Recorrimos los festivales más importantes de Colombia
"Música, paz y amor", este fue el lema bajo el que se realizó el Festival de Ancón, en Antioquia en 1971, un evento que marcó un hito en la historia musical de este departamento. A 50 años del “woodstock colombiano”, indagamos sobre la importancia de los festivales en un país como Colombia.
Desde el Festival de la Vida hasta el Petrónio Álvarez, los festivales se han convertido en un espacio de tradición, de comunión, en el que si bien el eje central es la música, es también el lugar para realizar intercambios culturales, de saberes ancestrales, una experiencia que va más allá de un show o concierto.
Hacemos un recorrido por algunos de los festivales más destacados en Bogotá, Antioquia, el Caribe, el Valle del Cauca y Pasto.
Bogotá: 2.600 metros de música más cerca de las estrellas
En la capital de Colombia confluyen diversas sonoridades. Bogotá es una ciudad que históricamente se ha alimentado de las influencias musicales de diversas latitudes del país. Cada barrio, cada esquina tiene un sonido particular, así lo han demostrado generaciones de músicos que han convertido el ruido de la capital en música.
Para hablar sobre la historia de los festivales en Bogotá hay que resaltar el auge del rock colombiano y el hippismo, este género le dio la posibilidad a los jóvenes para que pudieran expresar sus ideas, también rompió la brecha generacional, amplificó sus voces para que pudieran opinar sobre su posición ante la sociedad tradicional y abrió diversos caminos en una industria musical apenas incipiente.
En Bogotá se empezaron a gestar movimientos artísticos, culturales, políticos y sociales que tenían acceso más fácil a la información gracias a los medios de comunicación, principalmente la radio. Aproximadamente una década después de que se empezara a hacer rock colombiano en esta ciudad, se llevó a cabo el Festival de la Vida, la génesis del circuito actual de festivales que conocemos en la capital.
El sábado 27 de junio de 1970 en el Parque Nacional de Bogotá, entre la psicodelia y el rock, se realizó este evento que contó con un presupuesto de $10.000 pesos, un aporte económico de Tania Moreno, una referente del hippismo nacional que obtenía grandes ingresos gracias a su tienda Thánatos, un negocio de afiches de bandas. Aunque no se sabe a ciencia cierta cuántas personas asistieron al festival, se estima que aproximadamente 15.000 personas disfrutaron de la música en vivo de artistas como La Planta, La Gran Sociedad del Estado, La Caja de Pandora, Aeda Siglo Cero, y una banda de Venezuela de la que no se tiene certeza.
Años después, en 1988, el Estadio El Campín fue el escenario para el Concierto de Conciertos, un evento musical de rock en español en el que participaron agrupaciones como Compañía Ilimitada, Pasaporte, Los Prisioneros (Chile), Los Toreros Muertos (España), Yordano y Franco de Vita (Venezuela), y Miguel Mateos (Argentina).
Al igual que el Festival de Ancón, el Concierto de Conciertos es considerado como el Woodstock colombiano, pues en ese entonces, esta denominación abarcaba los conciertos más importantes que se realizaban en Colombia.
Foto: Gertian Barstelsman
Hay un evento que en definitiva marca el rumbo de los festivales en Bogotá y es Rock al Parque, que tuvo su origen en 1992 cuando se realizaban encuentros informales de música en el Planetario Distrital de Bogotá, dos años después y gracias a la iniciativa del artista Mario Duarte (La Derecha) se formalizó la idea de hacer el festival con el apoyo del empresario Julio Correal y de Berta Quintero, subdirectora de fomento del Instituto Distrital de Cultura y Turismo.
En 1995 se desarrolló la primera edición de Rock Al Parque con Aterciopelados, Morfonia, 1280 Almas, Catedral, La Derecha, Fobia (México) y Seguridad Social (España), y tuvo lugar en el Estadio Olaya Herrera, la Media Torta, el Parque Simón Bolívar y la Plaza de Toros La Santa María. Desde entonces se han realizado 25 ediciones y se ha convertido en un referente no solo en Bogotá, sino en Latinoamérica.
Gracias al éxito de Rock al Parque, se empezaron a desarrollar otros festivales gratuitos a nivel distrital como lo son Jazz al parque, Salsa al parque, Hip-hop al parque, Ópera al parque y Colombia al Parque, eventos que demuestran la diversidad sonora que existe en la capital, además de darle espacio también a importantes referentes a nivel nacional e internacional.
Otro de los momentos más destacados en la historia de los festivales en Colombia es la creación del Estéreo Picnic, evento que desde el 2010 se ha convertido en uno de los encuentros anuales más destacados de la capital, por sus tarimas han pasado reconocidos artistas como The Killers, Red Hot Chilli Peppers, Nine Inch Nails, Snoop Dogg, Gorillaz, Calle 13, Café Tacuba, entre otros, además de darle espacio a las propuestas colombianas y emergentes.
Aparte de los Festivales al Parque y el Estéreo Picnic, en Bogotá también se ha desarrollado un circuito importante de festivales entre los que se destacan el Hermoso Ruido, Festival Centro, Día de Rock Colombia, Tattoo Music Fest, Viva el Planeta, Sónar, Yavería, entre otras iniciativas que año tras año buscan destacar, promover el talento de los artistas y generar un espacio de esparcimiento para el público en el que la música se convierte en un lenguaje universal.
Medellín y Antioquia con música en las montañas
La memorabilia de los festivales musicales en Medellín y en Antioquia, es extensa, empezando por el ignorado y primigenio festival Milo A go go en 1966, patrocinado por la empresa Cicolac y presentado por Alfonso Lizarazo. Este evento tuvo como protagonistas a Harold Orozco, Óscar Golden, Los Ampex, El ballet de Kathy, Los Yetis, entre otros, y se realizó en Bogotá, Cali y por supuesto en Medellín, allí el escenario por dos días para casi veinte mil personas fue el coliseo cubierto Iván de Bedout.
También dentro de esa línea del tiempo musical, están festivales como el mítico y renombrado Festival Ancón en 1971, el encuentro de cultura hippie y rocanrol más grande de ese momento para Colombia; Rock a lo Paisa, Mederock, hasta llegar al punto alto de profesionalismo y calidad de producción con el Festival Altavoz que nació en el 2004 y continúa hasta nuestros días como política pública, se convirtió en el engranaje más potente de la industria musical independiente en vivo de esta ciudad.
Pero los festivales han tenido una vida cíclica y transitada no solo por la urbe y su centralidad, sino también por los pueblos, las regiones y las montañas de Antioquia. Y desde esa perspectiva, podemos hablar de espacios musicales importantes que transitaron y transitan la columna vertebral de la música en vivo en este departamento.
Nombres como Altavoz Antioquia, Altavoz escolar y la apuesta gubernamental por democratizar la música en regiones donde era imposible, aparecieron en el panorama para abarcar no solo la ciudad, sino también todo el territorio antioqueño. Y luego, desde otros municipios y territorios, aparecieron festivales importantes para la descentralización musical como Viboral Rock en el municipio del Carmen de Viboral, Rock al Río desde Rionegro, Shama Fest desde Entrerríos, Sabanetoke en Sabaneta, Viga Fest en Envigado o Más que sonidos en Guatapé. Todos, de una u otra manera con sus apuestas sonoras, engalanaron con música, propuesta, cultura y actos en vivo, ese abanico de posibilidades que día a día se expande por todo el territorio paisa.
El Caribe: música, playa y mar
El Caribe colombiano está constituido por culturas heterogéneas. Del Bajo Sinú a las Riveras del Magdalena, de la Alta Guajira a los Montes de María, del Atlántico a la sabana Cordobesa y hasta el César; deriva una gran variedad de acentos y músicas. Seguramente sea eso lo que la hace una de las más propensas a realizar festivales desde sus músicas tradicionales y las más diversas.
Desde 1985 el folclor y el talento de los artistas se hacen presentes en el Festival Nacional de Gaitas en Ovejas, Sucre, que se creó para rescatar la cultura que encierra este movimiento, manteniéndose así como uno de los pilares de la cultura caribeña. Dos años más tarde nació en San Andrés el Green Moon Festival bajo la premisa de promover la musicalidad de los países del Gran Caribe. Cuenta con invitados de Jamaica, Gran Caimán, Martinica, Guadalupe, Haití, Trinidad y Tobago, y de las costas caribe y pacífica colombiana.
“Ha ido en crecimiento y en las últimas ediciones, antes de la pandemia se contaba con una participación masiva de hasta 15 mil a 18 mil asistentes cada noche” comenta Heidy Taylor, vocera del Green Moon Festival, un espacio en el que además se realizan eventos académicos y foros culturales.
En Barranquilla la Noche de Tambó y Festival de música tradicional Carnaval es uno de los eventos tradicionales más destacados, desde hace 27 años se realiza con la intención de revivir las auténticas ruedas de cumbia que se habían perdido en medio del Carnaval y rescatar la tradición de la cumbia, los bailes cantaos y las vertientes de la herencia musical caribeña.
En la región Caribe, el jazz no sólo se nutre con arreglos orquestales de gaitas, porros, cumbias, chandés, bullerengues, mapalés o vallenatos, sino que existe una fuerte influencia de los ritmos afrocubanos y del gran Caribe. Recientemente se ha promovido a través de distintos espacios y festivales en el Caribe colombiano este tipo de fusiones que ofrecen la versatilidad de los departamentos costeños.
Tal es el caso del Barranquijazz festival que desde 1997 estimula el intercambio cultural de músicos regionales con invitados del jazz tradicional, latín jazz y ritmos afrocaribeños. En Cartagena está Voces del jazz, un espacio que permite que los músicos cartageneros dialoguen con sus pares de otras regiones del país. Del mismo modo el Festival Golondrina de plata en Montería, convoca a jóvenes talentos de la región Caribe para crear jazz y sus fusiones.
Montería también le apuesta a la música alternativa con Tumbaga Festival que desde 2011 reúne artistas locales, departamentales y nacionales en diferentes géneros como rock, reggae, caribe, fusión, jazz y muchas nuevas tendencias. Un objetivo que también comparte Ultraloide Festival, una plataforma para los sonidos alternativos de la región que ofrece una nutrida agenda para los artistas independientes.
Hace tan solo dos años se creó el Festival de Música Alternativa ‘Pa la Calle’, conocido actualmente como Comparte lo que Somos, más que un festival tradicional de música “es un festival de productores musicales para mostrar el trabajo de las bandas y así mismo reclutar nuevos artistas”, explica Brian Venera, encargado de medios para la difusión de este evento artístico.
La diversidad del sur se encuentra en los escenarios
Pasto es una ciudad donde confluyen las expresiones culturales de tres regiones distintas: amazónica, andina y del pacífico, esa amalgama de conceptos, cosmovisiones, colores y sonoridades se ve reflejada en los espacios que congregan a la ciudad en un ejercicio de comunión alrededor de los festivales, los conciertos y, sobre todo, del carnaval del Negros y Blancos, la fiesta insignia de nuestro pueblo.
El sur suena, entre otros instrumentos, a zampoñas, bombos, charangos, cununos, marimbas, guitarras, baterías, bajos y poderosos vocales, que se apropian de los escenarios y proponen fusiones musicales que resuenan en festivales propios de algún género específico, o en festivales alternativos. Tan diverso es el sur en ese sentido, que durante todo el año hay eventos donde el requinto es el protagonista y en pocos meses es la guitarra eléctrica la que hace vibrar todo el lugar.
Entre varios de los festivales que se realizan en la ciudad, mencionaremos algunos que siguen vigentes, que se han fortalecido fortalecidos y que continúan comprometidos con llevar el lenguaje de la música hasta los rincones de la región, el país y el mundo.
Hablemos del Festival Galeras Rock, sin duda el más importante del sur en su género, con más de 12 años en escena, el Galeras ha resaltado el talento local por medio de la formación, circulación y promoción. Todo esto gracias a la gestión juvenil y al apoyo de la administración pública del municipio de Pasto.
Otra iniciativa, cuya sede es Pasto, pero que en sus últimas versiones ha permitido la participación de artistas emergentes de todo el departamento, es el Festival de Nuevas Bandas organizado por la Fundación Rey Lagarto en Pasto.
Actualmente, el festival sigue su curso, así lo confirma Juan Carlos Obando director de la Fundación, para este año la convocatoria: “permitió la inscripción de 31 bandas del Departamento de Nariño en diferentes estilos musicales como ska, reggae, rock and roll, heavy metal, punk, música electrónica, música andina y música campesina. Con bandas provenientes de municipios como Tablón de Gómez, Tuquerres, Ipiales y Pasto.”
Nuevas Bandas se ha realizado también en alianza con los festivales Una Voz: acciones por los animales y el ambiente, y EcoFest, este último, creado en 2014 para impulsar el cuidado del entorno a través de diferentes manifestaciones artísticas y juveniles, realizado de forma ininterrumpida desde entonces.
¿Conocen festivales nómadas? Pues el Festival Nariño Vive Underground cumple perfectamente con este rotulo. Desde el 2013, ha conquistado varias de las poblaciones del sur: Pasto, Ipiales, Tuquerres, La Cruz y El Tambo están en la lista. Sus seguidores van hasta el lugar donde aterrice el festival para escuchar rock, metal, punk, rock alternativo, reggae, hip hop y demás géneros que hacen parte de las expresiones que acoge el evento durante dos días consecutivos.
A propósito del tema, hay que hablar del Festival Background qué más allá de ser un evento musical, se ha convertido en una plataforma de arte y música independiente, liderando procesos importantes en la ciudad con los músicos consolidados y emergentes.
Son innumerables los festivales que se desarrollan a lo largo del año, iniciando con el Rock Carnaval en el marco de la fiesta magna, pasando por el Pasto Jazz: Músicas del mundo, el Urkunina Pawkar, el Concurso Internacional de Tríos de Pasto o el icónico Festival Ipiales Cuna de Grandes Tríos y por supuesto, el Concurso Departamental de Bandas Musicales realizado cada año en Samaniego, entre muchos otros que seguramente se quedan sin mencionar.
En un territorio donde habita lo afro, lo indígena y lo mestizo, que se piensa desde lo local a lo global, la música es una insignia, y los festivales son los espacios que convocan a celebrar, en una ceremonia en la que, como dice la periodista María Cuestas: “los ausentes toman forma entre el coro de las canciones y los asistentes, le dan sentido mientras las cantan.”
Cali: expresiones sonoras de una diversa identidad
La Sultana del Valle del Cauca ha recibido la riqueza musical y cultural de diferentes latitudes, convirtiendo a la diversidad en una propuesta de identidad. Cuatro festivales dan muestra de la consolidación del respeto, respaldo y adaptación de las diversas expresiones musicales que se han ganado una parte fundamental en el corazón de esta ciudad.
La historia en Santiago de Cali ha demostrado que su identidad se ha formado a través de una composición de expresiones que llegaron en muchas ocasiones, desde el occidente y otras desde el norte colombiano. Las culturas trajeron consigo los sonidos del mar a través de su brisa del pacífico con tambores, marimbas, como también desde aguas más al norte, en el que los sollozos se hicieron cantos para sentir el dolor, la pasión y la redención. De igual manera, se encaminaron sonidos estridentes por medio de guitarras y baterías que invitaban a revolucionar ideas y pensamientos que fueron también nutridos por otras latitudes, pero en este caso del territorio colombiano.
La música ha enriquecido desde entonces a varias generaciones que han respetado sonidos para también adaptarlos según sus historias, visiones y épocas. Por esta razón, la Capital Vallecaucana ha visto crecer varios proyectos de mediano y alto formato hasta consolidarse como algunos de los más relevantes para la región, el país y el continente americano.
Un ejemplo claro es el Festival de Blues & Folk que nació para generar espacios de intercambio cultural que fortalecen la escena artística local, desde sus procesos de interpretación, creación y circulación. Cada año celebra las músicas raizales a través del blues, el folk y otras formas musicales locales con influencias del rock, jazz, soul, y ritmos africanos y urbanos.
Además de la música, el festival se ha consolidado como un espacio que propicia el intercambio cultural por medio de diferentes encuentros entre músicos internacionales, nacionales, locales y la comunidad en general. El Blues & Folk Festival recibió el premio internacional Keeping The Blues Alive Award de la Blues Foundation, reconocimiento anual que se entrega a personas e instituciones alrededor del mundo que desempeñan un importante rol en busca del avance del arte, el reconocimiento de la historia y la promoción del blues como género musical.
Otro de los eventos más destacados es el Festival Internacional Universitario de Rock Alternativo FIURA, un espacio de diálogo musical y promoción de sonidos locales, regionales y nacionales. El músico y gestor cultural Javier Devia es la mente creativa detrás de esta estridencia sonora a través de su organización RaCorp, quien se dio a la tarea de soñar un evento en el que diferentes géneros y subgéneros como el Rock, Blues, Reggae, Ska, Hip Hop, Rap, Punk y Metal tuvieran cabida en la Sultana del Valle.
Luego de trece versiones, más de 130 bandas y más de 100.000 asistentes de manera creciente por versión, el FIURA se ha convertido en uno de los más emblemáticos y relevantes de esta zona en el país.
Para los amantes del jazz está el Encuentro de Creadores de Jazz fusión y experimental de Cali AJAZZGO, un encuentro musical internacional que fundamenta su actividad en el estímulo a la creación, circulación, investigación, formación y proyección del jazz.
Realizado por la Corporación Salamandra, desde 1999, AJAZZGO se ha consolidado como uno de los encuentros musicales de mayor relevancia en el suroccidente, convirtiéndose en un dinamizador de la cultura. Este proyecto creado por el músico y gestor cultural Diego Pombo, genera actividades académicas para ahondar en los estudios y reflexiones entorno a este género musical.
Y no puede faltar uno de los festivales más importantes de Colombia, el Festival Musical del Pacífico Petronio Álvarez con toda una derrama de exploración cultural, gastronómica, social y económica, es el evento de cultura afro más importante del continente.
En la segunda ciudad con mayor población afro de Latinoamérica, cada año, en su ciudadela Petronio, se reúnen cerca de 800 mil personas en torno a la música, las comidas, las bebidas tradicionales y los saberes ancestrales de las comunidades del Pacífico colombiano.
El Festival de Música del Pacífico lleva su nombre de “Petronio Álvarez” por quien fue compositor y cantante de Buenaventura que deleitó a su pueblo con sus canciones. El Rey del Currulao, fue un gran poeta, folclorista que, además, amó profundamente su cultura y gracias a su exploración musical, su nombre quedó plasmado ante instrumentos, días de música, gastronomía y arte.
Marimbas, flautas, clarinetes, violines, guasás, bombos, entre otros, son los responsables de poner a la gente a conectarse con los sonidos del mar, la brisa y las tradiciones ancestrales que celebran los sonidos de la música tradicional del Pacífico colombiano.
Por otro lado, la cocina del Pacífico colombiano toma su lugar mediante las matronas que llevan en sus manos la sazón de una región. Ceviches, encocados, empanadas y una amplia variedad de platos a base de frutos del mar, hacen parte del menú que se entrelaza con algunas bebidas como el arrechón, tumbacatre, curado y tomaseca.
Como si fuera poco, también se encuentran productos artesanales elaborados con fibras naturales de coco, chocolatillo, pajilla de plátano y tetera, reflexionando y evidenciando que las raíces del Pacífico continúan ligadas a su tierra, a su mar y a sus ríos.
Con el paso de los años y las versiones, el festival ha generado espacios de diálogo y conversación para que personas de todas las edades puedan conocer y aprender sobre la riqueza del pacífico. También se encuentra el Petronito, que reúne a los herederos de la tradición musical del Pacífico colombiano, un espacio de encuentro donde niños que viven en Cali y son pertenecientes a los departamentos del Valle, Cauca, Nariño y Chocó, tienen la oportunidad de acercarse a su música y a su cultura ancestral a través de diferentes talleres de formación.