Prisioneros de Esperanza: transformando vidas a través del arte
Después de participar del proyecto “Cali Sin Pandillas” y ver que cuando se acabó, algunos jóvenes volvieron a delinquir, Andrés Gonzáles AKA Fares y Francisco Javier AKA Kirios crearon Prisioneros de Esperanza, un colectivo que ya cumple 10 años trabajando por la reducción de violencias a través de las expresiones artísticas y culturales.
Fares es el vivo ejemplo de lo positivo de estos procesos, fue gracias a su participación en “Cali Sin Pandillas” que se dio cuenta de su talento para componer y empezó una carrera musical: “Más allá de querer ranquearme en los medios, yo vi la música como una excusa para poder conectar a estos muchachos y que vieran la posibilidad de conectarse con un grupo cultural o deportivo en lugar de vincularse con una banda delincuencial”, explica.
Además de su iniciativa, Fares está finalizando su carrera de Comunicación Social y Mercadeo en una universidad de Estados Unidos, es también director de la Fundación Pan Vivo y trabaja para el sistema de responsabilidad penal adolescentes.
Al principio fue muy difícil, recuerda Fares. No tenían un espacio físico para ensayar pero sí muchas ganas de salir adelante: “Para lograr ese objetivo empezamos a trabajar en los buses. Era ahí donde conseguíamos el dinero para pagar el alquiler del espacio y poder ensayar”, relata el director del colectivo.
Que muchos de estos jóvenes hayan terminado su bachillerato, que otros estén cursando programas técnicos y que algunos más tengan trabajos formales son de los logros de Prisioneros De Esperanza.
Pero para Fares, lo más significativo es que han podido cambiar la percepción del entorno: “Anteriormente nuestro sector era mencionado y lo primero que decían era '¡Uy, yo por allá no voy!' '¡Allá es solo plomo, y droga!'. Ahora muchas personas escuchan el sector Las Minas y muchos recuerdan a los pelaos que rapean, a los pelaos que sacan su barrio en los videos musicales. No estamos posicionados como referentes de una cultura de paz en este territorio” señaló.
Un ejemplo de lo que logra este colectivo es el de Cristian David Muñoz AKKA Jiggy; Fares cuenta que este joven llegó un poco desorientado y, gracias a las dinámicas de Prisioneros de Esperanza, logró conectarse con un productor audiovisual que le enseñó los secretos de este mundo y hoy tiene su compañía de realización audiovisual.
“En Prisioneros De Esperanza me enseñaron que no todo es música, me enseñaron que también hay otras vivencias por aprender y descubrir. No solo vinimos a aprender de música, sino a transformarnos y ser mejores personas”, explica Andrés Felipe Sánchez AKA Mandy Flow, otro artista que hace parte del colectivo.
El sueño del colectivo es tener su propio estudio de grabación musical, una emisora y un estudio de producción audiovisual. Mientras esto pasa, y debido a la emergencia causada por el COVID-19, por estos días trabajan los temas de la prevención y el autocuidado.