Las mamás de la música colombiana
La historia de las mujeres en la música ha sido una historia de constante lucha, debido a que durante décadas, socialmente ha sido mal visto que “las señoritas de la casa” se dediquen a un oficio tan complejo como la música. Las razones: porque se sale de noche, porque se está en ambientes bohemios, porque se está expuesta sobre un escenario y mil motivos absurdos más. Por eso, históricamente muchas mujeres que quisieron aprender música fueron relegadas a ciertos instrumentos como el piano o el arpa, y solo a los ámbitos privados, a las reuniones familiares y los espectáculos reservados para las visitas.
La regla dicta que una mujer sobre un escenario es una mujer pública, por lo tanto es una mujer que no es de su casa y que no es una encarnación de lo servil, abnegado y obediente. Pero afortunadamente miles de mujeres a lo largo de la historia han desafiado estos caducos estereotipos y han marcado con su alentó la industria de la música. El problema es que cuando se supera un obstáculo, aparece otro y muchas de estas artistas han terminado sobrevaloradas o una vez más minimizadas ante los ojos de la historia oficial.
La investigadora musical feminista Daniella Cura comenta que este fenómeno de invisibilización sucede porque: “vivimos en una cultura absolutamente patriarcal que entiende a las mujeres como un elemento secundario, como un elemento débil, como un elemento decorativo y también por los mismos estereotipos que recaen dentro de lo que es codificado como femenino”.
En los últimos años se han hecho varios esfuerzos por rescatar el trabajo de muchas mujeres olvidadas por las historia y por cambiar la imagen que se tiene de varias artistas que han sido relegadas al papel de: la corista, la cantante o la esposa de tal o cual músico.
Un ejemplo de este trabajo de memoria y resignificación es la película de Netflix, La Madre del Blues (2020). Este largometraje está basado en Ma Rainey, una de la voces más importantes del blues, pero cuyo nombre quedó relegado por muchos años, a pesar de tener un papel vital para el desarrollo de esa música.
Otro ejemplo más ligado al contexto colombiano, es el libro Esther Forero: La caminadora (2019) de Daniella Cura, que es una investigación profunda de la vida, obra y legado de esta compositora. Esta obra también busca cuestionar el papel que se le ha dado a Esther Forero de quien simplemente se dice que es la “novia del Carnaval de Barranquilla” y no se reconoce el inmenso trabajo que hizo como música, artistas y compositora.
Pero tumbar estos monolíticos símbolos es muy complejo. Daniella cuenta que muchas personas no están de acuerdo con ver a Esther Forero de otra forma distinta a la bella novia de la ciudad, y muchas veces su trabajo ha sido sacado de contexto y utilizado sin su consentimiento para precisamente resaltar la imagen que el libro cuestiona.
Pero a pesar de eso, ella está convencida y decidida a seguir haciendo este tipo de investigaciones y espera que más mujeres las hagan no solo para rescatar y reivindicar el trabajo de las mujeres en el pasado, sino para evitar que más talento se pierda. Ella opina que lo más crítico no es lo que se ha invisibilizado sino todo lo que murió antes de empezar.
¿Cuántas niñas han dejado sus sueños de lado por ser obligadas a encajar a la fuerza en un molde social?
Por eso siempre hay que tener en cuenta que la representación es importante, y si nuestras figuras históricas se extienden más allá de los decorativo, más mujeres pueden ver que sí se puede y que no están solas.
Por eso decidimos repasar el trabajo de ocho mujeres que le han dejado un legado invaluable a la música colombiana y son referentes de lucha, que vivirán por siempre en la memoria colectiva del país.
Matilde Díaz
No se puede pensar en la música tropical colombiana del Siglo XX sin referenciar la voz de Matilde Díaz. Nacida en San Bernardo, Cundinamarca, fue la primera mujer colombiana que formó parte de una orquesta profesional. Junto con Lucho Bermúdez creó canciones que forman parte del imaginario nacional como “Colombia Tierra Querida”, “Salsipuedes” y “San Bernardo”. Gracias a la versatilidad de su voz grabó cumbias, porros, boleros y fandangos y sin duda abrió la trocha para muchas cantantes.
Leonor González Mina (La Negra Grande de Colombia)
Nacida en Jamundí, Valle, en 1934 comenzó su carrera a los 18 años luego de fugarse de su casa. Su primer hogar artístico fue el grupo de baile de Delia Zapata Olivella con el que viajó por el mundo cantando y bailando. El 64 grabó su primer disco llamado, Cantos de mi tierra y de mi raza, y desde entonces se le conoce como La Negra Grande de Colombia, quien con su gruesa y envolvente voz dominó los ritmos de las dos costas e inmortalizó canciones como “Mi Buenaventura”, “Yo me llamo cumbia” y “Campesino de ciudad”.
Esther Forero
El folclore colombiano sería muy distinto de no ser por el trabajo de Esther Forero. Esta barranquillera nacida en 1919 hizo más de 500 composiciones y en vida fue un referente cultural y político. Ella fue de las primeras personas que defendió los derechos de los músicos, apoyó las luchas de los pueblos afros y rompió muchos de los estereotipos relacionados con las mujeres. Por ejemplo, fue de las primeras que usó pantalón, algo que era un escándalo en su época, y nunca se casó. Fue una mujer que luchó por lo que creía, no se dejaba intimidar por nadie y con su talento hizo que la música de Colombia se conociera en todo el mundo.
Etelvina Maldonado
Desde pequeña esta mujer nacida en 1935 en Santa Ana. Bolívar, se apasionó por el canto. Etelvina empezó a formar su voz cantando boleros, tangos y rancheras mientras acompañaba a sus madres, porque ella fue criada por varias mujeres, a lavar la ropa en el laguna de Santa Ana. Después de pasar 11 años en Quibdó, en el 61 se mudó a Necoclí, Antioquia donde se unió al grupo Orgullo de Arboletes donde empezó a descifrar los secretos del bullerengue. A pesar de su tremenda voz, buena parte de su vida se dedicó a lavar y planchar para sobrevivir y no se fue hasta el 2006, cuatro años antes de su muerte, que publicó su único álbum Canto y Repique de Tambor. Gracias al trabajo de Etelvina, quien también fue maestra, el bullerengue ha podido sobrevivir a través de las generaciones, y puede ser que no haya grabado muchas cosas pero su voz resonará por siempre.
Petrona Martínez
Conocida como la “Reina del bullerengue”, Petrona es heredera de un largo linaje de músicos tradicionales del Caribe. Su voz se volvió famosa en toda la costa y gracias a eso ha podido mantener viva la tradición musical de sus ancestros. Pero a pesar de ese invaluable legado, buena parte de su vida trabajó limpiando casas, lavando ropa o sacando arena del río. En el 95 grabó El Folclor Vive, su primer álbum y desde hace unos años se le ha dado el reconocimiento y el papel en la historia de la música que merece. A parte de crear música ella también la enseño, asegurando así que este legado viva por siempre.
Totó La Momposina
Pocas personas han llevado tan lejos el folclor colobiano como Totó La Momposina. Nacida en Talaigua Nuevo, Bolívar, en 1940 y desplazada por la Violencia hacia Bogotá, aprendió a cantar y bailar desde pequeña gracias a la herencia de su familia y comenzó su carrera musical en los 60. Un década más tarde comenzó a viajar por Europa, se radicó en Francia donde estudió en la Universidad de la Sorbonne de París y empezó a tocar en América, Asia y Europa. Formó parte de la comisión cultural que acompañó a Gabriel Garcia Márquez en recibir el premio Nobel en 1982 y a pesar de todo eso no empezó a ser reconocida en Colombia hasta los 90. Sin embargo, el legado de Totó La Momposina no tiene comparación y ayudó a forjar un imaginario colectivo de la cultura del Caribe.
Inés Granja
Sin duda la marimba de Inés Granja es una de las que retumba con más fuerza en todo el Pacífico. Heredera de la enorme tradición musical de Timbiquí, a lo largo de su carrera se ha convertido en una embajadora de la música del litoral. “La memoria de Justino”, “La marea", “Marimba aé” y "Los Camarones” son algunas de las canciones que han hecho grande a esta cantante, intérprete y compositora. Pero su trabajo más importante ha sido el de maestra ya que gracias a ella cientos de personas han aprendido los secretos del currulaos, la rumba, el bunde y la juga.
Zully Murillo
Nacida en Quibdó en 1944, Zully Muriño es una de las gestoras culturales más importantes del Pacífico. Cantante, bailarina, poeta y matemática ha dedicado su vida a la docencia y el arte. Gracias a su trabajo decenas de jóvenes de todo el litoral han aprendido a tocar alabaos, arrullos, romances, currulaos y demás ritmos de la costa pacífica. Además como cantante ha grabado varios discos y trabajado junto artistas como ChocQuibTown, Marta Gómez y Herencia de Timbiquí. Su nombre es sinónimo de admiración y respeto y su legado está en las voces y tambores que repican en todo el litoral.