestros le ha dado palabras a su voz, formada en fiestas patronales y celebraciones familiares mucho antes de que aprendiera a leer y a escribir.
Sumergirse en el ritmo encantador, mágico y enteramente espiritual del bullerengue es asimilar la unión entre los tamboreros que marcan claves misteriosas para que las cantadoras y cantadores lancen versos que, además, se responden con coros y palmas en una tradición que une a los pueblos y se mantiene vigente con agrupaciones como Tonada.