Gonzalo Arango y Los Yetis: “Llegaron los peluqueros”
Hay una historia que resuena en los anaqueles de la memoria de muchos rockeros que hicieron parte de la generación go gó y ye yé en Colombia. Esa historia está musicalizada con las guitarras de Los Yetis y está escrita con la pluma afilada de Gonzalo Arango. Una historia de revolución capilar y juvenil.
La imagen inicial para esta historia es la de Gonzalo Arango, a quien en ocasiones también le decían "el nadaísta" o "el profeta". Estaba ahí, con sus pasos firmes y su voz pausada, desafiando a la policía y su estricta medida contra los melenudos, que consistía en atrapar a los jóvenes que fueran sorprendidos en las calles de Medellín con sus cabellos al viento para encerrarlos en un calabozo y motilarlos agresivamente con una navaja.
La intención de Gonzalo era vivir en carne propia lo que estaba padeciendo la juventud antioqueña con aquella medida de no dejar ni una melena suelta. En algunos medios de comunicación, como Todelar, se potenció una campaña que rezaba: “Contribuya con el aseo de Medellín, motile a un peludo”.
Entonces Gonzalo quería provocar, ser motilado y luego padecer la sensación de impotencia por la que pasaban muchos jóvenes en aquellos años de rebeldía, religiosidad radical y encarcelamiento del pensamiento. Luego de esto, en compañía del editor y abogado Alberto Aguirre, Arango quería demandar severamente a los autores intelectuales de este atentado contra la libertad de la persona, y escribir el reportaje de denuncia que publicaría como una de sus columnas habituales en la revista Cromos con el seudónimo de Aliocha.
Así que Gonzalo Arango se fue de paseo por la Calle Junín, una arteria representativa de Medellín para la juventud sesentera, la elegancia, el enamoramiento y el buen comer. Se vio caminar a un tipo alto, flaco y con pelo hasta los hombros. Su melena parecía postiza, era realmente esponjosa y llamativa. Transitaba lento y desafiante, con gabán y botas, haciendo respetar el apellido Arango, de Andes, Antioquia. Mientras sus pasos continuaban, las miradas desprevenidas atravesaban su rebeldía. Gonzalo engrandeció su melena y caminó por estas calles de Medellín, la policía pasaba por su lado, era saludado y no había ningún tipo de intención de agresión en contra de su robusta melena.
“Me exhibí por Junín y la Avenida La Playa como un profeta del antiguo testamento, con cara de pistolero de “la pesada”, con cara de poeta in fraganti, o sea, de vago. Cada que veía venir los patrulleros hacía dos cosas: aceleraba el paso con un aire sospechoso de complejo de culpa, o los miraba de frente con ojos de Tirofijo, pero los malditos no me paraban bolas, se hacían los tontos, o me sonreían con disimulada complicidad, como queriendo significar “la cosa no es con usted profeta”. Debo confesar que me sentí frustrado con este respeto o indiferencia de la autoridad hacia mi melena, y después de cien tentaciones de captura tuve que reconocer que me dejaron con los crespos hechos. Hasta pensé que el gobernador Arizmendi había hecho circular mi peluda fotografía con la orden de que no me tocaran ni un pelo “por razones de orden público”, escribe en el libro de "Reportajes. Vol. 2. Medellín", publicado por la Universidad de Antioquia en 1993.
Luego de la frustración de Gonzalo por no haber logrado su revolución capilar e intelectual se fue con su melena intacta de visita a la casa de su gran amiga Posie Smith, más conocida dentro del movimiento nadaísta como ‘Rosa Girasol’. Ella era la madre de Norman Smith, uno de los integrantes de Los Yetis.
En esta visita sorpresa, en casa de los Smith en el municipio de Envigado, coincidencialmente estaban ensayando los cinco chicos revelación de Medellín que conformaban Los Yetis. Gonzalo presenció la interpretación sus canciones, y su estilo beatle, su humor, sus atuendos y su música, hicieron que Gonzalo se interesara por ellos.
Luego de este encuentro, Gonzalo caminó con Los Yetis y encontró en su trabajo un insumo para musicalizar muchas de sus historias, de su filosofía, incluso contó la historia del grupo, ligada a esa que inicialmente lo trajo a Medellín, la de la persecución a melenudos en la ciudad. La inquietud que lo atrapó fue: ¿quiénes eran esos Yetis que en plena ciudad industrial se atrevían a desafiar la mansedumbre del rebaño con sus melenas alborotadas, sus gargantas de volcán y sus guitarras que estremecían el silencio con la furia de una locomotora?
Les propuso entonces hacer música mientras él escribía un manifiesto impactante en contra del atentado al libre desarrollo de la personalidad. Manifiesto que puso en evidencia el descontento de los melenudos en contra de las tijeras, de los peluqueros y del Gobierno. Fue así que nació “Llegaron los peluqueros”, una canción de rebeldía rocanrolera que se convirtió en uno de los primeros actos de resistencia musical en la ciudad de Medellín.