El ritmo imparable de Stephen Perkins
Asegúrense de que Stephen Perkins pase un día muy interesante antes de su concierto en Bogotá y seguramente tendrán un show increíble. "Cuando disfruto de mi día en un sitio, doy un mejor concierto en la noche".
El baterista de 46 años, es un consagrado hombre de ritmos -además de ser fundador de Jane's Addiction, y con una carrera reconocida en Porno For Pyros y Banyan, además de lo hecho con artistas del calibre de Sheryl Crow, Rage Against the Machine, No Doubt, Nine Inch Nails, y Red Hot Chili Peppers- a quien viajar por el mundo y conquistar nuevos territorios es lo que lo mantiene vivo y nutre su música.
A este reconocido músico estadounidense, portada del Modern Drummer Magazine en incontables ocasiones, no le gusta quedarse en la cama de un hotel. "Yo duermo, pero en mi casa" (Los Ángeles), nos dijo, y asegura que siempre logra encontrar un tiempo para él entre la prueba de sonido de la banda y la prensa, y escaparse a tomar un café, conocer, ir a tiendas de música, o simplemente andar por ahí donde "está la acción".
Aunque no tiene un perfil reconocible, la cara estirada y el peinado de los años 50 de Perry Farrel, si se lo cruzan en la calle verán a un norteamericano enérgico, con cresta y chaqueta de cuero, emocionado por tocar, probar, conocer y llevarse un recuerdo de todos los lugares que visita, todo para nutrir su arte, y sobre todo, sus ritmos, en los que reconoce una influencia latina y africana mayor a la del jazz o del rock.
Yo tengo grandes sentimientos por Porno For Pyros, pero no es el feeling de Jane’s,
como un shot de adrenalina directamente en el corazón."
¿Cómo persona y como músico, cómo se siente de venir por primera vez a Colombia?
Como baterista siempre estoy en búsqueda de ritmo, y los ritmos latinos y africanos realmente controlan mi sonido más que los del jazz o el rock. Estoy muy metido en lo tribal y en usar un enfoque de percusión con bongos y timbales. Siempre he estado muy inclinado a Latinoamérica y a África, y me gusta poner mis dedos en los instrumentos que tocan, probar lo que comen, tomar lo que toman y tocar sus ritmos. Ese siempre ha sido mi objetivo al viajar por el mundo y encontrar sonidos que luego dejo entrar al mío. Mis bateristas favoritos son los que no solo tocan rock, como Stewart Copeland de The Police, quien ha estado siempre en el ska y reggae jamaiquino, pero lo llevó al rock. Puedes escuchar mis influencias africanas en "Mountain Song” o “Ain’t No Right” y mi feeling latino en canciones como “Standing In The Shower…Thinking”, y claro, en la música de Porno For Pyros con “Mija” y otras pistas de influencia latina. No hay nada como conocer músicos nuevos y poner tus manos en nuevos ritmos. Eso es muy excitante para mí como un baterista. Pero claro, como persona, me encanta viajar por el mundo, probar nuevos sabores y ver nuevos paisajes, lo cual hace mejor mi música. Cuando disfruto de mi día en un sitio, doy un mejor concierto en la noche.
¿Va a tener tiempo de conocer Bogotá y tal vez comprar música colombiana?
El asunto es que viajamos como banda. A algunos les gusta quedarse en el hotel y dormir todo el día. Yo soy lo opuesto. Yo duermo cuando estoy en mi casa. Pero cuando estoy de gira, me gusta levantarme temprano, ir a un café en el centro, o donde esté “la escena”, ir de compras, discos, ropa, o solo dar vueltas por ahí y ver qué pasa. Aunque no estoy seguro de cuáles son los planes de la banda en cuanto al horario, sound check y prensa, siempre logro ganar algo de tiempo entre todo eso para hacer cosas para mí.
¿Tienen algo diferente planeado para hacer en el concierto de Bogotá?
¡Absolutamente! La banda está celebrando los 25 años del lanzamiento del disco “Nothing Shocking” (1988) y acabamos de terminar nuestra gira con Alice in Chains (me gusta llamarla “Janes In Chains”), así que la banda está definitivamente muy emocionada. Musicalmente hablando, estamos muy apasionados y tenemos tantas canciones por seleccionar en nuestro catálogo que cuando escribimos el set list cada noche tratamos de pensar en cómo será la audiencia de cada concierto y qué necesitan ellos para pasarla bien. Si se trata de un público numeroso, pensamos en un set particular. Depende también del tipo de sitio, o si es de noche o de día. Todo es cuestión del ambiente en el que vamos a presentarnos. Pero, básicamente buscamos vivir el momento. Como sabes, Jane’s Addiction se ha separado cuatro veces. La razón es que si no nos sentimos bien con lo que hacemos, estamos falseando, estamos posando, somos un fraude, y preferimos parar. Sin embargo, cuando se siente bien, nos juntamos, tocamos y es como estar en 1986, como ese momento en la canción “Ocean Size” que dice “¡three, four, bum!”. Ese momento es lo que buscamos todo el tiempo, ese feeling de sexo, energía y testosterona, al mismo tiempo con un toque femenino también. Así que lo que van a tener es un embate de la Costa Oeste, músicos honestos que no están posando ni falseando. Si lo hacemos y no es real, nos vamos a separar.
"Siempre he estado muy inclinado a Latinoamérica y a África, y me gusta poner mis dedos
en los instrumentos que tocan, probar lo que comen, tomar lo que toman y tocar sus ritmos."
¿Tendremos un solo al estilo de Stephen Perkins?
¡Absolutamente! “Chip Away!” es una canción en la que Perry (Farrel) canta mientras los demás tocamos batería. Siempre es un gran viaje y experiencia. Luego tenemos “Three Days” que de hecho tiene un solo de batería incluido y que cambia cada noche dependiendo de lo que pasa en mi vida. Soy muy expresivo y me gusta improvisar. A todos en la banda les late algo diferente. Así somos, desde 1986. Mi colección de discos es diferente a la de Perry y la de él a la de Dave (Navarro). Así que lo que me gusta llevar al escenario es un sentido de la improvisación inspirado en los jazzeros más grandes y algunos rockeros de antes como los Allman Brothers, Greatful Dead, o Led Zeppelin, en los que la banda se escucha a sí misma, conversaban entre sí y llevaban las canciones a otro lugar que nunca estuvo en la grabación. Para mí, la experiencia de viajar por el mundo, de poder ir a sitios como Colombia y estar en un escenario en otro país, le va a dar una nueva vida a las canciones. Así es como se pueden tocar mil veces y mantenerse frescas. Tienes que vivir el momento y extraer cosas de lo que tienes alrededor. Si toco en Nueva York a las dos de la mañana voy a hacerlo muy diferente que si tocara en Miami a las cuatro de la tarde. Me gusta tomar de lo que tengo alrededor, ponerlo en la música y estar en el momento. Nunca hago lo que llaman “repeate mode” (modo de repetición). No me gusta hacer lo mismo todas las noches, tengo que cambiarlo. Eso me emociona, y voy a ver qué pasa, no estoy seguro.
¿Después de tocar tantos años y en tantas bandas, todavía sientes algo cuando debutas frente a una audiencia desconocida?
Sí. Siempre está la sensación de incertidumbre, qué van a pensar, cómo van a reaccionar. Obviamente, la música solo es relevante si hace que la gente sienta algo. Lo que me gusta de un concierto no es lo que está pasando en el escenario sino lo que sucede en el público; gente coqueteando, besándose, peleando o conociéndose, o rompiendo una relación y juntándose en otra. Esa es la parte excitante, es la incertidumbre que amo, y es una sensación no de estar ansioso o asustado sino de excitación. ¿Qué pasara esta noche? me pregunto siempre. Tal vez alguien va a proponerle matrimonio a su chica, o dos personas van a pelear por una a la que llevan buscado durante dos años. Nosotros solo somos la música de fondo. Me encanta el sentimiento de no saber qué va a pasar con la audiencia. Y claro, cuando viajas a Suramérica hay una sensación diferente porque la gente es unida y en un concierto todos son camaradas. Eso no lo tenemos en Nueva York o Los Ángeles donde todo el mundo está por su cuenta y quiere ser cool. En Suramérica, esa unión es la que le recuerda a la banda por qué estamos ahí. Cuatro tipos reunidos en el escenario haciendo música, sin importar qué suceda en el negocio o en la vida personal de cada uno. La audiencia en Suramérica se queda hasta la última nota. En Nueva York o en Los Ángeles la gente se va porque quieren evitar el tráfico de vuelta. Si vas a Bogotá, la gente no se va, se quedan hasta el final ¡Y el tráfico es parte de la fiesta! Son personas que aman en serio a la música. Es apasionante cuando la gente va por la música y quieren experimentar el sonido y ver a los músicos de cerca, y ver cómo son y qué hacen. Cuando yo me subo al escenario tengo que abandonar todos mis miedos y es por eso es que los bateristas son tan agresivos y hacen caras tan graciosas, porque si te contienes no va a sonar bien. No puedes simplemente sentarte ahí, tienes que dar el máximo. Ese es el feeling que yo obtengo de la audiencia, de darlo todo. Eso para mí es interesante y claro, estoy esperándolo en Bogotá, y tengo que ser honesto, he tocado en casi todas partes del mundo pero nunca en su ciudad, así que esto es demasiado excitante para mí. Me pregunto qué van a pensar de mis ritmos y que puedo hacer para encenderlos ¡Y que ojalá después del show puedan ir a casa y hacer el amor! Ese es mi trabajo, hacer que la gente se excite y que el baterista ponga las caderas y el cuerpo a moverse, como cuando hago círculos de batería en Venice Beach.
Antes de Jane’s tocabas metal. ¿Cómo lograste adecuarte a lo que quería una banda como Jane’s Addiction, más abierta, en la que los estilos no son estáticos, se inclinan y cambian?
La verdad es que en el colegio, cuando tenía 15, 16 o 17 años, lo único que me importaba era ser el baterista más rápido, y el heavy metal, el speed y el thrash me dieron el chance de estar en una banda y también de mostrar mi talento: “soy una ametralladora, miren esto” (hace un sonido rapidísimo de balas con la boca). Pero a medida que comencé a aprender acerca del instrumento, me volví, digamos, un francotirador, disparando solo aquí y allá, ya no necesitaba ser una ametralladora. Luego conocí a Perry y a Eric (Avery), ellos estaban más influenciados por bandas de post punk como Joy Division, Bauhaus, Siouxsie & the Banshees y Echo & the Bunnymen, agrupaciones que yo no quería porque no tenían baterías ostentosas. Pero una vez pude poner mis manos en esa música, me di cuenta de la importancia de las decisiones de los músicos, de cómo se contenían y se dejaban ir aquí y allá de manera dinámica, lo cual no existía en el thrash metal donde todo era a máxima velocidad todo el tiempo. Con mi entendimiento de la dinámica, cesó ese sentimiento adolescente de tener que ser el baterista más rápido o la “ametralladora”. Aprendí a dejar de tocar “a lo macho” y tratar de ir hacia un entendimiento más serio de la composición musical, que era en lo que ya estaba la banda. Mientras que Navarro y yo seguíamos en el metal, presumiendo, Eric y Perry estaban en el cuento de escribir canciones que contaran una historia. Así que el sonido de las primeras grabaciones con TripleX Entertainment somos Navarro y yo tocando metal, mientras los demás ya estaban haciendo canciones abstractas y profundas, opuestas a las lineales y “en tu cara”. Amo a Ringo Starr porque la gente no se da cuenta de lo importante que es un hook (gancho), y el salía con todos esos ganchos; no tenía que lucirse y hacía algo musical para todas las partes. Eso fue lo que de verdad quise hacer en Jane’s, en Porno For Pyros, en Methods Of Mayhem de Tommy lee y en todas la bandas en las que he tocado. Quiero hacer las partes de batería muy musicales. Si en algún momento parecen ostentosas es porque tienen un sentido melódico fuerte.
¿De qué se tratan las clases de músico terapia que das en ocasiones?
Como baterista siempre me ha gustado que la gente se divierta con el ritmo. Todos sabemos que reírse y pasar un buen rato es bueno para la salud. Te saca de tu momento y si vives en el infierno y bailas, ese infierno se va por un tiempo. Así que en los noventa comencé a hacer drum circles (círculos de batería) en un campamento en Malibú, California, en el que se trabajaba con niños discapacitados. Cuando yo iba y tocaba, realmente sentía una sensación de entendimiento del poder de los ritmos, más grande que el de solamente escribir una canción, o una parte de batería musical, e incluso mayor que el poder de Rage Against de Machine cuando hacen saltar al mismo tiempo a 500.000 personas con una misma batería. Cuando se ve algo así se puede ver que hay poder ahí ¿pero cómo usarlo para curar a alguien? Es maravilloso lo que pueden hacer estos círculos de batería como musicoterapia. Por ejemplo, cuando había algún niño muy débil o lesionado que no podía sostener un “shaker” (una especie de maracas rectangulares) o una baqueta, utilizo velcro y adaptamos una maraca para que con solo mover la mano puedan hacer sonidos. Luego, son sintiendo el momento en que su cuerpo es uno con el ritmo y que eso puede repetirse. Todo comienza a funcionar cuando se hace y después no se hace. Ese es el ritmo; se necesita el silencio en la mitad del sonido para hacer un ritmo. Me encanta dejar que la gente lo descubra por si sola. Hay un buen feeling cuando un grupo de gente se da cuenta y se levanta incluso un espíritu competitivo. Realmente te sube el ritmo cardiaco y la conciencia del momento y de lo que sucede. Esa es la base. Y claro, siempre que lo hago aprendo a cómo organizarlo mejor, y tengo más paciencia y más entendimiento de cómo transmitirlo. La primera vez que lo hice, me di cuenta de que los instrumentos de percusión son más que un vehículo para llevar canciones y lucirse. ¡Es algo que puede curar a la gente!
"¿Qué pasara esta noche? me pregunto siempre. Tal vez alguien va a proponerle matrimonio a su chica,
o dos personas van a pelear por una a la que llevan buscado durante dos años. Nosotros solo somos la música de fondo."
Alguien como Steven, siempre en constante movimiento, debe tener nuevos proyectos en mente ¿Cuál podría adelantarnos?
He hecho tres o cuatro conciertos diferentes con el gran bajista de jazz Rob Wasserman quien toca con Lou Reed y Van Morrison, y luego con otro bajista llamado Tony Franklin quien toca con Jimmy Page y Steve Vai. Somos ellos dos y yo en batería. Ha sido muy interesante rítmica y melódicamente poder trabajar con cada uno porque Wasserman toca un bajo eléctrico sin trastes y Franklin uno de cuatro, sin trastes, con un pedal de distorsión. Así que hay mucho espacio para descubrirnos y saber dónde se puede acomodar cada uno. Pero la razón por la que planeo hacer algo serio con ellos es porque siempre que nos hemos juntado, que ha sido en público todas las veces, encima de un escenario, ha sido muy excitante musicalmente. Tanto, que de pronto hay algo ahí que está comenzando a salir. Eso es lo último que tengo. Aunque ahora mi hijo, que ya tiene cuatro años, me está recordando cómo ser creativo, no como muchos bateristas que solo trabajan la técnica y rapidez. Con un hijo en mi vida tengo más chispas creativas. Es muy emocionante conocerme a mí mismo otra vez, pero de una nueva forma a través de él, y poder llevar todo eso a la batería.
¿Qué fue lo que más extrañó de Jane’s Addiction luego del rompimiento en 1991?
¡La química! Como dije antes, “¡three, four, bum!”, ese sentimiento que solo puede venir de Jane’s. Yo tengo grandes sentimientos por Porno For Pyros, pero no es EL feeling de Jane’s, como un shot de adrenalina directamente en el corazón, porque nosotros lo escribimos, lo sentimos y sabemos qué significa. No se puede negar que se siente bien, y es música que no quiere hacerte romper cosas, sino tener sexo y conocer gente y hablar y vivir. Ese es el tipo de música que quiero hacer, música que inspire a la gente. Extrañé esa chispa porque sabía que estaba ahí y que estaba cubierta de tierra. Es difícil hacer que se prenda de nuevo, pero cuando lo hace es muy poderoso. Y antes de irme, quiero hacer algo para ti (un solo de batería por el teléfono).
¡Eres un personaje, gracias!
Hombre, realmente estoy muy emocionado y quisiera tocar una y otra vez para todos en Bogotá.