Superlitio, una noche cualquiera, un buen show musical
Una vez fui a Cali, hace muchos años, y no solamente me enamoré de sus calles, de su gente, de su comida, de su acento y de su clima, también me enamoré de sus sonidos. Pero no les estoy hablando propiamente de la salsa, aunque me declaro un ferviente ‘salsómano’, me refiero al sonido de una banda, un grupo al que le corre por sus venas musicales todo lo que uno se pueda imaginar que Cali es. Sí, Superlitio.
Cumplieron 20 años, tiempo suficiente para haberse convertido en una de las agrupaciones más importantes del rock hecho en Colombia. Siete producciones discográficas de larga duración, giras por diferentes países, presentaciones en importantes festivales nacionales e internacionales, himnos de la noche, del amor y de la fiesta, miles de seguidores de un par de generaciones… La carrera de Superlitio es una que se ha construido a pulso, soñando, viviendo, tocando, componiendo, guerreando, ‘guapeando’, sintiendo, trabajando y mejorando con cada día, en cada show.
Anoche (9 de agosto) los vi de nuevo. No recuerdo cuántas veces exactamente los he visto sobre una tarima, tal vez unas 7 u 8. Lo cierto es que cada vez que pasa, siento cosas diferentes. Esta vez (y muy a pesar del lugar y de la tardía hora del show… nada que avanzamos en este tema) sentí algo particular, algo que muy pocas veces había sentido. Acostumbrado a verlos en grandes escenarios con un público numeroso, esta vez era diferente, en un lugar pequeño, con no más de 300 personas (todas seguidoras de siempre), con canciones relativamente nuevas y una energía acumulada de más de 20 años.
Apenas pasadas dos canciones, con el saludo, Pipe Bravo prometió algo: “¡Este será el mejor show que Superlitio haya hecho en Bogotá!”, y aunque podía sonar descabellado o a un producto de la efervescencia nocturna, tal vez sí fue así, por lo menos en varios factores.
Todas, cada una de las almas que estuvo en el lugar se sabía las canciones, nuevas y clásicas. Sí, sus seguidores más firmes estaban ahí. El lugar, incómodo y estrecho, no fue impedimento para que la banda se parara con fuerza, como si estuviera en el Pascual Guerrero, arriba, afinados en cada nota y perfectos en cada arreglo. ¿El sonido? Muy bueno, consecuencia de un buen trabajo de ingeniería y también de las dos décadas que llevan perfeccionándolo.
El setlist fue un repaso por varios de los himnos que todos cantamos pero sobretodo, una demostración del poder de sus nuevos sonidos. Camagüey, Canción Simple, Agüita Pa’ Beber, Siboney, El Pasajero, todas de su ‘Sultana bailando en la revolución Vol. 2’ (2017), el más reciente de sus álbumes repleto de un sonido maduro, grande, con letras que cuentan historias, que cuentan a Cali y que nos cuentan a todos.
Hubo tres momentos en donde me convencí de que cada vez que veo a Superlitio, los veo mejor. Esta vez más íntima, caliente y renovada. Viernes otra vez (siendo ya viernes), Perro Come Perro y No Sé Si Volverá. Tres momentos en donde pareciera que la banda se fusiona con su público. En donde alcanzan el punto máximo, el clímax del show, en donde ya anda solo y el cuerpo se va con él. En donde Pipe puede dejar de cantar y todos siguen, en donde Alejo rasguea esa guitarra y le saca chispas, en donde ‘Armandito’ se muerde más duro los labios y los brazos se van solos y en donde Pedro cierra los ojos y hace que el bajo tenga vida propia. Eso, señoras y señores, es una banda que tras 20 años entiende qué es hacer un show en vivo.
También para destacar dos buenos homenajes. Uno a Los Fabulosos Cadillacs con Mal Bicho saltada por todos; y otro a una de sus bandas más influyentes, el Grupo Niche con Sin Sentimientos coreada (con mano en el pecho) por los 300. Un encore fue suficiente. Después de No sé si volverá la gente pidió otra, y así fue, otras dos más: de su 'Calidosound' (2009) Feelin’ Funky y el cierre de oro, la sentida, profunda y aclamada Te Lastimé.
Felices 20 años Superlitio, sigamos celebrando. Gracias por hacer lo que las bandas veinteañeras deben hacer: dejarlo todo sobre los instrumentos, sobre la tarima, así hayan 7.000 o 300 personas al frente. Así sea un venue cómodo o uno hostil. Así llueva, truene, relampaguee o nos derritamos del calor. Así falle la tecnología o todo esté perfecto. Sea como sea, el show debe salir bien para que al final cada persona pueda sentirse satisfecha, suspirar y decir en una noche cualquiera (como esta): “¡Qué banda es Superlitio!”.