Una carta para Cerati
Dicen que un amigo es quien celebra tu vida en los momentos de felicidad y quien te acompaña, incondicionalmente, en los momentos más difíciles, con calidez, solidaridad y cariño. Suele pasar, que algunas de tus grandes amistades residen en el arte, en un libro, una película, una obra de teatro, una pintura, en el performance y por supuesto, en la música, en las canciones. Así empezó mi amistad contigo, amigo, Gustavo Cerati.
Soda Stereo me acompañó en los complejos años de la adolescencia, su música me entregó uno de los mejores regalos de la vida: la imaginación y justamente con un álbum que significó mucho en mi formación como persona: Signos (1986), un álbum profundo, misterioso, oscuro, seductor y poético. En esos años tan difíciles, en los cuales asumía la partida de mi padre, Soda Stereo se convirtió en refugio e inspiración de vida. Canciones como El Rito (especialmente), En Camino, Persiana Americana, Prófugos, No Existes y Final Caja Negra, me enamoraron más del rock y me proporcionaron una filosofía de vida, que años después se reflejaría en mi trabajo, o mejor, servicio, como realizador de radio.
Años después, llegarían Doble Vida (1988), Canción Animal (1990), Dynamo (1992), Sueño Stereo (1995) y la magia creció. Soda fue una parte fundamental de la banda sonora de mi vida, con sus canciones lloré, soñé, reí e imaginé un mundo mejor... ese trío argentino fue parte de mi cotidianidad, de mi constante formación, de los primeros amores, de mi resistencia a volverme adulto.
Te confieso, amigo, que en 1997 la noticia de la disolución de la banda me rompió el corazón, no lo podía creer, los amigos de mi adolescencia y juventud se separaban, era inevitable, todo lo que nace, irremediablemente, muere, la despedida de Soda Stereo me generó una de las tusas más dolorosas de mi existencia, durante meses escuché cada uno de los discos de la banda con la esperanza de un regreso, el cual se daría 10 años después. Esa es otra historia.
En 1999, en Caracas, Venezuela, en uno de los días más importantes de mi vida, tocaste en el Festival de Nuevas Bandas del vecino país, allí escuché por primera vez Bocanada (1999), y en aquel instante, toda la magia, contenida en un par de años, regresaba con más fuerza, amigo, en esas nuevas historias me veía reflejado, despechado y por supuesto, inspirado. Años después llegaría Siempre es Hoy (2002) y un álbum que nos reunió por primera vez Ahí Vamos (2006).
Después de un par de entrevistas telefónicas, por fin, en 2007, amigo, Cerati, llegaste a Radiónica, nos encontramos en nuestros estudios y hablamos sobre la vida, sobre ese Sigur Rós que nos apasionaba y sobre cada una de las guitarras que te hacían crear y soñar con un mundo más musical, más lleno de seducción. Está claro, gracias a esas complicidades, se generó una pequeña amistad que planteó en su momento la posibilidad de viajar a Coachella y seguir explorando esos nuevos sonidos que tanta inquietud nos generaban.
Después de esa ocasión, nos encontramos 2 veces más, una en Buenos Aires y otra en Bogotá, pero esos capítulos de la vida se merecen otras líneas, quizás en otra carta enviada hacia el infinito. Hoy, en tu cumpleaños, amigo, te deseo paz, que formes parte de esos compositores que crean el sonido de las constelaciones, que en esas extrañas dimensiones tu nueva forma de existencia te sorprenda, aquí, te extrañamos mucho, más de lo que imaginábamos, pero te dejamos partir, sabiendo apreciar el regalo que le dejaste a la vida: todas tus canciones.
Gracias, Cerati, amigo, por tanto, gracias por tu compañía en años tan complejos y por las nuevas historias que nacerán inspiradas en tu obra artística. ¡Feliz cumple, gracias totales, amigo del alma!