Los discos de Mario Galeano: una cruzada por la memoria
Más que una colección de discos, Mario Galeano Toro tiene un mapa de la memoria musical de Colombia. En su apartamento, ubicado en el barrio Teusaquillo de Bogotá, tiene tres muebles blancos llenos de vinilos de 33 y 45 rpm, recopilados lentamente a lo largo de más de dos décadas en las que se ha dedicado a escarbar en tiendas, cajas, colecciones abandonadas y bodegas, en busca de ese fascinante repertorio tan nebuloso y olvidado de la industria fonográfica del país.
Este músico y productor responsable de proyectos como Frente Cumbiero, Ondatrópica y Los Pirañas, cuenta que su primer vinilo lo consiguió a los 9 años gracias a un bono que se ganó en una primera comunión, y cambió por un compilado de merengue. Luego consiguió un LP de la banda española Los Toreros Muertos, pero durante su adolescencia este formato dejó de llamar su atención.
Esos años de fervor juvenil, coincidieron con el cambio de formato en la industria musical. El acetato que durante décadas dominó el mercado, fue rápidamente reemplazado por el CD y las pastas negras empezaron a arrumarse en los depósitos de las casas y en los rincones más húmedos y polvorosos de las tiendas de música. En esa época, Mario y su parche de amigos estaban fascinados por el rock. La banda sonora de Rodrigo D No Futuro (1990) los inspiró a armar bandas ruidosas y el plan era ir a la calle 19 del centro de la capital para buscar casetes piratas.
Foto por Pablo Arturo Pulido
El gusto por los vinilos apareció a finales de los 90, en sus años universitarios, cuando comenzó a explorar las músicas colombianas. Primero fue a través de la búsqueda de libros de segunda mano que hablaran del tema. Así fue aprendiendo de sellos, músicos, ritmos, épocas y en algunas de esas librerías habían vinilos que empezó a explorar y a escuchar. Él cuenta que los discos no costaban más de unos cuantos miles de pesos, muchas veces había joyas que se vendían por una moneda de 500, y ahora cuestan 500 mil.
Luego de ese primer impulso se fue a vivir cinco años a Holanda, donde consiguió discos de música árabe y sobre todo música africana que ocupan una buena parte de su colección, pero cuando regresó a Colombia se metió de cabeza a investigar y a cazar esa memoria musical. A punta de viajes y de entablar contacto con los disqueros del país, Mario recorrió Cali, Medellín, Barranquilla, Pereria y demás ciudades, haciendo lo que se conoce como digging, que básicamente es mirar cajas y cajas de discos esperando tener la buena fortuna de toparse con algo valioso.
A punta de paciencia, investigación y una mezcla de suerte y buen olfato, fue consiguiendo el repertorio que en su mueble principal está dividido por regiones. Poco a poco encontró las publicaciones de Andrés Landero, Climaco Sarmiento, Wganda Kenya, Machuca, Abelardo Carbonó, Afrosound, Aníbal Velásquez, Alejo Durán, entre otros títulos que hoy son muy difíciles de conseguir porque son escasos o cuestan mucho. Pero también tiene producciones no tan conocidas como varios discos de bandas de chirimía o marimba del pacífico, de los cuales se prensó muy poco material; o de bandas de cobres del Caribe, grupos de Flauta de Millo, o los LPs de las cantaoras como Petrona Martínez.
Foto por Pablo Arturo Pulido
Mario cuenta que de muchos de los repertorios que ha explorado solo hay entre 15 y 20 títulos de los que se tiene registro. “En nuestro ámbito esta historia está muy olvidada, muy mal documentada. Ha sido todo un proceso y todo ha sido una construcción muy lenta que tiene que ver con el parche de amigos: Mateo Rivano, Don Alirio, Candelazos Tropicales. Eso ha sido un poco a poco, ir viendo porque no tenemos una guía, como pasa con el jazz, el rock, la música de Brasil. Los sellos discográficos son ineptos, no saben lo que hicieron, los directores actuales son unas huevas que están perdidos, no hay referencias discográficas. En los últimos años han salido cositas pero sigue siendo un mapa por hacerse”, comenta.
“Esa desmemoria tiene que ver con un rechazo a lo de aquí, una aspiración que en la medida de que sepamos lo de afuera vamos a progresar o que el progreso es estar conectados con lo de afuera. Eso es un legado colonialista, tiene que ver con el neoliberalismo, las importaciones. La radio F.M. también es bien culpable de esto, porque cuando llegó empezaron a programar exclusivamente música anglo que comenzó a quitarle espacio a lo local”, opina Mario mientras sigue mostrando los discos de su colección.
Registros del sello Folkways grabados en los 60 en Guapi, bandas pelayeras, grabaciones de Rufo Garrido o Pacho Galán, uno de los álbumes Yaki Kandru, banda bogotana de los 70 que experimentó con el rock progresivo y las músicas indígenas, están guardados en sus estantes.
Y sí bien la colección de Mario es bastante grande, tiene los discos precisos. Como dice: “hay más carne que bulto”. Galeano ha procurado no comprar un montón de vinilos que nunca serán reproducidos, de hecho cuenta que desde más o menos el 2015 dejó de buscar y ahora solo compra cosas muy puntuales que aparecen de vez en cuando, discos de 45 y el trabajo de los amigos y colegas.
Esto se debe en parte a que ya encontró varias de las joyas que buscaba, pero también porque el precio de los vinilos se ha disparado. Dice que antes por 300 mil pesos uno se llevaba 12 o 15 discos a la casa, ahora con suerte tres. La llegada de la página Discogs cambió mucho las reglas del juego y también el hecho de que coleccionistas europeos y mexicanos se llevaran grandes lotes de discos, hicieron que se volviera a popularizar la búsqueda de vinilos.
Foto por Pablo Arturo Pulido
Mario opina que este interés es positivo porque todavía existen muchos ritmos colombianos que no han sido explorados y gracias a los coleccionistas extranjeros mucho del viejo repertorio ha vuelto a ser difundido en Dj sets, mixes de Soundcloud y samplers, como es el caso del británico Quantic. Para Galeano, el problema está en cómo la gente aborda este fenómeno, ya que muchas personas empezaron a enfocar sus orejas en el país, cuando los sellos y artistas extranjeros dijeron que lo que se hizo aquí es tremendamente valioso. Ahí hubo una especie de “validación extranjera” de lo local, que es muy curiosa porque en Colombia hay gente que lleva décadas construyendo está historia, experimentando con estos sonidos y desenterrando el legado de quienes construyeron toda esta cultura.
En una pequeña caja Mario guarda lo que tal vez son las piezas más especiales y únicas de su colección. Los 45 que ha sacado con Frente Cumbiero, Los Pirañas y Ondatrópica, incluso tiene test pressing, que son los discos maestros que crean antes del tiraje, que nadie más en el mundo tiene. Cuando se le pregunta por qué le ha apostado no solo a coleccionar sino producir vinilos responde riendo: “porque en ese momento era lo más anti todo”. Incluso su primer proyecto, El ensamble polifónico vallenato, fue prensado en vinilo y es uno de sus mayores tesoros.
Foto por Pablo Arturo Pulido
A parte de la música colombiana, tiene grandes secciones de música latinoamericana, principalmente Brasil, salsa, sonidos jamaiquinos y, en el último espacio de su mueble, están los discos de rock nacional. Todos los nombres clásicos como Los Yetis, Los Flippers, Los Speakers, banda de la que en 2007 hizo una reedición en CD de su famoso disco El Maravilloso Mundo de Ingeson (1968), Ana y Jaime, Génesis, Los Ampex; y algunas rarezas como Tany, Young Beats, una copia de El Dorado (1994) de Aterciopelados que costó 500 pesos e incluso una edición pirata de El Maravilloso Mundo de Ingeson que encontró en una tienda de Noruega.
Pero si bien Mario sigue siendo un rockero y ama está música, hace énfasis en que la verdadera importancia de su colección está en el repertorio colombiano porque: “habla de un contexto local y de lo que se ha hecho del país. Esto lo adoro (los discos de rock) me sé la historia, pero esta es la historia que no me sé bien (los discos colombianos), entonces es la cosa que digo que es más importante, más trascendente, porque la psicodelia en Bogotá es la verga, pero así como Los Speakers hubo centenares de bandas muy buenas en todo el mundo, en cambio grabaciones de marimba no hay sino 20 de esas épocas, aquí es donde es donde hay que estar escarbando”.
Y de alguna forma en ese escarbar ha logrado aportar a la reconstrucción y el reconocimiento de esa memoria musical colombiana. Y si bien los vinilos son como él dice: “un recurso no renovable”, también pareciera que el legado musical del país es inagotable. Durante muchas décadas la industria fonográfica colombiana fue una de las más prósperas de la región y todavía hay muchas grabaciones perdidas esperando sonar de nuevo. Y poco a poco, disco a disco se va trazando ese árbol genealógico de la música colombiana.
Disfruten de esta galería fotográfica, escuchando una buena cumbia.