Se agrava situación de una de las Pussy Riot
Nadezhda Tolokonnikova, una de las dos integrantes del colectivo encarceladas en condiciones casi infrahumanas, fue trasladada a una prisión a más de 3000 kilómetros de Moscú. Su esposo cree que es un castigo para silenciarla.
Actualización (11/7/2013): Tolokonnikova fue trasladada a la prisión Krasnoyarsk en Siberia.
La que puede ser la protesta más reconocida en la historia contemporánea de Rusia, así como la más visible de ese país en el mundo -aunque sin duda no la única-, ha tenido un complejo desenlace que la gente ya conoce cuando se habla de Pussy Riot, colectivo y banda femenina de punk y protesta de Moscú, que se atrevió a ir en contra del presidente Vladimir Putin y del apoyo a su gobierno por parte de la Iglesia ortodoxa rusa, llevando a cabo su acto disidente más memorable en la Catedral de Cristo Salvador de esa ciudad.
El 21 de febrero de 2012, Nadezhda Tolokonnikova (23 años, artista visual, estudiante de filosofía y madre de una niña de 5 años), Maria Alyokhina (25 años, poeta y estudiante de periodismo, madre de una niña de 5 años), Yekaterina Samutsevich (31 años), y otras integrantes de esta agrupación que defiende los derechos de las mujeres y de los LGBTI, entre otros, no alcanzaron a colgarse sus instrumentos cuando los agentes de seguridad ya intentaban impedir lo que se convirtió finalmente, desde el altar del templo, en una de sus “presentaciones guerrilla”, una protesta que le daría la vuelta al mundo escandalizando a quienes la vieron como un irrespeto a los símbolos de la religión y el poder, y ganando simpatizantes entre los que la entendieron como una voz, si bien agresiva y transgresora, una voz que no trataba de subvertir lo establecido sino de crear conciencia y llamar la atención sobre la existencia de una visión diferente y posible de la democracia y la libertad en Rusia.
Vestidas con botas, atuendos largos, medias de colores y con la cabeza cubierta con pasamontañas igual de llamativos, las Pussy Riot cantaron, hicieron una coreografía y corearon “madre de Dios, ahuyenta a Putin”, con la melodía del “Ave María” de Rachmaninoff, mientras que las que se libraban de los guardias, corriendo de un lado a otro, se arrodillaban, hacían reverencias y se daban la bendición, ironizando el rito religioso.
No fue el único ni el último acto que las rusas han llevado a cabo. Meses antes, se habían aparecido por sorpresa en la Plaza Roja de Moscú, y en otra ocasión en el metro de la ciudad, pidiéndole a la gente rebelarse contra el que sería el futuro tercer gobierno del “dictador” Putin y contra las elecciones parlamentarias, así como otras actuaciones en las que mostraron al mundo, con más vídeos colgados en YouTube, su discurso de oposición y descontento, acompañado de música y ayudas visuales, desde extinguidores y humo, hasta almohadas cortadas, carteles y volantes.
Con hechos como éstos -inspirados en el sentimiento anti-Putin que invadió a Rusia durante su campaña para un tercer periodo, al que finalmente llegó en mayo de 2012- se convirtieron en un símbolo de la juventud rusa y llamaron la atención de Occidente, sobre todo de la prensa, los medios y varios artistas como Madonna, Peaches, y los ex Beastie Boys, quienes han hecho campaña a su favor desde que tres de sus integrantes más visibles fueron arrestadas después del performance en la Catedral.
Tres de las Pussy Riot –que ha estado compuesto como colectivo por alrededor de 30 mujeres, entre músicos, artistas y realizadoras de vídeo-, fueron arrestadas, juzgadas y acusadas en agosto de 2012 de “vandalismo motivado por odio religioso”, en un juicio que recordó a los antiguos tribunales soviéticos, espectáculos de propaganda para buscar el escarnio público de los acusados –que ellas también aprovecharon para decir cosas como “somos representantes de nuestra generación”-.
Muy pronto se convirtieron en el chivo expiatorio de la Iglesia y de un establecimiento particularmente duro con los disidentes; tildadas de pecadoras y adoradoras del Diablo, todo para frenar con retórica el avance de su mensaje, que para Putin “minó las bases morales de Rusia”, dándose vía libre para firmar en julio de 2012 una ley antiprotesta que castiga con multas gigantescas a los manifestantes; un mensaje que Pussy Riot sigue propagando valientemente, como con el lanzamiento en julio de 2013 de un nuevo videoclip llamado “Like A Red Prison” ("Como una prisión comunista"), un tema sonora y visualmente punk que hace referencia a la falta de garantías y a las condiciones que han tenido que vivir las dos Pussy Riot que permanecen encarceladas: Tolokonnikova y Alyokhina.
Por su parte, Samutsevich fue liberada el 10 de octubre de 2012 y se encuentra en libertad condicional.
Todos son Pussy Riot
A casi dos años de su juzgamiento, por el cual Tolokonnikova y Alyokhina están cumpliendo igual número de años de condena, su caso ha adquirido un alto perfil y está en la mira constante de organizaciones humanitarias, de Derechos Humanos y de la prensa internacional. Asimismo, protestas en Rusia y otros países del mundo no han sido suficientes para persuadir al gobierno de Putin de tomar otra posición y darles amnistía. Sin embargo, el colectivo sigue activo y al estar enmascarado, será imposible silenciarlo, pues cualquiera puede unírseles y apoyar sus protestas, las que se atreven todavía a llevar a cabo en refinerías de petróleo, por ejemplo, y en otros lugares que exponen como símbolos “machistas” del poderío ruso al que “profanar” es su labor.
Por esto mismo, para Petya Verzilov, el traslado de Tolokonnikova el 5 de noviembre a una nueva prisión a más de 3000 kilómetros de Moscú, es una manera de silenciar aún más a su esposa y evitar que siga teniendo contacto con los medios y con sitios como freepussyriot.org, organización que apoya la liberación de las dos integrantes del colectivo, apoyada por Human Rights Watch y Amnistía Internacional.
La huelga de hambre de Tolokonnikova en contra de estas condiciones, también habría sido la causa para su traslado a una nueva prisión todavía desconocida. “Ellos (el gobierno) no pueden aplicar la presión sicológica o física habitual que usan con otros internos por el alto perfil que tiene el caso, así que han elegido el traslado como el castigo en su lugar”, dijo Verzilov al periódico The Guardian.
Según el mismo medio, Tolokonnikova había descrito a su anterior prisión en la región de Mordovia, como "un centro de esclavitud forzada, con días de trabajo de 17 horas y castigos sádicos, los cuales recuerdan los Gulag soviéticos”, lugares horrorosos en el que pocas veces hay agua potable, en el que trabajan con máquinas antiguas pero se les incrementa lo que deben producir, y en el que usan los castigos colectivos para disuadir a las prisioneras de quejarse o escribir diarios (como reporta aquí el portal Consequence Of Sound).
El gobierno ruso tiene 10 días para informar a la opinión pública del estado y el lugar de aprisionamiento de la Pussy Riot. Sin embargo, El defensor del pueblo ruso, Vladimir Lukin, anunció que las autoridades carcelarias dijeron que la artista se encontraba en un estado “satisfactorio” de salud y que se encontraba en camino a la cárcel.