Perpetual Warfare y el ADN del metal
Son pasadas las 8:15 de la noche y en el escenario Plaza de Rock al Parque se pueden contar por lo menos seis pogos que giran como tormentas sobre los adoquines grises. Los pelos largos y el sudor vuelan por los aires, los puños golpean sin piedad la carne, la sangre cae sobre las chamarras y el piso tiembla como si las puertas del Infierno se estuvieran abriendo bajo el Parque Simón Bolívar. En la plaza el caos y la euforia mandan, y desde el escenario, comandando este descontrol como si fuera una bestia que latiga sin piedad todas esas almas entregadas al metal, está Perpetual Warfare.
Esa noche de 2016, está banda bogotana de thrash metal se paró sobre el escenario más grande del país para decirle al universo que su nombre quedaría grabado con fuego en la historia del metal. A diferencia de muchos grupos que pasan por esta tarima y se pierden en la memoria, quienes ese 2 de julio pudieron ver a Perpetual Warfare, presenciaron la consolidación de un proyecto que dio sus primeros pasos en la calles del sur de la capital y poco a poco fue caminando por una senda que hasta ahora lo ha llevado por todo el continente, tocando desde salas de casas hasta cruceros que navegan por el Caribe.
El 25 de septiembre de 2021, en la sala de conciertos Ace Of Spades, Perpetual celebró sus 15 años de carrera con una presentación especial en el que lanzaron su más reciente álbum, Grita o muere (15 años de guerra), que recopila varias canciones remasterizadas de sus cuatro álbumes de estudio: Justicia, Libertad y Decadencia (2010), The Age Of War (2013), Earthliens (2018) y Hellhounds (2020); e incluyó tres cortes nuevos, un box set para coleccionistas y por supuesto mucho metal.
Y es que para estos músicos, el metal es algo más que un género, una estética o una excusa para hacer música y tomar cerveza con los amigos. Es algo que está en su interior, en su ADN. Es algo que respiran, que emanan por cada poro, que sienten en cada parpadeo y que ha dado sentido a sus vidas desde que eran niños.
Camilo y Wilson Muñoz son los cerebros y corazones de Perpetual Warfare. Ambos siempre saludan amablemente, con un fuerte apretón de manos o un abrazo, constantemente hacen chistes, sonríen con ganas, aman la fiesta, la cerveza y la marihuana, pero también hablan con seriedad, claridad y ambición. Además, han andado juntos por esta vida desde que tienen memoria porque prácticamente son hermanos, aunque en verdad son tío y sobrino.
El destino, o tal vez los dioses del metal, conspiró para que nacieran con un año de diferencia y al crecer de una forma tan cercana, no solo fueron descubriendo simultáneamente la vida sino el rock. Cuentan que eso fue una rareza ya que su familia siempre fue “extrañamente salsera”.
Los primeros sonidos pesados que llegaron a sus oídos fueron las notas del Ride The Lightning (1984) de Metallica y algunos de los clásicos de Iron Maiden. Pero durante esa época de fervor adolescente, lo que mandaba era el nu-metal. Gracias a Mtv y la radio comercial, la distorsión de bandas como System Of A Down, Slipknot o Korn, abrieron la puerta de la música extrema a toda una generación que al igual de Camilo y Wilson quedó impactada por la fuerza de este sonido.
Por esa época, Wilson hizo un viaje a Londres y cuando regresó trajo un montón de discos de este género. Así, entre amistad, hermandad y complicidad, ambos comenzaron a sumergirse en ese denso océano que compone el metal y sus mil corrientes. Y al igual que muchos, mientras iban descubriendo la genialidad de la batería de canciones como “Toxicity”, el ruidoso virtuosismo de cortes como “People=Shit” o la hipnótica oscuridad de sencillos como “Falling Away for Me”, se fueron preguntando ¿qué más había? ¿Qué tan pesado se puede poner esto?
A punta de Encarta y leyendo los librillos de discos originales que podían conseguir, comenzaron a descubrir la historia del metal. Ellos cuentan que el primer género extremo en el que se metieron de cabeza fue el black. Bathory, Celtic Frost, Venom, fueron llevándolos por nuevas dimensiones de oscuridad y furia. “Cada vez que nos íbamos adentrando a esos sonidos más caverneros, más profanos, más pesados, más oscuros, cada vez nos gustaba más el metal”, cuenta Wilson.
Y es que una vez que uno es poseído por la distorsión, se convierte en un adicto que no puede parar y sigue buscando y escuchando cosas cada vez más extrañas, más subterráneas y ruidosas. Discos piratas, casetes, colecciones de amigos, todo era una fuente válida. Una banda llevó a la otra y así fueron llegando a los grandes nombres del thrash metal como Sodom, Destruction, Whiplash y por supuesto Slayer, a quien le abrieron en 2017. Cuando el thrash llegó a sus vidas, estas cambiaron por completo, encontraron su Santo Grial, su brújula del alma y sin siquiera imaginarlo en ese momento, su propósito en este mundo.
Foto por Pablo Arturo Pulido.
Antes de iniciar su presentación en el Ace Of Spaces, Andrés Arce (Backline corp) y Carlos Fabian Rodríguez (Radio UNAL) introdujeron a Perpetual Warfare como: “la banda más representativa del thrash metal sudamericano”. Y es que sobre la tarima, este grupo complementado por la batería de Esteban Díaz, suena muy distinto al resto. La música de Perpetual Warfare no es el típico thrash metal ochentero, esta tiene un sonido muy único, muy propio que no se puede definir del todo.
La base armónica es la energía y violencia del thrash, pero esto no es una cadena ya que en su discografía se encuentra una fuerte influencia de bandas de crossover como Cryptic Slaugther o algo de punk como The Misfits, como el caso de “Grita o Muere” o “A.C.A.B (Total Hate)”. Aparte también juegan con el heavy, lo cual se nota en canciones como “Dehumanized (But We Still Have to Fight)” o “The Return Of Kalasaya” e incluso hay ritmos que se acercan mucho al grind y al crust como “Realidad, maldita realidad”, pero sin dejar de lado la esencia thrashera. Y esa es la riqueza de esta banda, explorar el metal sin límites, sin miedo ni prejuicios y por supuesto, tocando lo más rápido rápido y duro posible.
“Creo que se nos desarrolló mucho el tocar rápido, tal vez era la ansiedad de la juventud, no sé cómo demonios explicarlo”, cuenta Camilo, quien cuando se empezó a interesar en el metal estaba en un grupo andino de su colegio. Pero el inicio de Perpetual Warfare se dio como respuesta a un impulso que ambos sintieron un día que iban caminando cerca a la Biblioteca de El Tunal y pasaron al lado de un ensayadero donde había una banda tocando un cover de Mago de Oz. En ese momento algo se despertó en el interior de ellos, sintieron una epifanía y supieron que tenían que armar una banda fuera como fuera.
Sus primeras guitarras llegaron en Navidad, eran electroacústicas, una verde y una azul. El tercer piso de la casa de Camilo se volvió su refugio creativo; sus primeros covers fueron canciones de Helloween, Ángeles del Infierno e Iron Maiden. El primer nombre que tuvo la banda fue Caos.
Camilo cuenta que empezó a acercarse a cualquier persona que veía en el colegio con algún botón o parche metalero para preguntarle si tocaba algún instrumento. Así llegó Johans Cardona a la batería y poco a poco le fueron subiendo las revoluciones a la música. A medida que el sonido se ponía más pesado y agresivo, el nombre Caos se fue quedando corto, canciones como “Llanto Inocente” y “Justicia, Libertad y Decadencia”, ya estaban en proceso de creación y necesitaban un nombre que se ajustara más a esa nueva etapa.
Y como siempre, la respuesta estaba en el metal.
En esos años, Camilo y Wilson se obsesionaron con Whiplash, cuyo segundo álbum, Ticket to Mayhem (1987), comienza y termina con un corte precisamente llamado “Perpetual Warfare”. “Escogimos ese nombre al principio con muchas dudas porque los nombres de las bandas thrash eran directos”, cuenta Wilson, quien agrega: “pero vimos una relevancia con Whiplash y con lo que se estaba viviendo en el país”.
Prácticamente desde que se creó la República, este territorio que llamamos Colombia ha estado en guerra. Parece que el conflicto y la violencia es el destino eterno de esta nación y en 2021 la situación se puso más dura. A este año de represión, asesinatos, masacres, corrupción e impunidad se le sumó la crisis de la pandemia. Por eso reunirse para celebrar los 15 años de Perpetual Warfare fue más que especial.
Junto a Perpetual, esa noche también se presentaron: Cobra, Ironclad, Aire Como Plomo, Cuntcrusher y Eclipse, pero al inicio pasó algo curioso y es que el público estaba sentado y comiendo hamburguesas. En esas fechas la reactivación no empezaba del todo y los nervios de la pandemia todavía estaban latentes. Para muchas personas, ese fue su primer toque en varios meses y entre protocolos y bioseguridad se cortó algo de ese impulso de mandarlo todo al carajo e incendiar el lugar.
Pero Camilo desde el escenario les recordó que estaban en un concierto de metal. Las mesas pasaron al fondo, los comensales se limpiaron la salsa de la boca, pidieron más cerveza y el pogo al fin se tomó el espacio. Cuando fue el turno de Perpetual Warfare, ya el miedo pandémico había sido pisoteado y la gente se entregó al sonido.
Camilo sin camiseta, con un chaleco de jean y su guitarra blanca comandaba la hecatombe. Wilson en cambio parecía en llamas. Saltaba, se tiraba al piso, alzaba su bajo y chocaba las manos con quienes se acercaban a la tarima mientras hacía mil caras de euforia y trance metalero. Esteban en la batería disparaba su percusión y hacía mover los cuellos; y como invitado especial, en la guitarra Luis Cuartas, de la banda caleña Gutgrinder, daba el complemento de energía y virtuosidad que amalgamó de forma perfecta esa genial patada en la cara que es Perpetual Warfare.
Foto por Pablo Arturo Pulido.
Muy pocos bandas de metal tienen un show tan bien montado, y eso se da por la experiencia de ir 15 años destrozando escenarios por todo el país y el continente. Pero antes de llegar a ese punto hubo un génesis, en el que literalmente fueron bautizados con sangre.
El primer ensayadero que acogió a la banda se llamaba Kratos, el cual a parte de prestar equipos tenía la intención de apoyar el desarrollo cultural de la localidad y para eso organizó un concierto en el parqueadero del Conjunto Caquetá, que queda cerca al Centro Comercial Ciudad Tunal. Camilo cuenta que todo era muy precario: los equipos, la tarima, el lugar, por suerte hizo sol, de lo contrario se cancelaba todo.
Ese día la banda iba a debutar con el vocalista de la época, pero al momento de tocar los nervios le ganaron y prefirió esconderse detrás de un parlante que carear al eufórico público. Pero no podían perder su primera oportunidad en un escenario, así que Camilo, más por obligación que convicción, cogió el micrófono, empezó a cantar y ahí sigue gritando hasta el día de hoy.
Cuando se es joven y rockero, cualquier oportunidad para darse golpes es perfecta, así que la gente reaccionó con la música y en un punto varios gotas de sangre cayeron sobre ellos. Wilson cuenta que ese día vieron a un punkero con un parche que decía “Muerto en Pogo”, nombre de una banda argentina, que después se convertiría en el primer éxito de Perpetual.
Desde ese día el grupo comenzó a subir y subir. La cosa se empezó a poner seria y la música se convirtió en la vida de estos jóvenes metaleros. Ahorraban de donde pudieran para pagar los ensayos y su único alimento era la música. Pero ese impulso sufrió un golpe muy fuerte, uno de los peores que puede vivir una persona.
Cuando tenía 15 años, Wilson perdió a su madre a raíz de un cáncer y su vida se llenó de sombras. “Estaba pasando uno de los momentos de desesperanza y depresión más grandes de mi vida”, cuenta. “Camilo estuvo en ese proceso y lo único que nosotros teníamos de aliento era el maldito metal”, agrega Wilson que canalizó todo ese dolor y rabia en su bajo.
El duelo se convirtió en un impulso, o tal vez una promesa, y en una válvula de escape. Como explica el propio Wilson: “La música fue el único canal que me permitió liberar un poco esa presión en el pecho que tenía. Era muy joven, entonces creo que eso fue muy determinante, porque si no hubiera pasado (la banda) no sé qué hubiera sido de mi vida en ese momento”.
“Yo creo que hay algo que siempre ha tenido Perpetual y es como un sentido de ser muy tercos y persistentes”, dice Camilo. Y esa terquedad los llevó a transformar el duelo en belleza, los motivó a construir esa “casa” que para ellos es Perpetual Warfare y a tocar en escenarios como: El Festival del Diablo, Rock al Parque, 70.000 Toneladas de Metal, solo por mencionar algunos, y a hacer más 36 fechas por toda Latinoamérica en 2014; viaje en el que recorriendo el continente en bus, tocando y festejando toda la noche y durmiendo en la carretera.
Foto por Pablo Arturo Pulido.
También fue esa terquedad la que los impulsó a sacar en 2010 Justicia, Libertad y Decadencia, su primer álbum; un trabajo que nació de la necesidad de plasmar muchas de las cosas que tenían dentro. “Fue como un disco que definitivamente sentíamos que debíamos escupir, porque nosotros teníamos una cantidad de canciones quietas y ya era hora de sacar algo, así no tuviéramos los mejores recursos debía salir, como debía salir”, cuenta Camilo.
Y salió a la brava, pero salió. Las baterías se grabaron sin metrónomo en un estudio del barrio Galán de Bogotá y las voces y guitarras se grabaron de una forma muy precaria e incómoda en la casa de Edwin Romero, mejor conocido como Dibu Rom, quien hoy es productor y baterista. El problema es que no se podía hacer mucho ruido, gritar ni decir groserías porque su mamá se enojaba y además, cuentan Wilson y Camilo, había un french poodle que constantemente se frotaba enérgica y desesperadamente contra las piernas de ellos.
Pero, más allá de cualquier cosa, el disco salió y mostró lo que la banda tenía para ofrecer no solo musicalmente sino líricamente. Durante la primera década del siglo XXI, Colombia vivió con una máscara creada en parte por la bonanza que vivieron los países petroleros de la región a raíz de la guerra de Irak, sumada a la sensación de seguridad generada por el gobierno de Álvaro Uribe.
Esto produjo que buena parte de las personas de las ciudades pensaran que todo iba de maravilla, cuando en el campo reinaba el terror. Masacres como las de El Salado o la de Bojayá, daban cuenta de un país completamente consumido por la violencia. Además los falsos positivos, la represión policial y la parapolítica generaron una fractura entre la población y el gobierno que poco a poco fue quitando esa falsa percepción de bienestar.
Mientras otras bandas de metal hablan de criaturas fantasiosas, demonios y tierras baldías y desérticas, Perpetual grita sin miedo: “¡No queremos ser otro cadáver más!”. Sus letras hacen un llamado a la resistencia, a la unidad, denuncian la codicía, la sed de poder, el maltrato animal y el genocidio de los pueblos indígenas de América. Ellos cuentan que desde pequeños procuraron estar conectados con la realidad del país y las enseñanzas y luchas de su familia que vino del campo y vivió a flor de piel el periodo de La Violencia. El abuelo de Camilo murió en el Bogotazo y crecer en el sur de Bogotá cultivaron una sensibilidad y conexión con la gente y el complejo contexto nacional.
“Al uno conocer la historia detrás de la familia, de sus raíces, de la forma en la que nos sacaron adelante, a punta de esfuerzo, de dedicación; yo creo que esa es una historia que se repite mucho en Colombia y de allí venimos. Para nosotros fue muy natural ese sentimiento incendiario”, comenta Camilo. “El gobierno siempre le daba la espalda a quiénes éramos nosotros, el pueblo, entonces en ese momento decidimos irnos por el lado social, escribir letras de lo que veíamos. Siempre quisimos hacer una crítica al dominio del ser humano frente a absolutamente cualquier cuerpo que tenga vida y a esa imposición hasta medio enfermiza de creer que somos como la raza superior”, complementa.
Por su lado Wilson agrega que: “desde pequeños teníamos una concepción distinta a la de los demás pelados. Nosotros estábamos analizando las vueltas desde otra barrera, entonces, si es como determinante porque desde el inicio de la banda decidimos hablar de la realidad del país, de lo que estaba ocurriendo con la sociedad y esas injusticias que pasan aquí en Colombia”.
Ese compromiso los motivó a el 28 de abril de 2021, durante la primera jornada del Paro Nacional, a hacer un concierto en la cama baja de un camión y a acompañar las marchas a punta de metal. Ese día no solo grabaron el video de “Grita o Muere”, producido por Sharpball, sino que reforzaron su sensibilidad con la gente que los escucha.
Foto por Pablo Arturo Pulido.
Esa es otra gran característica de esta banda, su cercanía con el público. Durante la celebración en Ace of Spades, antes de subirse a la tarima se los podía ver vendiendo su mercancía en una esquina, al tiempo que supervisaban los detalles del evento. Una vez que tocaron, constantemente se abrazaban con la gente que compró las boletas con varios días de anticipación. Un grupo sin su audiencia no es nada, y Wilson y Camilo nunca olvidan que ellos no son solo miembros de una banda, son parte de una fuerza más grande, de una escena y de una industria.
En el 2013, mismo año del lanzamiento de su segundo disco The Age Of War, Perpetual sufrió un duro golpe, Johans dejó la banda. Perder a su baterista fundador, que tocó con ellos desde 2006, fue muy difícil para Camilo y Wilson. Confiesan que casi no se recuperan, pero la llegada de Esteban en el año 2014 le dio un nuevo impulso al proyecto y desde ahí no ha parado de crecer.
En 2018 lanzaron Earthliens, su tercera placa, y se fueron de gira por México y Estados Unidos donde tocaron un total 23 fechas. Ese año también, Wilson y Camilo decidieron probar suerte y se quedaron una temporada en ese país. Estuvieron en Nueva York y allá tuvieron todo tipo de empleos, desde atender mesas hasta trabajar con un productor musical, gracias a eso pudieron entablar relación con bandas como Gojira y aprendieron varias de las formas con las que funciona la industria de la música extrema.
Cuando fue el momento de volver, en el 2019, ambos pensaron que era hora de llevar las cosas aún más allá. Ya que el metal era el motor de sus vidas, este no solo se podía quedar exclusivamente en la banda, tenían que hacer algo más grande, ambicioso y que uniera más manos. Así nació Wild Noise Productions una agencia de management, booking, promoción y prensa enfocada en el rock y el metal. Con la cual organizaron y produjero el aniversario y con la que llevan tres años trabajando con varias bandas del país.
“Aquí hay mucho talento y cuando una banda lo consigue, lo consigue y ya. Nosotros pensamos‘¡Qué chimba!’, que con nuestra experiencia pudiéramos dar una mano a las bandas que hay aquí. Llegamos a esa idea de decir, bueno queremos vivir del metal, pero queremos vivir de la mejor manera, ayudando a otros”, opina Wilson. “A las bandas les meten ese chip de que lo más grande que pueden llegar es Rock al Parque y ya. Nosotros no pensamos así. Si usted quiere hacer metal es difícil pero se puede. Es decir: ‘hermano si a usted le gusta el metal, amelo, abrácelo, tengo disciplina y va a llegar algún día a lograr las cosas’”, agrega.
“Creo que también es que nosotros nos ponemos en la posición de una banda que está empezando, como nosotros lo estuvimos, y hubiéramos querido tener a alguien que nos dijera tantas cosas, que nos hubieran ahorrado una cantidad de errores. Pero de pronto una industria se basa en eso, estandarizar cosas y que los mismos errores que se cometieron en algunas épocas no los comenta todo el mundo, sino que trate de haber un avance.”, comenta Camilo por su lado, quien complementa: “Tal vez esto va a causar mella, pero de pronto las bandas con más experiencia nunca tuvieron esa actitud de ayudar. Era una vaina como que cada uno va por su lado y cada uno va por lo suyo y desde que viajamos y descubrimos cómo es la escena gringa vimos que ellos no son así. Ellos se apoyan los unos a los otros, es toda una comunidad. Uno va creciendo y va viendo como las bandas se mantienen en un ideal de que son grandes pero realmente la grandeza la hace que haya un relevo generacional, eso en Colombia ha sido un proceso muy duro”.
Foto por Pablo Arturo Pulido.
Pero más allá de cualquier reto, Wilson y Camilo siguen trabajando para llegar cada vez más lejos. La celebración de los 15 años también incluyó una gira de dos meses por Colombia y ahora están trabajando en su próximo álbum, el cual quieren grabar en Estados Unidos y también están organizándose para tocar en Europa.
Y a pesar de que las ambiciones son grandes, aseguran que la verdadera felicidad es poder compartir con el público su música y su pasión por el metal. “Que las letras lleguen a la gente y podamos cambiar una perspectiva de vida es muy impactante. Que de mil personas que están pensando en violencia y en guerra, una escuche una canción de Perpetual y piense algo distinto, creo que es lo más bonito del metal: cambiar vidas, crear conciencia, crear cultura, una escena y eso es algo que no cambiaría por nada”, opina Wilson.
“Si me hubieran preguntado hace diez años si hubiera viajado a 7 países con la banda no me la creería y eso me parece muy bacano porque uno se proyecta cosas pero jamás se imagina lo que la vida le depara. Esa incertidumbre que da la vida del metal es algo emocionante, que le da picante y no la vuelve aburrida. Siempre cualquier cosa puede pasar”, concluye Camilo.
Precisamente una de las enseñanzas del rock es esa, entregarse al destino, al camino, a la noche, a la fiesta y sobre todo a la música. “Nosotros dimos todo por el metal y el metal nos lo dio todo a nosotros”, dice Camilo lo cual resume muy bien el sentir de las millones de personas que vibran con esta cultura. Porque más allá de cualquier cosa, Wilson y Camilo son dos hermanos del rock y la vida que sin importar si están en Wacken o en algún bar diminuto, caluroso y lleno de sudor de Bogotá, van a darlo todo, a ser felices, a brindar, a mover los cuellos y a sentir cada canción como si fuera la primera vez que la escuchan. A la larga la vida es así de simple y bella.
A la larga así de simple y bello es el metal.
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Vean más de la celebración de estos 15 años de metal.