Joe Arroyo, el rockstar del Caribe colombiano
El emblemático cantante cartagenero Joe Arroyo posee todo lo que alguien necesita para ser catalogado como un rockstar en el Caribe colombiano. Quienes recuerdan su trabajo y conmemoran los diez años de su fallecimiento, reconocen en él una de las figuras más influyentes en las músicas tradicionales y fusiones del país.
Como una suerte de leyenda viviente, sus últimos años se vivieron entre las alegrías de sus composiciones, conciertos y los constantes rumores sobre su muerte. Más de una vez los fanáticos del artista despedían a quien pronto renacería de sus caídas para volver al escenario.
Los sonidos inspiradores de la danza vocal de Álvaro José Arroyo González, mostraban una amplia gama de estilos de música caribeña, que incluyeron salsa, compás, merengue, reggae y soca. Su carrera despegó en la banda de salsa Fruko y Sus Tesos, y posteriormente Arroyo continuó mezclando influencias musicales con su propio grupo, La Verdad, a partir de 1981.
Remontándonos un poco a sus inicios en los escenarios, el Joe comenzó a la prematura edad de ocho años cuando cantaba en un establecimiento de striptease en su ciudad natal Cartagena.
“Joe fue un tipo dotado de un talento innato. Hay que decir que tuvo una escasa educación musical profesional, pero eso lo potencializó al máximo y lo llevó a la práctica como ningún otro, produciendo toda esa fuente que es para nosotros el legado de su música afrocaribeña, el famoso joeson”, comenta Juventino Ojito, músico y productor que hizo parte de la formación musical del Joe Arroyo.
“El gusto musical tan variado del Joe, su pasión por investigar y coleccionar música de autores de distintos géneros, desde Nino Bravo, hasta la música que tuviera que ver con su africanía, por ejemplo Bob Marley o Manu Dibango, muchos artistas de influencia del gran caribe antillano, hacían parte de lo más granado de la discoteca del Joe. También le gustaba el rock y aunque parezca mentira, artistas de primera línea, siempre estuvieron dentro de sus gustos. Obviamente, la herencia palenquera lo marcó, los tambores y toda la esencia africana quedó impresa en cada una de sus canciones”, agrega Ojito.
Su primera oportunidad se produjo después de firmar con el sello Discos Fuentes, en 1971, y fue escuchado por el bajista, cantante, compositor y productor Ernesto Estrada, más conocido como Fruko, quien lo reclutó para su banda. Arroyo continuó trabajando con Fruko durante la siguiente década.
Después de estar al borde de la muerte con una sobredosis de drogas a principios de los 80, Arroyo se recuperó y comenzó a llamar la atención con La Verdad.
Con su orquesta, el Joe intentó superar el estancamiento de las fórmulas salseras. Buscaba fusionar músicas autóctonas, desde la cumbia hasta el porro con ritmos antillanos, creando un estilo propio llamado Joeson. A partir de allí, el cartagenero facturó éxitos continentales como "La noche", "A mi Dios todo le debo" o "Pa'l bailador". Su repertorio también tenía una dimensión social y si se quiere, antropológica, con canciones que celebraban la historia de resistencia de los esclavizados y sus descendientes.
Es quizás por eso que esta fusión que se inventó el Joe en los años ochenta, aún después de 30 años no solo se sigue escuchando en las esquinas de distintas ciudades del Caribe colombiano, sino que sigue siendo una referencia para músicos de la región que encuentran en este artista “uno de los pilares para el desarrollo de nuestra sonoridad”, según comenta Pernett. También lo manifestaba Cabas, tras haber participado en la producción de José Gaviria, del álbum homenaje al Joe en 2020, cuando varios cantautores sonaron los grandes éxitos del Joe Arroyo. En su momento, el artista de "La cadena de oro", quien interpreta la canción "A mi Dios todo le debo", consideró vital participar en el homenaje “a uno de los mejores cantantes de Colombia”.
Sin duda, hablar del Joe resulta una asociación directa con la esencia del Caribe, su persona y su música son tan vívidas como sentir cerca el mar, las olas, la clave y la fiesta. Su vida es la banda sonora de los recuerdos de los colombianos que define y representa una parte de la cultura nacional.
“Joe era un personaje muy particular, melómano, nocturno, tenía sus detalles, era muy especial y un excelente amigo, cualquiera que estuviera cerca suyo, lo podría corroborar. Trataba de llevar la inmensa carga de ser una rockstar, se vuelve demasiado complicado en el desenvolvimiento social. Todos los excesos que pudieron llegar en algún momento, es algo demasiado difícil de medir en una estrella como él, porque la cercanía de todo eso, siempre circundó su vida. Sin embargo, pienso que no es lo preponderante o lo que debe ser tenido en cuenta en su legado, porque hay muchas más cosas que marcaron su existencia y que nos la entregó de la manera más tranquila como parte de lo que éramos nosotros”, añade Juventino Ojito.
El Joe, con su legado inmortal, es el más grande rockstar (a nuestro estilo, acunado con marimbas y tamboras) que ha tenido este país. De hecho, si nos fijamos en las formas, podemos decir que llegó a ser portada de la edición colombiana de Rolling Stone, edición para la cual Martha Orrantía en 2004, cabeza de la revista para la región, reflexionaba: “¿Qué otro músico en Colombia alcanzó tal éxito, cantó su verdad de semejante manera, innovó en los ritmos, vivió a profundidad su vida, y fue ídolo a rabiar de su pueblo? La respuesta es muy fácil: ninguno más que el Joe”.
El adelantado músico de su generación falleció el 26 de julio de 2011 en un hospital de Barranquilla. Ese mismo día, se anunció que había recibido el premio Lifetime Achievement Award de la Latin Recording Academy.