Monokoi y el arte de ser nómada
Probablemente una de las mayores tentaciones que encara el ser humano es la de permanecer en la comodidad; asentarse en esas situaciones ya conocidas plantea una seguridad que puede parecer invaluable. Transformar la monotonía supone creer ciegamente en el desapego y cuando hay un deseo acucioso que pone en jaque esa cotidianidad, hay dos caminos: hacerse el de la vista gorda o saltar al vacío.
Cuando Camilo Sánchez se enfrentó a ese deseo tomó la segunda opción. Después de vivir la mayor parte de su vida en Bogotá decidió guardar en cinco maletas su ropa, sus instrumentos y partir rumbo a Australia. Desembarcó en Oceanía.
En Melbourne, la capital cultural de Australia, se introdujo en una escena musical que, particularmente, parecía ir a una velocidad lenta, se sentía como en Bogotá años atrás: sin lugares para ensayar o escenarios que no contaban con los equipos adecuados.
Después de vivir allá unos años, volvió a sentir la necesidad de hacer un nuevo salto, esta vez con rumbo a Los Ángeles. Y desde esa ciudad creó Monokoi, el proyecto en el que por primera vez se enfrenta al micrófono, al peso que acarrea ser la cara, voz y artífice de su propia propuesta.
Como él mismo lo dice, ya no es Camilo Sánchez el que toca guitarra y los teclados sino el que produce y hace canciones.
Camilo nació en Tunja, desde niño se vinculó con la escuela de música. En Bogotá estudió música en la Universidad Javeriana, guitarra clásica con énfasis en jazz. Desde entonces ha sido parte crucial de bandas que han definido el sonido bogotano: Diva Gash, Poper, Monitor Collective y, recientemente, Diamante Eléctrico.
El año pasado hizo la presentación de Monokoi con “Abre los ojos y grita” y ahora presenta “Salto al vacío”, una canción que precisamente habla del desapego, y de no aplazar.
Hablamos con él.
¿Cómo ha sido darle vida a Monokoi en una nueva ciudad?
Estoy descifrando Los Ángeles, la pandemia paró todo y para mí fue un golpe súper complejo. Nunca me había sentido tan solo, pero ha sido muy gratificante encontrarse uno mismo, estar en conexión con la familia y los amigos, volver a conversaciones que eran lejanas. En medio de una situación difícil ha sido bonito. Monokoi se gesta en Los Ángeles, pero hay varias canciones que estuve escribiendo desde Australia. Allá, estando en ese momento de soledad, escribí cosas.
¿Qué significa este proyecto en esta etapa de peregrinaje?
Así como yo tenía una deuda personal por salir de Colombia, también tenía otra y era la de Monokoi, era algo que me debía. Yo compongo y hago canciones desde hace mucho tiempo, con Monitor Collective hice varias, pero generalmente eran cantadas por otras personas. Nunca me había puesto frente al micrófono, es uno de esos miedos que uno tiene y era una de esas cosas que tenía en deuda: Monokoi.
¿Cómo fue cantar y escucharse por primera vez en un proyecto totalmente suyo?
Todo lo grabé y produje en mi estudio casero. Me paraba, cantaba, trabajaba la respiración. Tengo mucha admiración y respeto por los cantantes que llevan mucho tiempo en esto, pararse frente al micrófono y cantar es un reto impresionante. Estaba un poco asustado —y sigo asustado— porque no me acostumbro a escuchar mi voz. Sin embargo, he ido entendiéndola, construyéndola y, creo que la voz, al igual que el sonido de la guitarra y mi sonido, empieza a mutar con los años. Ha sido un proceso muy bonito y aún sigo en esa búsqueda.
Hablemos del sonido de Monokoi...
Siempre he sido muy poco idóneo para hablar de géneros porque siento que la música tiene muchas sonoridades. Monokoi tiene muchas cosas, cuando escuchas en detalle hay samples de congas salseras, por ejemplo.
Soy muy fan de grabar cosas con mi celular, las descargo y las voy metiendo en las canciones. En “Abre los ojos y grita” hay voces grabadas en un tren de Holanda y también hay sonidos de la estación de tren de Melbourne.
Uno tiene muchas influencias que van saliendo, dependiendo del momento, de la inspiración. Ando con una onda muy California, hacer canciones que no sean ni muy arriba ni muy abajo, que se puedan parchar y bailar. Me encanta Bonobo y Kaytranada, ese tipo de artistas que tienen un beat chill.
Sobre "Salto al vacío", la canción que está lanzando Monokoi, Camilo apunta: "Cuando se toman riesgos se abren nuevas puertas; saltar al vacío, es desapegarse. No aplazar las cosas que uno quiere porque vivimos una vez y ya está. Esta canción nace a partir de esa premisa y musicalmente toma forma con una línea de bajo que estaba haciendo sobre un fondo rítmico con sonidos de reloj. También grabé un sample del escritor uruguayo Eduardo Galeano que incluí al final del track".