¿Es exagerado decir que Rosalía es la primera diva de España?
Flamenca, hija de un Conde, se casa con Archimbaud de Borbón, quien sin poder renunciar a sus instintos controladores y a unos celos asfixiantes termina encerrando a flamenca en una torre. Ella, sumisa, solo logra salir de su secuestro para ir a la iglesia y es allí donde encuentra el amor de otro hombre. Ese es, en resumen, el nudo de ‘Flamenca’, una obra literaria de autor desconocido escrito en 1287 y que milagrosamente vio la luz gracias a un único manuscrito.
El año pasado la novela medieval adquirió una notoriedad singular. La gente quería saber del escrito que se declaró como la columna vertebral del El mal querer (2018), el disco con que Rosalía se adueñó de toda la atención de la industria musical y con el que trenzó sin miedo el flamenco con sintetizadores, samplers, líneas de bajo y beats, dando brote a un sonido reconstruido y re imaginado por ella y El Guincho, su productor.
Antes de ese álbum, Rosalía ya había lanzado Los Ángeles (2017), una ofrenda al flamenco, que despertaba el interés y el debate entre los extremistas y los liberales del género: ¿Cómo una joven sin herencia flamenca podría estar en la mira de ser una promesa? – renegaban unos; otros entendían el álbum como el puente entre la tradición y las nuevas generaciones.
Y aunque la colaboración que en el 2016 hizo con C Tangana en Antes de Morirme, era una buena pista de las voluntades artísticas de Rosalía, ni los radicales se imaginaron los alcances que tendría años después esos deseos de experimentar.
Desde Los Ángeles, hasta El Mal querer, Rosalía logró establecerse en los medios de comunicación, en los listados musicales más afamados y más alternativos, en las conversaciones digitales, en los premios de la academia, en las tarimas más pedidas y las colaboraciones más deseadas. ¿Pero es eso suficiente para que un medio español afirme en un presumido titular que “Rosalía, la primera diva made in Spain”?.
En una entrevista para el New York Times, Enric Palau, director del Sónar en España, afirmaba que “ella podría ser la Rihanna del flamenco”. Y es innegable que estamos ante uno de esos fenómenos que se dan cada tantos años en la industria y que orgánicamente deslumbran. Rosalía tiene muchos elementos que dan para pensar que sí, que estamos ante una diva (¿la primera?) de España: ha logrado crear un nuevo lenguaje universal sonoro, da la pelea contra las estructuras tradicionales y hegemónicas de la cultura – o las daba, porque en agosto del año pasado entró a hacer parte de Sony-, ha revisado a fondo los estandartes de un género tradicional para ponerlo en un plano pop y esa combinación es uno de sus mayores diferenciales.
Es precisamente esa ambigüedad la que ha dado la percepción a sus oyentes de que se encuentran lejos de estar escuchando un producto plástico y fabricado, y le ha dado el tiquete de entrada a las emisoras mainstream y a las fiestas de garaje más alternativas. Generalmente entre el ídolo y el seguidor no solo está la relación de admiración gracias a la música, sino también a una afinidad en los valores que el artista expone en sus discursos. Rosalía logra generar esa confusión en quienes la siguen y creen que comparten valores musicales de culto con ella, pero chocan cuando se encuentran con que la cantante no tiene problema en juntarse con figuras satanizadas como Bad Bunny o J Balvin, al contrario los venera.
Es una diva porque logra generar nuevos juicios de valor, es un arquetipo sonoro, visual y discursivo que desorienta las etiquetas y porque al fin al cabo es el reflejo de qué significa ser un producto pop nuestro en este tiempo; pero decir que se trata de la primera diva de España sería desconocer la historia de una manera vil, si se quiere decir. Una historia que se nutre de voces heroicas como la de María Dolores Pradera, Paloma San Basilio, Sara Montiel o Rosario; de ídolas inolvidables como Rocío Jurado y de otras que, como La Mala Rodríguez, fueron elementos cruciales para empezar abrir la trocha de las mujeres en el universo urbano hispano. Solo el tiempo dirá si Rosalía logrará trascender tanto como los medios parecen sentenciar, por ahora, parece estarlo logrando.