Reflexiones sobre la vida y la muerte con Víctor Raúl Jaramillo
Colombia es un país que mantiene una relación especial con la muerte. Basta solo con repasar cualquier pasaje de nuestra infame historia patria, para notar que envejecer es un privilegio en este territotio. Pero entre tanta violencia y horror siempre ha existido una especie de magia expresada en la cultura y el arte que significa un desahogo y una esperanza que forman algo de belleza que resiste entre tanto horror.
Una persona que sabe muy bien lo que es crear desde el horror es Víctor Raúl Jaramillo, conocido por todo el mundo como Piolín, este hombre de largo pelo blanco es carismático, irreverente, tiene un humor muy fino y siempre dice las cosas de forma franca y directa. Es filósofo, escritor, poeta y miembro fundador de Reencarnación, uno de los grupos pioneros de metal en Colombia, y la única banda de ultra metal que sigue activa después de más de 30 años.
A lo largo de sus años vio morir a muchos de sus compañeros de la música y la vida. Sobrevivió balaceras, amenazas de muerte y la constante persecución y represión de una sociedad que lo despreciaba a él y todo el que no se ajustara a sus cánones.
Pero también creó una discografía que es de culto en el mundo del metal, ha escrito más de 20 libros y tiene dos doctorados en filosofía. Él es una persona que disfruta compartiendo su conocimiento y reflexiones, y la vida y la muerte son temas recurrentes en su obra.
Y ya que el presente está muy marcado por la violencia, la incertidumbre y las sombras de la muerte, contactamos a Víctor Raúl para hablar de estos temas y la importancia que tienen el arte y la magia ene este complejo planeta.
Fotografía de Juan Sebastián González
Víctor Raúl vivió una de las épocas más violentas de la historia de Colombia, en que la muerte era algo diario y se vivía directamente. En Colombia se tiene una relación muy cercana con la muerte, pero a veces para algunos es lejana. Con la pandemia mucha gente se acordó de que la muerte está todo el tiempo tocando a la puerta. Desde su visión filosófica, ¿cómo cree que ha cambiado nuestra relación con la muerte a lo largo de este tiempo pandémico?
Responsabilidad con la humanidad. Posibilidad de alivio para el planeta. Un cara a cara con la finitud: la inutilidad de la religión. Una política totalitaria. El poder del miedo. Cuando la crisis sanitaria está cifrada en la economía y no en las personas.
Todo esto implica una relación con la muerte determinada por la situación actual. Son temas que he venido pensando, pero no es este el lugar para dar explicaciones extensas sobre el asunto. Lo cierto de esta “mascarada”, es la usurpación de las mentalidades de una sociedad indiferente y con pocos elementos respecto a las medias verdades y la desinformación general desarrolladas para retomar un control que venía resquebrajándose con protestas masivas en varios lugares del orbe.
La disposición de la muerte que la “pandemia” ha implementado, busca eliminar gran parte de la población mundial, no es un secreto y muchos apoyan tal decisión. Establecer una manipulación que el común de las personas acepten sin mediaciones ni protestas, esa es la tarea de la muerte que nos ha invadido en estos últimos tiempos. La muerte, que no habría de verse de modo negativo en todos los casos, está al servicio de quienes mueven las fichas a su amaño. Casi siempre es así.
Cuando Víctor Raúl comenzó a tocar, había un impulso juvenil y salvaje mezclado con tener que afrontar algunas tragedias del momento: amenazas de muerte, persecución, asesinatos que marcaron su juventud e influenciaron la música de Reencarnación. Hoy Víctor Raúl tiene más de 50 años y ha podido estudiar, leer, discutir y reflexionar sobre la vida. ¿Cómo es su aproximación a la creación artística actualmente y qué ha cambiando en estos 35 años?
Bueno. Crear no es una completa decisión de quien se sienta y dice: “voy a crear”, es más bien una necesidad entrañable, la desgarradura de quienes ven al mundo con otras posibilidades, con la intención de transformación. Es un llamado interior que se desborda frente a la realidad, esa que no tiene lugar fijo ni representación definitiva.
Hay momentos de calma donde el pensamiento y la emoción están sincronizados y crear no implica esfuerzo alguno y lo que sale está casi listo, sin discusiones. Pero hay otros donde las cosas estallan de manera “salvaje” y debes aceptar su bramido. En ambos casos, si eres una persona sensata, hay mucho por hacer: el destello que no se modela, que no necesita pulimento, que no exige un posterior trabajo, solo es digno de los genios. Yo no lo soy, y me toca darle tiempo al tiempo, aunque suelo ser desmesurado, casi irresponsable, llevado de mi parecer. Lo que sí tengo claro es que los excesos, del orden que sean, también tienen la posibilidad de acercarnos a una sabiduría.
Cuando comenzó la movida de la música extrema en Colombia, uno de los lemas tanto para punkeros como para metaleros, era el No Futuro. Muchos no tuvieron oportunidad, pero otros llegaron al futuro, a nuestro presente. No obstante, en la actualidad varias generaciones seguimos viviendo sin horizontes. ¿Cómo cree usted que se puede entender el No Futuro actualmente?
El tiempo es una construcción mental. Tenemos la medida para demarcar ciertas funciones personales y sociales, para establecer un orden en las afugias del día a día. Y también está el tiempo que se esfuma, que no cuenta en los relojes y donde todo se consuma en el instante.
Ahora bien, el aquí y ahora no es precisamente una evasiva o una negación del futuro, ni del pasado, claro está. Vivir sin futuro es, a mi parecer, sano: te pone en el lugar en que te encuentras y te exige un diálogo con el instante, estar dispuesto a vivirlo completamente.
No obstante, hay una noción de futuro que es conveniente, pues hace que tengas la intención de dar otro paso, de ir hacia adelante, evita la falta de propósitos y en muchos casos ayuda para no deprimirse, puesto que al mirar al frente te pones metas que debes cumplir y no te quedas sentado rumiando el sinsentido. En nuestra época de juventud no habían horizontes, no había otra posibilidad a parte de gritar, disparar o salir huyendo, y algunos decidimos gritar, enfrentar el caos, crear a fin de cuentas. Quizá por esa razón, muchos de los punkeros de los 80 aún viven, aunque ya no puedan tener un cadáver hermoso.
¿Qué ha sido lo mejor de poder envejecer y vivir miles de cosas buenas y malas?
La vida tiene sus maravillas, pese a su doble peso: saber que es inevitable y que nos conduce a la muerte. Vivir se aprende viviendo, no hay manuales definitivos. Todo impulso por agrupar a quienes no son como se “debe” ser, es muestra de nuestras malas intenciones. Las personas son diferentes, viven mundos diferentes, sus maneras de ver las cosas, aunque coincidan en algunos aspectos, tienen perspectivas que no siempre se acoplan a los demás.
La soledad de unos no es propiamente la soledad de otros, y, porqué dudarlo, estamos solos. El lenguaje nos crea la ilusión de cercanía, nos pone frente a frente y nos “dice”, pero eso no supone que escuchemos de la misma manera o que deba ser de tal modo. Vivir es reconocer que siempre hay algo diferente a lo que asumimos en nuestra vida. Que por más que insistamos en esta o aquella cuestión, habrá quienes están en otro lugar de comprensión. Así funcionan las cosas: somos intentos por llegar al lugar donde nos encontramos. ¡Y hay quienes dicen que el camino es largo!
Se dice que hay una sola muerte, pero en verdad a lo largo de la vida uno como individuo puede experimentar varias muertes simbólicas. De cosas, personas, ideas, mundos que deja atrás. ¿Esto puede significar que hay muchas reencarnaciones? ¿Cuál es la importancia de dejar morir y reencarnar?
Borges, el infaltable Borges, solía decir que al leer los evangelios éramos también Cristo, o que al leer a Shakespeare, nos convertíamos en Hamlet, por ejemplo.
Esa idea es interesante, me hace pensar que vamos encarnando vidas que quizá no existieron, o que lo han hecho siempre. Ir de aquí para allá, transitar por el mundo, obliga, es mi parecer, a implementar roles que nos identifican, que nos ponen en un lugar en el cual parece que somos alguien.
Bueno, reencarnar no es precisamente convertirse en lechuga o en tigre una vez se ha muerto. Es darle voz a los que la han perdido y ahora hablan desde el silencio, es el requerimiento para sumar la historia, es el ejercicio donde las cosas adquieren alma. Es conjugar un mundo que hemos perdido y deberíamos actualizar para no caer en el vacío. Siempre estamos cayendo.
Pitágoras, que creía en la transmigración, fue increpado por uno de sus discípulos al darle un golpe a un perro. El discípulo le dijo: “Pitágoras, no golpees a ese perro, podría ser tu madre”. Es gracioso, pero si lo miramos con cautela, es la expresión de una ética con la vida que ya no interesa o que se ha volcado en fundamentalismos y en las exageraciones de quienes al pararse frente al espejo, ven una vaca. La vida no siempre es lo más importante, al parecer. Si así fuera, seguro tendríamos otras maneras de actuar, seríamos más sabios, abrigaríamos una sensibilidad más abierta y estaríamos dispuestos a ayudar sin más. En definitiva, seríamos menos idiotas.
¿Cómo ha sido la relación de Víctor Raúl con la reencarnación?
Digamos que muchas veces vuelvo siendo otro —un otro distinto—, luego de granjearme un espacio en el sueño.
Aparte de músico y filósofo, usted también es escritor y poeta. ¿Hay diferencia entre el Víctor Raúl que compone y el que escribe, el que canta y el que poetiza?
En este caso, solo podría decir que somos muchos. Soy varios a la vez. Una multitud. Hay días de acuerdos que me ofrecen la serenidad, y otros donde la batalla es constante y quedo exhausto. Vivir con uno mismo es agotador, la verdad. Sobre todo si se reconoce que todos aquellos que solemos ser, pretenden ser visibles y sobrepasar a quienes se llevan el protagonismo. Imagínate una jauría que te pide a gritos salir a escena. ¡Es terrible!
Sabemos que un hippie le dio un tape con lo primero del rock que Víctor Raúl escuchó a sus 10 años, porque según él usted tenía magia. ¿Cómo ha sentido la magia y cómo es su relación con esta?
Hay que saber escuchar, aprender a ver con cuidado, estar dispuestos a dejarse llevar por senderos inescrutables y no desfallecer. Muchas veces la magia es la mirada clara frente a lo que acontece. Eso basta. Y también ir sin afanes, caminar sin prisa. Tener paciencia. La magia no es para gente que vive a las carreras.
Hablando de magia, sin duda el arte la mantiene presente en este mundo. ¿Qué papel juega el arte en una época tan compleja como la que estamos viviendo?
El arte es una posibilidad para entender —con ademanes que pocos comprenden— la manera en que el mundo se enreda a sí mismo. Dejarse tocar, esa es la intención y va en doble vía. La vida sin arte, está vacía. Pero el arte necesita de espectadores que le den vida a su vez. Sin esa reciprocidad el arte y la vida solo son un titular en los periódicos que nadie lee y con que se envuelven yucas y plátanos.
¿Cómo ha vivido la pandemia y qué reflexiones le ha traído?
En realidad no me ha afectado mucho. En lo personal, llevo una vida que se desarrolla en mi casa casi todo el tiempo: leyendo, escribiendo, escuchando música. Pero no salir porque estás obligado a no hacerlo, es una mierda. Además, la improvisación constante y los cambios inesperados y sin fundamento en las medidas para evitar los contagios del Covid-19, demuestran que no estábamos preparados para todo como lo suponíamos, que la vida no es precisamente lo que solíamos pensar. Y pese a todo no hemos aprendido la lección. Eso sí, lávate las manos, usa mascarilla, no te metas en medio de la aglomeración, sé responsable. El virus existe.
Por último, ¿en qué proyectos está, tanto con la escritura como con Reencarnación?
Actualmente he estado muy dedicado a la escritura, pues la situación actual nos ha impedido el regreso a los escenarios con la banda y los compromisos laborales exigen el doble de atención. He publicado algunos libros, y sigo escribiendo para Laterales.com y en mi blog personal. En pocos días estará disponible Catálogo de Naves, un libro que será publicado por Sakura Ediciones en Bogotá, y que compila mi obra poética desde 1992 hasta el 2020.
Respecto a Reencarnación, vamos con calma, pero ya tenemos casi listo un nuevo trabajo que esperamos pueda ser grabado y prensado este año. Es lo que hay por ahora.