Shakira y la peligrosa nostalgia
La nostalgia siempre fue parte de mí, de mi música, de mis días e incluso de las personas que me rodeaban. Sin embargo, con el paso del tiempo he sentido que es un sentimiento más peligroso que hermoso.
A veces esa sensación de añoranza nos impide seguir adelante, sin darnos cuenta nos mantiene en un limbo en el que no vamos ni para atrás ni para adelante. Nos quedamos ahí inertes mirando el pasado a través de la ventana, porque sí, la nostalgia parece hermosa, inspiradora e incluso romántica.
Lo que no nos damos cuenta es que nos quedamos solos en ese sentimiento: así me sentí yo el pasado sábado 3 de noviembre en el concierto de Shakira, sola con mi nostalgia pues ella, ya siguió adelante y nos dejó a quienes amamos su pasado viviendo de él.
Son innegables las enormes fronteras que ha cruzado Shakira por sí sola, probablemente la mujer latinoamericana que más cosas ha logrado en la industria de la música. Su nombre y sus canciones han hecho eco en el mundo entero y en Colombia, país en el que le reprochamos equivocadamente que hable como nosotros para sentirla nuestra la hemos visto comerse el mundo entero sin sentirse satisfecha jamás.
Si bien mi generación hizo de su primer disco Pies Descalzos (1995) casi una biblia, son cada vez más pocos los vestigios de esa Shakira pelinegra, política, poética, rebelde y enamorada. El problema es que no nos hemos dado cuenta de que eso no es necesariamente algo malo, es simplemente el resultado del paso del tiempo, de los escenarios y los sueños. No podemos pedirle 23 años después, que cante lo que escribió a los 17. El tiempo inexorable se llevó a mi spirit animal de la infancia y adolescencia para no traerlo de regreso jamás.
Desde el 12 de marzo de 2011 Shakira no pisaba un escenario colombiano para hacer un concierto como se debe. Siete años y dos discos después regresó al Parque Simón Bolívar en donde más de 20.000 personas de todo Colombia esperábamos ansiosamente la llegada de una de las artistas pop más importantes del mundo.
A los 3 años vi por primera vez a Shakira en el estadio Atanasio Girardot de Medellín en medio de la gira de un disco que sigo escuchando y cantando 23 años después. Como han pasado más de dos décadas y son pocos los recuerdos que tengo de la Gira Pies Descalzos, yo sentía como si fuera a ver por primera vez a una de mis cantantes favoritas, a la banda sonora de mis desamores y dolores del alma.
Cuando empezó el concierto, yo sabía que las primeras canciones eran clásicos de su discografía y que resultaban la manera perfecta de equilibrar un setlist cargado de pseudo reggaetones que no me gustan ni cinco pero que hoy por hoy la mantienen vigente en los listados musicales. El problema llegó cuando clásicos como Estoy Aquí y ¿Dónde Estás Corazón? fueron tristemente adaptados a un beat de EDM que las hizo sonar casi irreconocibles.
En ese momento me di cuenta de que de la Shakira de la que me enamoré no queda casi nada y que aunque la extrañe, debo aplaudir a esa mujer que se roba el show, que se ha adaptado a las tendencias musicales manteniéndose viva en la industria musical, así eso implique jugar con los géneros musicales y alivianar la carga emocional de sus letras.
Shakira fue la primera que nos enseñó que detrás de cada gran mujer no hay un gran hombre sino una gran mujer, ella misma. A Colombia trajo un show milimetricamente pensado, como parte de una gira que la llevó a recorrer el mundo entero y a demostrar que sigue siendo la más grande.
Fuegos artificiales, mucho baile y una banda 100% extranjera que no le roba el show en lo absoluto, fueron los componentes principales de este concierto que nos dejó a quienes como yo añoramos sus primeros discos, sentados esperando en la esquina de siempre.
De 21 canciones de la lista cinco hacían parte de esa etapa incial de su carrera, aunque sumados a los dos remixes ya mencionados anteriormente, llegó una versión de Si Te Vas pasada por un beat electrónico innecesario. Las únicas dos clásicas que cuidaron su sonido original fueron Inevitable y la emotiva Antología que hizo llorar hasta a la misma Shakira.
Pensé muchas cosas en el concierto, ¿por qué no se arriesgó a cambiar su show para darle a su gente una selección menos sacada de la lista de éxitos recientes de Billboard y más del corazón? ¿por qué solemos esperar que todos nuestros artistas sigan solo cantando canciones que tienen más de 20 años?
La respuesta me la dio la nostalgia, vivimos de ella, nos recuerda quienes éramos o quienes quisimos ser y ya no somos más. Pero esta popstar colombiana no es nuestra, es de ella misma, es del mundo, por eso nos ofreció el mismo concierto que regaló por el mundo y que da cuenta de quién es ella hoy en día, no quien fue o quien quiso ser.
Su concierto, a pesar de las profundas diferencias estética y musicales que tengo con él, fue grandioso. Reprochables solo un par de fallas en el volumen de su voz y el penoso sonido que le permitieron usar a sus teloneros Systema Solar, pero incluso los románticos empedernidos como yo sabíamos que estábamos ante algo más grande que una escritora de canciones tristes; una estrella musical viva y vigente.
Al final, creo que lo que muchos sentimos con la música de Shakira es nostalgia pura, esa que el diccionario define muy bien por nosotros: tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida. Con todo y lo que no me gusta de ella en la actualidad, seguir amando a Shak es inevitable.
"Si aún piensas algo en mí, sabes que sigo esperándote..."