Rob Halford: un mortal con alas de acero
En un mohoso y oloroso sótano varios cuerpos se apeñuscan entre la oscuridad y el vaho mezclado con humo y licor. La música sale a todo volumen de las bocinas mientras las gotas de sudor caen sobre los cuerpos cubiertos de cuero negro. Los músculos de los presentes se rozan, se golpean y se funden en un mar de piel y movimientos erráticos. Los taches reflejan la luces de colores, las fustas golpean los glúteos desnudos y decenas de hombres se dejan llevar por las fricción de la carne y el sonido.
Corre la década del 70 y Rob Halford, con su chaleco, sus pantalones y su gorra de cuero, se encuentra extasiado en medio de este torbellino de lujuria. A diferencia de cualquier día en el que sobre un escenario comanda la banda de heavy metal Judas Priest, aquí es un cuerpo más. No es un dios del metal, ni un ícono del rock, es un simple mortal que entre la sombras busca rendirse ante el placer.
Durante 30 años, nadie podía saber que el vocalista de una de las bandas más influyentes de la historia del metal era homosexual. Robert John Arthur Halford, pasó demasiado tiempo ocultando y reprimiendo su verdadero ser, presionado por la homofobia y el miedo a perder sus fanáticos, encontró refugio en la clandestinidad y los vicios y finalmente en el 98 pudo abrir sus alas y ser libre.
Hoy a sus 69 años dice con orgullo que “un heterosexual no podría hacer mi trabajo”, pero para llegar a ese punto tuvo que vencer muchos demonios ¿De qué otro forma un simple humano puede ser elevado al grado de dios del metal si no es desgarrando su propia piel al punto de tener que volver a nacer?
El primer nacimiento de Rob Halford fue el 25 de agosto de 1951 en Sutton Coldfield, Inglaterra, pero creció en la ciudad de Birmingham. En esa época esta urbe era una de las centrales industriales de Gran Bretaña, las fábricas y su monotonía era el sustento de millones de familias y quienes allí crecieron lo hicieron entre el hollín, los ríos llenos de residuos tóxicos y el golpeteo de las máquinas. Un lugar terrible para vivir pero una fuente creativa perfecta para forjar el heavy metal.
En el 68 Black Sabbath dio los primeros acordes metaleros, pero a la par Rob Halford ya venía probando los límites de sus voz con algunos proyectos rockeros como la banda Hiroshima. Pero a inicios de los 70, este artistas estaba lejos de soñar con ser una inspiración para millones. En esa época se ganaba la vida trabajando en un cine porno. No había mucha luz en su futuro hasta que el destino quiso que un día el novio de su hermana, Ian Hill, llegara de visita justo en el momento en el que Rob estaba cantando una canción que sonaba en la radio. Hill quedó impresionado con los agudos de su “cuñado” y le preguntó si quería unirse a su banda llamada Judas Priest.
El grupo ya iba andando desde el 69 y tocaba blues y hard rock, pero con la llegada de Halford había la oportunidad de explorar un sonido nuevo más pesado, más crudo y más rudo. En 1974, tras un no tan exitoso disco debut muy influenciado por Queen y el rock más comercial, Judas Priest lanzó Sad Wings of Destiny y con eso dio el primer paso en un camino que consagraría al grupo como uno de los pilares del heavy metal.
A parte de crear una enorme influencia sonora en el heavy, el thrash, el speed metal; el estilo vocal de Halford inspiró a miles de cantantes de todo el mundo. Y además Judas Priest masificó la estética metalera. Cuero, taches, motos, estos elementos fueron tomados por Halford de la subcultura fetichista y sadomasoquista de algunos bares gays de los 70, que a su vez se inspiraron en la ilustraciones homoeróticas de Tom of Finland, y los llevó a las imágenes de promoción de Stained Class (1978), el cuarto disco de la banda.
Para la década del 80 Judas Priest era un éxito global y Halford un personaje reconocido y admirado en toda la industria de la música. Pero su secreto lo carcomía. La imposibilidad de ser, sumada a los excesos propios del mundo de la música lo arrastraron a la adicción al alcohol y las drogas.
Este talentoso músico empezó a caminar de la mano con la muerte. En 1986 sufrió una sobredosis de tranquilizantes que lo llevó a ser internado en rehabilitación. Ese mismo año su novio se suicidó de un tiro en la cabeza. Rob estaba muy cerca al abismo, al borde del caos, pero decidió hacerle frente a toda la oscuridad y dejó el licor y las drogas. Ha estado limpio desde entonces.
En 1990 llegó el que para muchos es el mejor disco de la banda, Painkiller. Este trabajo fue un éxito rotundo pero también marcó un quiebre en la vida de Halford y en la carrera de la banda. Durante la gira de promoción, en una presentación en Canadá, Rob entró al escenario sobre una moto y sufrió un accidente. Se rompió la nariz y estuvo inconsciente toda la primera canción, pero se recuperó y terminó el show. Al finalizar le dijo a sus colegas que quería dejar la banda. En 1992 partió oficialmente de Judas Priest y emprendió otros proyectos musicales.
Fight, fue el primero de estos proyectos con el sacó dos discos, War of Words (1993) y A Small Deadly Space (1995). Luego en el 97 creó junto al guitarrista John Lowery el experimental proyecto 2wo, que fue una banda de música industrial que solo sacó un disco llamado Voyeurs (1998). Y en el 99 decidió regresar a sus raíces heavy con la banda Halford, que sigue activa.
Pero un año antes de montar este proyecto, Rob hizo lo que tal vez fue la acción más importante y liberadora de su vida, salir del closet de forma pública. Eso sucedió el 2 de marzo de 1998 en el programa Mtv News. Halford dijo: “creo mucha gente sabe que he sido un hombre homosexual durante toda mi vida y recientemente se ha vuelto un tema al que me puedo dirigir comodamente”.
Lágrimas caían de los ojos del dios del metal mientras al fin hablaba abiertamente acerca de su sexualidad. Luego de esto, contó que recibió mucho apoyo de sus colegas y compañeros de industria, y confesó que parte de su miedo a hablar abiertamente de su sexualidad se dio a que en el mundo del rock existe mucha homofobia.
Pero libre al fin solo faltaba una cosa: volver a encabezar Judas Priest. Esto sucedió en 2003 y desde entonces la banda ha lanzado cuatro discos, el último fue Firepower en 2018. Hoy a Halford no le gusta mucho que lo llamen el dios del metal, pero entiende la responsabilidad que esto conlleva. En entrevistas ha dicho que si no vas a tocar cada noche como si fuera el mejor show de tu vida, no tiene sentido subir al escenario. Y si alguna vez han podido ver a esta banda en vivo esas palabras tiene todo el sentido.
Judas Priest es una banda que no defrauda. La energía, la puesta estética, el escenario, todos los elementos están diseñados para volarle la cabeza al público. Halford prácticamente usa una vestimenta distinta por canción y el truco de entrar en una moto sigue siendo parte del repertorio.
Las alas de metal de Rob Halford lo han elevado muy alto. Más de una vez casi se quema con el sol, pero afortunadamente ha podido planear entre la tormenta y seguramente su voz seguirá resonando por muchos años más.